Pobreza extrema y reformas que exige Gurría

19/10/2015
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Cuando arrancó la Cruzada Nacional contra el Hambre, el titular del Ejecutivo federal estimó como una gran virtud de su gobierno el hecho de que decidió asumir la existencia del grave problema socioeconómico y humanitario. Reconocerla, ponderar la magnitud y proceder con una cruzada sólo por el nombre con una fuerte carga histórica y religiosa (1095-1291), era para una movilización de recursos de toda índole y sin precedente.

 

En el México de hoy y de ayer, era y es imposible ocultar la pobreza. Por ello  carece de realismo la aseveración presidencial de principios de 2013 sobre una supuesta valentía política al reconocer la existencia del ancestral problema que en 1803 llamó la atención de Alexander von Humboldt, el humanista, astrónomo y explorador berlinés.

 

Resulta que según la más reciente medición hecha por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, 100 mil mexicanos superaron en 2014 la pobreza extrema. Y en la medición anterior, la trianual que incluye de 2012 a 2014, la población en pobreza moderada aumentó de 45 a 46 por ciento, es decir, en 2 millones de mexicanos; en tanto que la extrema disminuyó de 9.8 a 9.5 por ciento, hay 11.4 millones de personas.

 

Las estimaciones del Coneval pusieron en aprietos a los arquitectos del programa estrella de las políticas sociales que pese a esfuerzos desesperados por justificarse, terminaron en la separación de Rosario Robles al frente de Sedesol y el arribo de un señor que debe ser un genio porque durante los últimos seis años encabezó las secretarías de Energía, Hacienda, Relaciones Exteriores y, desde hace dos meses, Desarrollo Social.

 

Para festejar sus paupérrimos resultados con la Cruzada Nacional que ya considera Peña como “una política de Estado”, fue el mexiquense el día 15 con los suyos al ejido Santa Rita Guadalupe, porque allí los resultados son mejores. E informó que suman 4.5 millones los beneficiarios de diversos programas que les aseguran acceso a la alimentación y de la existencia de 8 mil comedores comunitarios. Con tales desempeños la versión propagandística oficial redujo a 7 millones a  los que padecen pobreza extrema.

 

Y es que un día antes, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos postuló sin atenuantes como “mediocres” los resultados de México “en el combate a la pobreza”, mejorar la calidad del empleo, la educación y la seguridad pública si se le compara con los obtenidos por los otros 33 Estados que forman parte de la OCDE, que aglutina a los “países más ricos del mundo”. Lo hizo por medio del informe Midiendo el bienestar en los estados mexicanos.

 

Sin duda lo son, pero resulta de un cinismo monumental que los directivos de la OCDE y sobre todo José Ángel Gurría no asuman ninguna responsabilidad cuando la institución que preside es un actor central en la definición de los programas y las políticas macro que le imponen a México desde los centros mundiales de poder.

 

Un día después del pronunciamiento presidencial, Gurría Ordóñez, el precoz y costoso pensionado de Nacional Financiera, exigió “una segunda ola de reformas para enfrentar los desafíos estructurales que tiene México”, como las carencias del sistema educativo, la administración de justicia, la transparencia y la corrupción. Así nada más, sin ninguna consideración sobre los 33 años de “reformas estructurales” y los resultados que ahora critica.

 

Utopía 1595

 

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