¿Qué busca Turquía en Siria?

01/12/2015
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La arriesgada y fría decisión del gobierno turco de derribar un cazabombardero SU-24 ruso, supuestamente por violar su espacio aéreo, no puede ser entendida como un hecho aislado. Fue un riesgo calculado de Ankara para impedir la creación de una amplia coalición en contra del Estado Islámico (EI) propiciada por el presidente francés François Hollande luego de los atentados en París. De esta manera, compromete a la OTAN a una mayor intervención en el conflicto interno sirio solicitando la aplicación de la cláusula de defensa mutua y, también, como un desquite por los ataques de la aviación rusa al tráfico del petróleo —desde los territorios controlados por el EI —manejado por empresarios turcos próximos al gobierno del presidente Erdogan.

 

Estos propósitos inmediatos forman parte del objetivo mayor que Ankara persigue interviniendo activamente en contra del régimen de Bashar al-Assad con la creación de un territorio autónomo bajo su control para impedir la creación del Kurdistán sirio liderado por las fuerzas del PKK, ofreciendo a los países europeos que en esta «zona liberada» se daría acogida a los miles de refugiados sirios que claman por ser recibidos en Europa. Al no poder derribar al gobierno de Assad, fortalecido con la decidida intervención militar rusa, Turquía, con el apoyo implícito de otros aliados en la región, estaría buscando el control territorial del norte de Siria para negociar una tregua en la guerra civil a cambio de la aceptación de la balcanización de este país.

 

La creación de una gran coalición internacional para combatir al EI luego de los atentados en París no era, desde un inicio, para nada factible dado que los intereses geopolíticos de los actores regionales y externos son completamente divergentes en el conflicto interno sirio. Para Turquía y las petromonarquías del Golfo, la caída de Assad está por encima de su contradicción con el EI. Peor aún, un estudio de la Universidad de Columbia denuncia las múltiples complicidades y la cooperación militar abierta de Turquía con el accionar terrorista del EI. Con ligeros matices, esta misma postura mantienen EE.UU. y los países de la OTAN quienes persiguen prioritariamente la caída de Assad con el objetivo de debilitar la presencia militar de Moscú en el Mediterráneo, antes que llevar adelante una lucha común contra el terrorismo del EI.

 

Precisamente por ello la intervención militar rusa en contra del EI, a solicitud del gobierno de Damasco, ha sido más cuestionada que saludada por los países de la OTAN. El sangriento atentado de París hacía presagiar la formación de una sola coalición internacional en contra del terrorismo islámico. La acción turca de derribar el cazabombardero ruso buscaba abrir la brecha entre Rusia y la OTAN y frustrar así las intenciones del presidente Hollande, quien viajó a Moscú el pasado jueves, luego de su paso por Washington, para concretar este frente común antiterrorista. El presidente Obama ha manifestado el apoyo de su gobierno a Turquía por su legítimo «derecho a defender su espacio aéreo» descartando la posibilidad inmediata de una coalición militar antiterrorista conjunta con Rusia. Luego de su paso por Moscú, ante la persistencia de las diferencias sobre la permanencia del gobierno de Assad en Siria, el presidente francés ha hablado de una mayor «coordinación» en la lucha antiterrorista, dejando caer su propuesta original de una «coalición» internacional.

 

Aun así, con el derribo del avión de combate ruso, Turquía no ha conseguido su objetivo de incrementar las tensiones entre la OTAN y Rusia. La representante de la Unión Europea para asuntos externos, Federica Mogherini, ha declarado que la propuesta de Ankara de una “zona segura” en el norte de Siria le parece difícilmente realizable. Es evidente que Moscú no busca una confrontación militar abierta con la OTAN y está tomando limitadas medidas de represalia en contra de esta vileza turca, dejando puertas abiertas para una futura negociación política a la crisis Siria. Desde un inicio Rusia ha descartado la presencia de sus tropas en Siria restringiendo su intervención al apoyo aéreo para una contraofensiva terrestre cuyo peso recae sobre el ejército sirio, las milicias del Hezbolá y las brigadas de voluntarios de Irán. Estos contingentes han logrado algunos avances significativos pero también muestran señales de desgaste. Luego de cuatro años de una sangrienta guerra interna es difícil prever un incremento en el contingente militar por parte de Siria como tampoco de las milicias libanesas del Hezbolá. Y, por otro lado, en momentos en que Irán está negociando su reincorporación a la escena internacional no parece probable que quiera poner en riesgo esta apertura con una intervención militar abierta en el conflicto sirio que le sería contraproducente.

 

Por ello, todo hace pensar, que pese a esta desleal provocación de Turquía en contra del accionar antiterrorista de Rusia en Siria, nos estamos acercando al inicio de decisivas negociaciones políticas que permitirían resolver, en un futuro cercano, el dramático conflicto sirio.

 

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