¿Qué significa la presidencia de Macri para América Latina y el Caribe?

12/12/2015
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La victoria del candidato preferido por EEUU es un duro golpe para la integración del continente. Los movimientos populares prometen batalla. Macri aseguró que será el presidente de la integración latinoamericana.

 

Por un margen menor al pronosticado por las encuestas, el candidato derechista Mauricio Macri consiguió la presidencia de Argentina. Apenas una diferencia del 2,7% lo separó de su contendiente, Daniel Scioli, un candidato que nunca logró entusiasmar ni a propios ni a extraños. Sin embargo, la diferencia anunciada por los sondeos en más de 10 puntos se redujo en los últimos días a partir de un extraordinario proceso de movilización popular que rechazó activamente el regreso del neoliberalismo, protagonizando una campaña plebeya y popular pocas veces vista en Argentina.

 

Los territorios para estos esfuerzos anti-Macri fueron las plazas y los parques de casi todas las ciudades del país, además de las redes sociales. En estos espacios, diversos grupos –no todos enrolados en el kirchnerismo- hicieron sentir su voz, dispuestos a no retroceder en las conquistas. El escenario político habilitó, además, un debate que se encontraba obturado en los últimos años. Se trata de los límites del progresismo. ¿Es posible construir un proyecto de mayor soberanía sin traspasar las barreras del capitalismo?

 

Como señaló Álvaro García Linera pocos días después del balotaje, la derrota del candidato kirchnerista señala algo fundamental para los pueblos y los gobiernos de América Latina y el Caribe: "El continente está ante una disyuntiva, o profundizar los procesos revolucionarios desde adentro o el regreso de la derecha. Sólo hay dos caminos. Argentina ha develado la disyuntiva", dijo el vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia.

 

De acuerdo a lo informado por la Agencia Boliviana de Información (ABI), García Linera insistió en que los procesos de cambio continúan "impulsando las transformaciones, radicalizando", o de lo contrario lo que sigue es “un retroceso: la derecha, el conservadurismo, la regresión". Los avances, indicó, se sostienen en “la movilización social y un exitoso modelo económico".

 

Precisamente estos fueron los principales límites del proyecto neodesarrollista en Argentina. Por un lado, una apuesta a un capitalismo local asociado a grandes trasnacionales extractivas –como Chevron, Barrick Gold y Monsanto- que no se diferenciaba en lo esencial de la propuesta económica de Macri en esas áreas estratégicas. A los ideólogos de campaña del PRO-Cambiemos les bastó con construir una imagen de un candidato “moderado”, aparentemente dispuesto a sostener las importantes pero parciales políticas compensatorias (asignación universal por hijo, créditos para vivienda, extensión de las pensiones) para que una buena cantidad de argentinos y argentinas confiaran en el proyecto neoconservador. Se trata de una derecha inteligente, que explota el deseo de cambios en función de dar tranquilidad respecto a los derechos obtenidos, visualizados por amplios sectores de la sociedad como pisos difíciles de modificar.

 

Por otro lado, en Argentina no se alteraron siquiera mínimamente las bases del sistema político de la democracia delegativa. La Constitución continúa planteando explícitamente una lógica que se opone a la construcción de poder popular. “El pueblo –dice textualmente uno de sus artículos- no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes”. La salida del proceso de rebelión de principios de siglo, que tuvo la fuerza de expulsar a un presidente impopular como De la Rúa no dio lugar a un proyecto revolucionario. El principal sustento político del llamado capitalismo serio, entonces, recayó en la estructura del Partido Justicialista. De allí salió la candidatura de Scioli, expresión de una derecha peronista que nunca perdió completamente el poder.

 

Las orientaciones más progresistas –tanto en materia económica como en derechos civiles- no vinieron acompañadas por la construcción de poder desde las bases, con un horizonte socialista. Renunciando al único proceso capaz de desarrollar la conciencia popular a escala masiva, gran parte de las posibilidades estaban afectadas estratégicamente de antemano. Diversos errores tácticos aceleraron el proceso y le otorgaron a Macri un triunfo difícil de imaginar hasta hace pocas semanas.

 

Lo que vendrá

 

A pesar de los esfuerzos de los medios de comunicación privados, que insisten en presentar la situación como si el pueblo argentino hubiera entregado un cheque en blanco, el nuevo presidente deberá lidiar con grandes obstáculos internos.

 

En primer lugar, tendrá que negociar con un Congreso fragmentado, donde su fuerza política no tiene la mayoría. A su vez, el imaginario construido por su propia campaña, basada en un discurso de mimetización con el gobierno saliente (“conservar lo bueno, cambiar lo malo, reconciliar a los argentinos”), chocará con la presión de las corporaciones económicas, en un proceso que ya se está empezando a sentir con subas de precios de alimentos y medicinas, a la espera de una devaluación que garantice “los intereses de los mercados”. La inminente eliminación de subsidios a servicios básicos, como la luz, el gas y el transporte generarán un rechazo previsible, aún en quienes lo hayan votado con expectativas de cambio para mejor.  Por último, los movimientos populares están dispuestos a la lucha y en los últimos tiempos se han registrado diversas iniciativas que tienden, al menos embrionariamente, a superar la fragmentación, con un horizonte de mayor incidencia política y social.

 

En este marco, el gobierno de Macri acentuará su búsqueda de protagonismo internacional, convirtiéndose claramente en una de las fichas principales de EEUU en la región. Esta es su principal diferencia con los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, que jugaron un rol muy importante en la geopolítica continental, acompañando en momentos centrales la estrategia antiimperialista de Hugo Chávez. El lugar que viene a ocupar Macri no sólo representa una convicción ideológica –se trata de un derecha vinculada a Uribe, Aznar y el Partido Republicano-,  sino que lo hará confiando en que esto le garantice créditos e inversiones que desplacen, al menos temporalmente, algunos efectos del ajuste.

 

Apenas confirmado su triunfo electoral, el presidente electo comenzó este camino atacando a Venezuela. En un movimiento de corto y mediano plazo, Macri intentará que Argentina desequilibre la balanza a favor de los acuerdos de libre comercio. Desandar la derrota del ALCA, asfixiar políticamente al bloque del ALBA, impedir el desarrollo de Unasur y CELAC, relegitimar a la OEA son algunos de los objetivos convergentes, estratégicos para el imperio norteamericano. 

 

La situación es difícil, pero no está todo dicho. La última palabra -como siempre- la tendrán las luchas sociales. Los pueblos, activos, produciendo política. Estamos en una época que marcó profundamente la conciencia popular latinoamericana. Existe el ejemplo de Chávez y un pueblo bolivariano dispuesto a defender su revolución hasta las últimas consecuencias. Existe una importante solidaridad continental, sustentada en el crecimiento y la reorganización de una izquierda que surge de las luchas populares y se identifica con su propia historia, tantas veces negada pero que aún así, resurge. Allí, en la alianza entre gobiernos y movimientos populares, está la posibilidad de resistir. Y resistir es el primer paso para volver a pasar a la ofensiva.

 

 

- Fernando Vicente Prieto es periodista argentino. Corresponsal en Caracas de Notas – Periodismo Popular y colaborador en otros medios de comunicación.
@FVicentePrieto

 

Fuente: Semanario Cuatro F​ (Venezuela)
 

12 diciembre 2015

http://www.telesurtv.net/bloggers/Que-significa-la-presidencia-de-Macri-para-America-Latina-y-el-Caribe-20151212-0003.html

https://www.alainet.org/es/articulo/174245?language=en
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