No banalizar a Cuba desde “Interviews: From Havana”

08/09/2015
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Vivimos un momento cultural muy complicado en la región; banalizar el “framing” de un país podría ser muy beneficiosos a la indecencia política.

 

El miércoles 2 de septiembre de 2015, el canal TeleSur, multinacional que felizmente arriba este año a su primera década de encomiable e insustituible labor en la información de la verdad desde el Sur combativo en medio del capitalismo salvaje, en su programación de la noche exhibida en la Habana, insertó una nueva edición de conversaciones “Interviews: From Havana”, conducido desde la capital de la isla por la periodista Cristina Escobar.

 

En esta oportunidad tocó el turno a un encuentro con la cultivadora del rap Telmary Díaz, una joven intérprete del género que tuvo su momento interesante como solista a principios de la década del 2000, después de haber permanecido un tiempo como integrante de Free Hole Negro, un grupo que descolló con fuerza, pero efímero. Posteriormente, como solista Telmary formó parte del proyecto Interactivo de Robertico Carcasés, llevó a los planos nacionales un par de canciones con video clip incluido, y posteriormente partió hacia Canadá a abrirse paso como profesional. Por allá estuvo unos años. Regresó a Cuba hace poco se dice que con un larga duración publicado, del cual aquí se conoce casi nada. Siendo el rap un género insuficientemente divulgado en Cuba, resulta dudoso que mucha gente recuerde a Telmary que, por cierto, hoy sale poco por la televisión cubana.

 

Cualquier artista joven tiene el derecho al espacio de promoción por los medios, pero es necesario diferenciar prioridades: una entrevista de casi una hora en un espacio de la multinacional TeleSur como el referido que entendemos, tiene la encomienda de tomarle el pulso a la dimensión pensante (cultural) socialmente comprometida de nuestra región debe ser harto cuidadosa en su selección. En un artículo anterior comenté sobre un desliz conceptual por parte de una personalidad entrevistada allí. En este caso el resbalón fue mayor. Al menos a partir de la importancia y los propósitos que discernimos tiene ese espacio.

 

No cuestionamos la labor de Telmary, que tiene todo su derecho a salir al extranjero y abrirse paso por el mundo dentro de su género; labrarse un camino y tener fortuna honesta tras una entrega profesional de la que no tenemos todos los resultados necesarios como para una apreciación coherente. Nos concentramos en lo ininteligible de esa selección, del contenido del diálogo, durante la entrevista, y sus consecuencias para la banalización no solo de la cultura sino de la realidad cubana actual; a su vez.

 

Si de promoción y conocimiento de personalidades de la sociedad cubana se trata, no creo que la que enunciamos sea la apropiada. El género en Cuba ha tenido insuficiente promoción, es cierto, pero los exponentes más importantes del rap y el hip hop  no se acercan ni remotamente, al parecer, al interés de quienes dirigen el programa. Precisamente porque son creadores que no aparecen en la gran escena y si bien quizás le han dado su vueltecita al orbe, por lo general regresan al espacio público de a pie, de donde extraen la experiencia social necesaria a su poesía que expresa conflictos, en ocasiones semantizados como excesivamente críticos por parte de cierta burocracia local. Telmary no pertenece a esa dimensión, sino a los artistas jóvenes que decidieron tomar su propio rumbo sin compromiso alguno con el contexto y los problemas sociales locales, algo que está en todo su derecho de hacer. Sobre todo si durante la entrevista que le realizó Cristina Escobar, recalcó que no le interesa exponer, ni pensar en la política que le “prensa la cabeza; la música me relaja”. Pero la Escobar subió la parada al comentarle que la admiraba por ser un ejemplo encomiable de “mujer cubana en la cultura, en la música”; por lo que estuvo a punto de hacer reventar el “aguantómetro”.

 

