De Bandung a los BRICS

Proyectos anti-hegemónicos pero no anti-sistémicos

31/05/2015
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 504: 60 años después: Vigencia del espíritu de Bandung 25/05/2015

En abril de 1955, se organizó la Conferencia de Bandung, una ciudad de la isla de Java, Indonesia.  Fueron convocados por los gobernantes de Indonesia, India, Ceilán, Pakistán y Birmania, países liberados de la tutela colonial, representantes de 29 Estados de Asia y África.  El propósito era  elaborar una estrategia común, en un mundo, que cada vez con mayor claridad, aparecía como un juego de intereses entre dos grandes bloques, el uno liderado por Estados Unidos y el otro por la Unión Soviética.  Representaban a 1.500 millones de seres humanos con sólo el 8% de la renta mundial.  “Aquella humanidad de color, contemplada desde la actualidad, ofrecía una gran heterogeneidad.  Allí estaban China, representada por su primer ministro Chu En-lai; el Vietnam de Ho Chi Minh y el de Ngo Ding Diem; Filipinas, feudo norteamericano desde su guerra con España; Japón, que pronto lanzaría su milagro desarrollista; Turquía, Irán e Irak, a punto de concluir acuerdos defensivos con Gran Bretaña; Ghana, todavía con el nombre de Costa de Oro y a punto de alcanzar la independencia, junto a los únicos Estados soberanos de África, Egipto, Etiopía, Liberia y Sudán…”.[1]

 

En un mundo dividido por la Guerra Fría, los pueblos de Asia y África proclamaban su neutralidad, su equidistancia entre sistemas sociales que se manifestaban antagónicos y su voluntad de mantenerse alejados de unas diferencias ajenas a sus intereses.  Una suerte de doctrina liberadora se extendió por todos los territorios coloniales.  Nasser, Sukarno, Nerhu y Nkrumah eran el espejo al que miraba una nueva generación de dirigentes de Africa y Asia.

 

Además de los países promotores, participaron en la Conferencia las siguientes naciones: Afganistán, Camboya, República Popular de China, Egipto, Etiopía, Costa de Oro, Irán, Iraq, Japón, Jordania, Laos, Líbano, Liberia, Libia, Nepal, Filipinas, Arabia Saudita, Sudán, Tailandia, Turquía, República Democrática del Vietnam Septentrional, Estado de Vietnam Meridional, Yemen…

 

La Conferencia se organizó en tres comisiones de trabajo: una política, una económica y una cultural.  El comunicado final recogió las siguientes conclusiones:

 

  1. Respeto por los derechos fundamentales del hombre y para los fines y principios de la Carta de las Naciones Unidas.
  2. Respeto a la soberanía y la integridad territorial de todas las naciones.
  3. Reconocimiento de la igualdad de todas las razas y de todas las naciones, grandes y pequeñas.
  4. Abstención de intervenciones o interferencia en los asuntos internos de otros países.
  5. Respeto al derecho de toda nación a defenderse por sí sola o en colaboración con otros Estados, en conformidad con la Carta de las Naciones Unidas.
  6. Abstención de participar en acuerdos de defensa colectiva con vistas a favorecer los intereses particulares de una de las grandes potencias.
  7. Abstención por parte de todo país a ejercitar presión sobre otros países.
  8. Abstención de actos o de amenaza de agresión y del uso de la fuerza en los cotejos de la integridad territorial o de independencia política de cualquier país.
  9. Solución de todas las divergencias internacionales con medios pacíficos, como tratados, conciliaciones, arbitraje o composición judicial, así como también con otros medios pacíficos, según la libre selección de las partes en conformidad con la Carta de las Naciones Unidas.
  10. Promoción del interés y de la cooperación recíproca.
  11. Respeto por la justicia y las obligaciones internacionales.
  12. Hacer valer las creencias de las distintas culturas internacionales del Movimiento.

 

La Conferencia de Bandung dio nacimiento a lo que posteriormente se llamó el “Tercer Mundo”,  Por primera vez los líderes del antiguo mundo colonizado se reunieron para reafirmar su compromiso de acabar con la dominación imperial, para proclamar su rechazo a unirse en el orden bipolar de la Guerra Fría, su oposición a elegir entre Estados Unidos y la Unión Soviética.  La nacionalización de la Compañía del Canal de Suez por el coronel Gamal Abdel Nasser en 1956; la independencia de muchos países africanos en 1960; la victoria de la revolución argelina en 1962, marcaron las primeras etapas de lo que sería el Movimiento de Países No Alineados, una organización que se propuso desempeñar un papel activo en el escenario internacional y nació oficialmente en 1961 en Belgrado.

 

Las tareas que se propuso el Movimiento eran enormes, desde la revolución de las estructuras sociales a la recuperación de los recursos naturales, pasando por el cambio del orden económico internacional.  Sin embargo, pese a las grandes esperanzas y al fervor revolucionario, desde la lucha guerrillera en América Latina al Vietnam en lucha contra la agresión de Estados Unidos, las primeras divisiones se hicieron visibles en los movimientos de emancipación, en los cuales la radicalización del ala revolucionaria se enfrentaba a las élites neocoloniales que veían la salvación sólo en la alianza con las antiguas o las nuevas metrópolis del Norte.

