Venezuela: control popular de la economía para derrotar el ascenso de la burguesía

14/12/2015
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El reciente revés electoral en Venezuela nos habla, en lo fundamental, de las enormes dificultades para que un proceso revolucionario se sostenga políticamente sin el control popular del excedente económico y los principales puestos de mando de la producción. Sin hegemonía económica no puede haber hegemonía política duradera.

 

El primero de mayo pasado Maduro llamó a la clase obrera a tomar el control de la producción, no ha sido posible avanzar en ese sentido y hoy se paga el precio. Esa es la batalla fundamental por dar y la única manera posible de derrotar la conspiración económica y los ajustes antipopulares por venir. Veamos más en detalle esta cuestión.

 

Proyectos nacional-populares o gestiones progresistas de los capitalismos latinoamericanos son posibles únicamente bajo ciertas circunstancias históricas de bonanza económica. Tanto los proyectos socialdemócratas en los países centrales como los gobiernos populares en América Latina son tanto el producto de una reestructuración del poder y la asunción de un nuevo bloque histórico en el control del Estado como la expresión política de un ciclo de auge capitalista en ese espacio territorial, a pesar de la aparente contradicción.  

 

La bonanza es condición necesaria aunque no suficiente para el desarrollo de una “gestión popular”, se requiere además la conformación de un bloque político que asuma ese proyecto. Pero una vez que esa materialidad  necesaria comienza a desaparecer y los mecanismos para diferir el problema (déficit fiscal, endeudamiento) se agotan, la “gestión popular” queda en el aire; la torta comienza a quedar chica para continuar conciliando la puja distributiva entre las clases y el capitalismo comienza a reclamar un ajuste anti-popular que recomponga las condiciones para la acumulación y el mantenimiento de la tasa de ganancia. Si el gobierno en cuestión se niega a aplicar el “paquetazo” entonces emergerán diversos desequilibrios económicos resultado del “malestar” del modelo económico privado y mercantil ante las diferentes regulaciones impuestas para evitar que se ajuste sobre los trabajadores. La actual guerra económica en marcha sobre Venezuela es la expresión de este movimiento

 

La guerra económica, es decir, la acción deliberada de la burguesía que opera de sus posiciones económicas estratégicas para disputar renta y riqueza, al mismo tiempo que apuesta por el descalabro económico para modificar la correlación de fuerzas en el terreno político, expresa el punto límite de las contradicciones de la gestión que se pretende popular de una estructura económica capitalista aún sin superar.

 

Dicho de otro modo, en Venezuela estamos ante el embotamiento entre la gestión chavista del Estado y la estructura económica. Por un lado está el modelo de gestión chavista orientado a la inclusión social, la disminución de la pobreza y erradicación de la indigencia, la soberanía económica y política, la igualdad y el desarrollo productivo. Por otro lado tenemos a una estructura económica basada en el control privado de la mayor parte del excedente económico y los puestos de mando (parte de la banca, importaciones y principales medios de producción), lo que permite acabar privatizando una parte no despreciable de la renta petrolera (se trata de la captura de la “renta en destino” como ha señalado el economista Alfredo Serrano)[1]. Ya no es posible continuar conciliando ambas dimensiones. La estructura económica privada para continuar su reproducción debe desmantelar el modelo de gestión chavista, a eso apuesta con la guerra económica. Por su parte, el proyecto chavista, para persistir y avanzar, necesita alterar la estructura económica, lo que implica necesariamente ir sobre las posiciones económicas de la burguesía venezolana, es decir, avanzar en la redefinición de las relaciones sociales de producción.

 

La superación de la actual estructura económica no pasa por plantearse abstractamente “superar el rentismo importador”, aunque es clave la necesidad de orientar la brújula estratégica en ese sentido. El problema detrás de la guerra económica en lo fundamental no está relacionado con las ineficiencias derivadas de la matriz productiva (qué y cómo se produce) o el excesivo carácter importador. De hecho, según datos de la CEPAL, Venezuela realiza menos importaciones en relación a su PIB que el promedio de toda América Latina y países como Uruguay, Argentina, Bolivia o Chile, son “más importadores” que Venezuela si comparamos el total de importaciones anuales de cada país con su PIB[2].

 

La llave para la derrota definitiva de la guerra económica parece estar más bien en la capacidad de lograr un control soberano sobre el excedente económico. Los últimos datos disponibles del BCV al respecto indican que a 2012, la parte del PIB correspondiente a ganancias es del 42% (la parte que corresponde a salarios es de apenas un 32%[3]), es decir, aún sabiendo que en parte de este 42% están los ingresos de PDVSA y otras empresas que controla el Estado, el grueso de esa cifra es controlado por la burguesía venezolana. Ese control del excedente es el que permite el despliegue de la guerra económica. El fundamento del dólar paralelo y el actual diferencial cambiario hay que buscarlo en esos enormes excedentes en bolívares que la burguesía controla y busca proteger de la inflación y que ante la imposibilidad de cambiarlos por dólares en el mercado oficial, los deriva al mercado paralelo.   

 

Los análisis que ponderan en el diagnóstico cuestiones como la corrupción o la falta de capacidad de gestión, acaban poniendo el foco en aspectos secundarios y omitiendo que el nudo del problema está en el tamaño de las contradicciones de clase acumuladas. La guerra económica no se ganará únicamente produciendo más, siendo más eficientes o replegándose al conuco[4]. La tarea fundamental es la organización de las fuerzas populares en función de la disputa por los puestos de mando de la economía y el excedente. El desafío por delante es el cumplimiento del objetivo 1.3 del Plan de la Patria: “Garantizar el manejo soberano del ingreso nacional”, mientras no se controle el grueso del excedente económico, eso no será posible.     

 

El poco espacio que tiene Venezuela para modificar su matriz productiva en el marco de la actual división internacional del trabajo sólo podrá ser transitado si se alteran las relaciones sociales de producción desplazando a la burguesía de los puestos de mando de la economía y el control del excedente.  

 

La propia burguesía con la guerra económica ha llevado a las fuerzas populares de Venezuela a una encrucijada: o avanzan en la toma del control de la economía o se desmantela el enorme acumulado durante el proceso bolivariano en medio de un brutal ajuste y la recomposición política de la derecha.

 

Cuando el Presidente Maduro dijo en su discurso del pasado primero de mayo “son ellos o nosotros”, dio en el clavo y graficó con claridad la magnitud del desafío histórico ante el que se encuentra tanto el pueblo venezolano como todos nosotros.  

 

- Rodrigo Alonso es economista

 

[1] La enorme magnitud de fuga de divisas que ha padecido Venezuela durante el proceso bolivariano, las estimaciones van de los 150.000 a los 300.000 millones de dólares, evidencian la captura privada de parte de la renta petrolera.

[2] Los datos del Banco Central de Venezuela indican que del total de importaciones venezolanas, aproximadamente un 20% corresponde a bienes de capital, un 60% a bienes intermedios (insumos) y un 20% a bienes de consumo final.

[3] El resto del ingreso nacional o PIB corresponde al consumo de capital fijo, impuestos indirectos  e ingreso mixto.

[4] Producción agrícola orientada básicamente al autoconsumo.

https://www.alainet.org/es/articulo/174235
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