Un misterio difícil de descifrar

13/11/2015
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En la víspera de la jornada de movilización de los consumidores más grande e intensa del año en sólo cuatro días, el llamado Buen fin, que lo mismo organizan las autoridades que los empresarios, e incluye atractivos premios de la Secretaría de Hacienda que no brinda al común de los causantes, pareciera oportuno ocuparse de la Encuesta de Bienestar Subjetivo 2014, aplicada por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática en 44 mil 518 viviendas de las 32 entidades federativas.

 

Si bien la muestra aplicada por el órgano autónomo –que para no pocos mexicanos aún no acaba de acreditar su autonomía–, es de carácter “experimental”, llama fuertemente la atención que se aplique por primera ocasión en México por recomendación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, denominada Biare ampliado. La OCDE es la institución supranacional de los países “ricos” (¿cómo México?), que preside José Ángel Gurría, un tamaulipeco de Tampico sumamente popular entre los pensionados porque batalló denodadamente por desarticular el régimen estatal de pensiones, mientras él se jubilaba a los 43 años de edad y tras laborar sólo 11 meses en Nacional Financiera.

 

De acuerdo con los Indicadores de Bienestar Subjetivo de la Población Adulta en México, 83 de cada 100 adultos se consideran “satisfechos” con su vida. De ellos, 35 por ciento se definió “muy satisfecho” y 32.5 por ciento “satisfecho”. Los “muy insatisfechos” son 4.5 por ciento y 12.2 por ciento afirmó estar “insatisfecho”. Todo ello de acuerdo a la encuesta aplicada en julio de 2014.

 

En una escala del 0 al 10, el nivel de bienestar de la población quedó ubicado en 7.95 puntos. El informe del INEGI, encabezado por Eduardo Sojo –un foxista que sabe acomodarse a los tiempos sexenales–, detalla que a mayor nivel de ingresos es más elevada la “satisfacción con la vida”. Los adultos clasificados en el decil I, que corresponde al 10 por ciento de hogares con menor ingreso, tuvieron un nivel de satisfacción de 7.36 puntos; los ciudadanos del decil X, con los ingresos más elevados, tuvieron un nivel de satisfacción de 8.61 puntos.

 

La encuesta también arroja la existencia de 13.4 millones de adultos “insatisfechos” y “muy insatisfechos” con su vida, y el tema que más influye es el de la seguridad pública.

 

Las entidades con mayor satisfacción de vida son el Distrito Federal (con una puntuación de 8.45, en una escala de 0 a 10), Chihuahua, Tamaulipas, Baja California Sur, Baja California, Querétaro y Nuevo León. Y las menos satisfechas resultaron Oaxaca, Puebla, Michoacán, Morelos, Veracruz, Aguascalientes, Guerrero, Campeche y Colima.

 

Los anteriores que son sólo algunos de los datos centrales de la muestra “experimental” del INEGI, contrastan como la noche respecto del día con la percepción por lo menos en buena parte de la opinión pública y publicada, que observa la desesperanza ciudadana como dominante en el territorio nacional y la irritación y el descontento sociales a flor de piel.

 

Tenemos material para ser reinterpretado con nuevas lecturas y, acaso, haciendo a un lado el recurso de subestimar y hasta rechazar los ejercicios estadísticos del INEGI por inducidos, sobre todo cuando no apuntalan la tesis que cada quien postula.

 

Las interpretaciones ya empiezan a surgir, entre ellas: mexicanos felices con su vida pero no con el país; pobres pero contentos. Harto difícil resulta descifrar el verdadero talante de la ciudadanía.

 

Utopía 1606

 

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