 

Durante la década de 1970, por resolución tomada en la Conferencia de Argel en 1973, la idea de un “Nuevo Orden Económico Internacional” fue lanzada por el Movimiento de Países No Alineados, entonces en el apogeo de su influencia.  Se trataba de desmantelar un sistema que reducía el Tercer Mundo al papel de proveedor de materias primas a precios bajos y comprador de equipos y servicios cada vez más caros. 

 

Al finalizar los años 80, con el derrumbe del bloque socialista y el fin de la Guerra Fría, el MPNA perdió muchos apoyos y se desdibujó su significado al tener que enfrentar al unilateralismo hegemónico de Estados Unidos y al proceso de globalización.  Es  así que en la Cumbre de Yakarta, en 1992, su preocupación fue establecer estrategias frente a la ya formada Unión Europea y al G8, priorizando los principios relativos a la independencia política y a la soberanía de los Estados, la no intervención en asuntos internos de los países y la solución de los conflictos sin recurrir ni a amenazas ni al uso de la fuerza.

 

Reunidos en Argel, Argelia, entre el 28 y 29 de mayo de 2014, representantes de 106 países sobre 120 miembros, plantearon nuevamente las mismas reivindicaciones casi 60 años después de su fundación: reforma de la gobernanza mundial y del sistema de la Organización de las Naciones Unidas, ampliación del Consejo de Seguridad con nuevos miembros permanentes salidos de los “continentes olvidados”, refundación de las relaciones financieras cuestionando las instituciones multilaterales como el FMI y el Banco Mundial. 

 

El movimiento, tan heterogéneo en su composición, actuó como un contrapeso a las grandes potencias y en particular al polo occidental, después de la caída del muro de Berlín, pero perdió el carácter anti-sistémico (contra el sistema capitalista y su lógica) que algunos de sus miembros fundadores habían pensado en su origen. 

 

Los BRICS que reúnen a países llamados “emergentes”, es decir Brasil, Rusia, India, China, África del Sur (según el orden del acrónimo), parecen retomar el papel principal del proyecto de Bandung, es decir una iniciativa anti-hegemónica.  Al momento de su constitución, en 2010, representaban el 42 % de la población mundial, con el 18,5 % del PIB del planeta, y con reservas de divisas considerables.  Significa una posibilidad de acción mucho más grande que el Movimiento de los No-alineados.  En 2014, en la reunión de Fortaleza (Brasil), acordaron la constitución del Banco de los BRICS y un fondo de desarrollo de 41 mil millones de dólares por los 10 años siguientes, destinado al continente latinoamericano.  Por otra parte, bajo el impulso de China, este mismo año se conformó el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructuras (AIIB) con un capital de 50.000 millones de dólares.

 

Sin embargo, cuando se examinan las políticas internas de cada uno de los países de los BRICS, se nota que ninguno de ellos tiene objetivos que vayan más allá del capitalismo: India con un proyecto netamente capitalista, Brasil y África del Sur, con soluciones apenas social-demócratas, adoptando el capitalismo como instrumento de crecimiento económico y redistribuyendo una parte del producto social a los pobres; Rusia, adoptando al interior medidas neoliberales y China aceptando la ley del mercado como fuente de desarrollo económico rápido, en principio controlado por un gobierno socialista, pero de hecho promoviendo el enriquecimiento de pocos y la ignorancia de las externalidades ambientales y sociales.  Las relaciones entre su centro y sus periferias no son muy diferentes, aunque con menos injerencia política.  Así, de nuevo, son anti-hegemónicos, pero no anti-sistémicos.

 

El futuro exige, de manera urgente, un cambio de paradigma, tocando los fundamentos de la vida colectiva en el planeta, es decir: (1) la relación con la naturaleza; (2) la producción de las bases materiales de la vida física, cultural y espiritual; (3) la organización colectiva social y política; (4) lectura de la realidad y la auto-participación de los interesados en su construcción, o la cultura.  Se trata de salir de lógica del capitalismo que reduce el planeta a un commodity (recursos naturales); que privilegia el valor de cambio sobre el valor de uso; que impide la participación de la mayoría de los seres humanos e impone la modernidad absorbida por la ley del mercado, como única cultura válida.  Un nuevo Bandung significa además de la superación del hegemonismo, una propuesta que no sea la reproducción del modelo capitalista, sino la posibilidad de promover la vida en todas sus dimensiones[2]

 

- François Houtart, sociólogo, fundador del Centro Tricontinental (Lovaina-la-Nueva, Bélgica), es Profesor en el Instituto de Altos Estudios Nacionales del Ecuador.

 

[1] Victor Hugo Jijon, Síntesis de un documento del Foro Mundial de Alternativas (FMA) para el Foro Social mundial de Túnez, 2015.  La parte de este texto sobre Bandung se inspira de este documento.

[2] Ver F. Houtart, De los Bienes comunes al Bien Común de la Humanidad, Quito, IARN, 2014.

https://www.alainet.org/es/articulo/173681
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