Ricardo Martinelli: ¿Tiburon blanco?
- Opinión
En su afán por huirle a una justicia que no le anda persiguiendo, RM está descubriendo que el mundo es “ancho y ajeno”. Ancho para el que tenga con qué recorrerlo y ajeno para los que no y que, además, tenemos país por cárcel.
RM descubrió que podía quedarse en EEUU si lograba cambiar su estatus migratorio comprando una visa de inversionista. “Eureka”, gritó el italiano en griego. Lo único que debo hacer es invertir un dinerito y, ¡resuelto!
“¿Con cuánto puedo comprar esa visa?”, preguntó, pensando que estaba en Panamá. Algún amigo en Miami (¿o en Paraguay?), le contestó: “para comenzar,” digamos que 500,000 Balboas”. “Balboas no tengo, pero Dólares sí. Nada,” -- contestó -- “500,000 dólares vale la casa de una de mis empleadas, y con algo más que eso le financio un nuevo edificio al Parlacen. Para eso basta y sobra con mi caja menuda, que cargo aquí en mi bolsillo.”
En menos de lo que canta un gallo, RM registró un negocio con el nombre que mejor lo retrata: “White Shark”, o Tiburón Blanco.
Cuando lo leí, no lo podía creer: ¿Tiburón Blanco? Solamente se le pudo ocurrir a quien ve las cosas al revés. Así que no fueron sus decenas de abogados, que sí ven las cosas al derecho, contante y sonante. Pero, Tiburón Blanco? ¿El más grande depredador de los océanos? Este hombre, si no está loco, merece estarlo.
¿Cómo se le ocurre ponerse nombre tan llamativo a alguien quien menos debe llamar la atención en Estados Unidos y donde se dan cita los más grandes depredadores del mundo? ¿Cómo se le ocurre a quien, más que nadie, está obligado a pasar como una discreta sardina? Con ese nombre hasta la DEA le cae encima, imaginándose la cantidad de drogas que pueden entrar al país entre tiburones, tintoreras, pez sierras y pez martillos.
Hubiese sido hasta más congruente para RM (Tiburón Blanco) usar en ese país el nombre con que vende sardinas y tunas en la región, lo que sería más legítimo, a menos que, intentando meterles gato por liebre, quisiera venderles tiburones blancos rayados como sardinas y tunas o, como se hace años aquí y con mucho éxito, tiburones por bacalao.
¿Por qué tiene que invertir medio millón de dólares TB si es tan amigo de los gringos? ¿No fue TB quien aceptó las bases aeronavales, los drones, la inconstitucional militarización de la Policía (Senafront) para “acorralar” a las FARC-EP y terminaron echándoselas a los pueblos originarios? ¿No fue TB quien, dizque para ayudar a combatir el narcotráfico y el terrorismo, autorizó cientos de millones de dólares en equipo para las bases aeronavales que fueron a parar a bolsillos ajenos y no sirvieron para mucho o nunca llegaron?
¿No fue TB quien, traicionando la política de paz de un pueblo sin armas ni enemigos, corrió a lamerles las botas a los fulos y detuvo el barco de la República Popular Democrática de Corea (su nombre no es Corea del Norte), el Chong Chong Gang, bajo falsa acusación de narcotráfico? ¿No fue TB quien, abusando de la etimología, trocó la demostrada falsa acusación en otra distinta y mantiene en las ergástulas panameñas a decenas de tripulantes del barco?
La respuesta es sí, sí fue TB. Pero como el escualo y muchos exdictadores han aprendido, Estados Unidos no tiene amigos sino intereses y, por eso ellos, que no regalan nada, no le permitirán quedarse en las playas de Miami, ya muy infestadas de tiburones blancos atrapados y sin salida luego de la normalización diplomática con Cuba. A menos, por supuesto, que TB pague la entrada, en cuyo caso tendrán que demostrar –y no sé cómo– que su gobierno defiende la democracia y es un Estado de derecho, y que el narcotráfico, que compra visas, es un delito más grave que robarle miles de millones de dólares a un pueblo.
Sin embargo, como el mundo es ancho, TB podrá recorrerlo a sus anchas hasta que también verifique que es ajeno. Pero siempre hay una salida: la agencia espacial norteamericana está aceptando inversiones privadas para financiar la exploración del Cosmos. En pago, la NASA les garantiza a los inversionistas un boleto de ida sin regreso a la luna, aunque serios señalamientos aseguran que el satélite tenía banderas plantadas (por extraterrestres) mucho antes de que Neil Armstrong diera “el gran salto para la humanidad” en 1969. Busca tu playa, tiburón.
- Julio Yao es Analista Internacional, exasesor de Política Exterior durante las Negociaciones del Canal y Escritor.
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