La delgada línea entre lo poco legal y lo nada ético

03/09/2015
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Senador Fulvio Rossi. Foto: Wikipedia

 

Que grupos empresariales nacidos al amparo de una dictadura -ilegal- financien las campañas políticas de los partidos supuestamente democráticos lo único que genera es rechazo y sospecha de connivencia con los intereses económicos de esos grupos. Y en el caso de Chile la sospecha es certeza desde hace ya demasiado tiempo. Esto se llama lisa y llanamente corrupción.

 

El senador chileno Fulvio Rossi, ex senador socialista desde hace unas pocas horas pero todavía senador a falta de mecanismos que lo inhabiliten de la función pública, luego de un largo tira y afloja reconoció finalmente que, en efecto, solicitó y recibió ayudas –“donaciones anónimas”- en la jerga conceptual de la corrupción, del grupo SQM, solicitadas y gestionadas por, ni más ni menos, Patricio Contesse, director general del grupo. No fue el portero de SQM quien, ignorando el papel de corruptor, decidía financiar a candidatos de “centro izquierda”.

 

El senador Rossi arguye una suerte de disculpa que resulta, cuando menos, ridícula. Sostiene haber gestionado ese apoyo económico “bajo el sistema que ampara una mala ley”, y agrega que se trata de una “práctica generalizada en un mal sistema”. Es decir que el senador Rossi, con un sueldo y regalías que ya quisieran miles de chilenas y chilenos, recién ahora descubre que hay leyes malas y un mal sistema generalizado. Si el senador Rossi recién descubre ilegalidades disfrazadas de legalidad, un sistema que viola cualquier idea de ética en el quehacer político, parte de ese país en el que rige “una democracia en la medida de lo posible”, entonces es un incapaz, un sujeto carente de inteligencia y sensibilidad política, y nada justifica su presencia en el senado.

 

Si en cambio, actuó con pleno conocimiento del carácter antidemocrático de esa “mala ley” y si aceptó sin ningún tipo de crítica formar parte de un “mal sistema generalizado”, entonces es un prevaricador. Sus votantes lo eligieron senador justamente para terminar con esas “malas leyes”, con las “prácticas generalizadas de un mal sistema”. O por lo menos para denunciarlas. Jamás para servirse de ellas.

 

En su defensa, por cierto de argumentación tan desafortunada que lo convierte en fiscal acusador de si mismo, indica: “Entiendo que, en el actual clima, sea difícil reconocer que los parlamentarios ayudamos a conseguir financiamientos en nuestras zonas”. El “actual clima” al que alude el senador Rossi, es de bronca, cabreo, asco, duda, desconfianza en las instituciones y en los poderes públicos, desapego democrático más que justificados ante la avalancha de casos de corrupción protagonizados por el empresariado comprador de favores entre la clase política chilena, que se ha convertido en una casta, en una casta corrupta salvo pocas y honrosas excepciones.

 

Siguiendo con el penoso rol de fiscal acusador de sí mismo, el senador Rossi señala: “estas gestiones son producto de una mala ley, que descansa en el financiamiento privado para financiar períodos electorales y que no regula el funcionamiento de la política en general”. A esta altura del alegato el senador Rossi empieza a insultar la inteligencia de los chilenos.

 

¿Alguien es capaz de defender la legalidad de leyes que descansan en el financiamiento privado de un poder del Estado? ¿Alguien puede suponer moralidad en esas leyes? ¿Alguien puede creer que las donaciones de los empresarios ligados a la dictadura no regulan el funcionamiento de la política en general? No sólo la regulan: la determinan, ordenan y convierten en parte del negocio. ¿O hay otra manera de entender las donaciones de las empresas pesqueras y la generosa entrega de los recursos marinos a perpetuidad a esas mismas pesqueras? ¿O la entrega de los recursos hídricos a las multinacionales energéticas? ¿O la entrega de las autopistas a empresas que hasta cobran peaje a la policía, bomberos, ambulancias o vehículos con ayuda humanitaria durante las últimas tragedias?

 

El alegato del senador Rossi, recién alejado voluntariamente del Partido Socialista, de ese PS que nada tiene que ver con la memoria y el legado de Allende, de todos los que murieron por la idea del Socialismo Chileno, es parte del indefendible discurso de una casta política corrupta heredera de lo peor de la dictadura. Es urgente que en Chile surja una alternativa de izquierda, de verdadera izquierda renovadora, audaz y con sentido de justicia social, porque desde el final de la dictadura hace ya un cuarto de siglo todos los cambios propuestos han sido gatopardianos: que todo cambie para que todo siga igual. Y el senador Rossi es un fiel representante de esa idea.

 

2 de septiembre de 2015

 

Publicado en www.lemondediplomatique.cl

 

https://www.alainet.org/es/articulo/172139
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