Para colmo de deslices, esa entrevista se realizó con el paisaje de la nueva embajada de los EEUU en La Habana y antigua SINA. En un penthouse con piscina incluida que está justo enfrente de dicha embajada. Y que perfectamente recordamos como un edificio de color verde propiedad horizontal fruto del despliegue urbanístico burgués trópico-estadounidense de la segunda posguerra mundial (1948-1959), iniciado desde el primer periodo como presidente en la seudo república del tirano  Fulgencio Batista y Zaldívar. La despampanante vista que se admira desde ese penthouse con piscina y la misma propiedad horizontal a la que pertenecen fueron locaciones de algunos filmes cubanos de aquella época. Así es que lo que sirvió de background a Telmary y la Escobar es una imagen pre-revolución, cuando ninguna de las dos había nacido. Para un televidente desconocedor de los antecedentes enunciados aquí, podría ser confundido con la “residencia” de Telmary (sabemos que no vive allí), dando la impresión de que en Cuba una mujer mestiza (mulata “adelantada”; recordar que en Cuba la definición de los individuos es aún muy racializada), nacida y educada dentro de la revolución socialista nuestra, tiene la mística posibilidad de triunfar, “neutralizando” políticamente un género que es una auténtica expresión salida de los espacios marginados del capitalismo; no solo enriquecerse con ello, a su vez ostentarlo de manera desenfadada, como un primer paso “vocacional” dentro del sistema político cubano actual hacia el modo de vida burgués en su expresión más escandalosa.

 

Escuchamos la música de Telmary, sobre todo fuimos asiduos a los conciertos de Free Hole Negro, recordamos un clip filmado en un solar muy humilde habanero –excelente en su factura-, pero la admiración no puede llevarnos a “romper la soga” de lo objetivo.

 

Si “Interviews: From Havana” en esta edición del dos de septiembre de 2015 pretendía algo al margen de lo que aquí se expone, realmente no lo consiguió. Ni siquiera como proteína turística. El momento que atraviesa el país es harto complicado, políticamente hablando. Ni la artista ni su entrevistadora deberían ignorar que todo es político. Contra el desprecio a los verdaderos y prestigiosos exponentes de la cultura cubana –la música en su diversidad de géneros-, sobre todo los jóvenes, tienen el soberano derecho a que se les respete.

 

Nos pasamos la vida disfrazando a La Habana como a la tía loca y vieja a la que intentamos encontrarle un marido. “Folclorizamos”  los espacios humildes con la esperanza de ocultar a una ciudad con graves conflictos en su conservación, como si locaciones de filmación armadas al efecto. Escondemos las secuelas de más de medio siglo de resistencia contra un bloqueo estadounidense del que ninguna de las dos ni la entrevistada ni la periodista se acordaron -¿será porque nacieron como muchos otros dentro del llamado eufemísticamente “embargo” contra Cuba?-; si a la locación ficticia le agregamos aquel diálogo fatuo perfectamente cualquiera podría creer que esta edición se desarrolló en otro país caribeño o tropical.

 

La banalización salvaje de la cultura y de la sociedad cubana es responsabilidad de nosotros mismos (1) y su realidad difícil de resistencia y acciones complicadas para avanzar dentro de un acoso genocida por parte de los EEUU, con los que ahora compartimos sedes diplomáticas sin cambios sensibles en la realidad de facto, y con el optimismo trágico de lograr voluntad política suficiente, por parte del gobierno estadounidense en pos de una normalización elemental de las relaciones bilaterales. 

 

¿Sería porque Telmary Díaz habla un buen inglés?

 

Teniendo en cuenta la reflexión del maestro cubano Leo Brouwer acerca de que la música popular es para “usar” y harto finita en un tiempo corto, cuando determinados artistas populares salen al escenario con pesadas cargas de oro en el cuello, la dentadura, y los brazos a cantar su compromiso banal para que los de “abajo” gocen, disfruten con ellos, sin “prensase la cabeza” con política. Cuando los espacios de la capital o del país son editados mediante proteicas sublimaciones turísticas para que se babeen algunos tontos durante momentos alienantes de nuestra televisión. Cuando ocultamos el esfuerzo que la gente de a pie hace diariamente dentro del país, en medio de conquistas, errores garrafales, avances y retocemos con una esperanza del tamaño del corazón del mundo, jamás podemos caer en la amnesia histórica de que la cultura, pero sobre todo la música cubana, nacieron en una sociedad esclavista, y posteriormente vapuleada por la explotación y la desigualdad capitalista, que en medio del goce que pudiese ofrecer chorrea sangre humilde de mucha gente sacrificada. Y de la abnegación de intelectuales fieles al compromiso con su nación. Y que eso es producto no de la banalidad, sino de la decencia política.

 

La labor de TeleSur es encomiable por necesaria, cuídese la multinacional de televisión de banalidades que puedan humillar a su gente de “abajo”.

 

Nota

1.- Defender la cubanía a capa y espada › Cuba › Granma - Órgano oficial ... http://www.granma.cu/cuba/2015-07-13/defender-la-cubania-a-capa-y-...

https://www.alainet.org/es/articulo/172270?language=es
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