Cuba en el siglo XXI

14/08/2015
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El debate en torno a Cuba es una cuestión compleja, atravesado – ineluctablemente - por una serie de prejuicios políticos e ideológicos.  Esto hace difícil analizar la situación cubana con la seriedad que se requiere.  Lo primero que hay que reconocer es que esta isla es, ni más ni menos, una nación soberana con todo lo que ello implica.  Desde este punto de vista, corresponde a todos los cubanos, en primer lugar, construir su historia.

 

Debemos reconocer que la llamada Revolución Cubana fue el fruto de décadas de abusos protagonizados por dictadores al servicio de una oligarquía nacional y empresas extranjeras totalmente insensibles al clamor popular.  El papel de los Estados Unidos antes y después de la Revolución es algo de lo que nadie pudiera sentirse orgulloso.  Es cierto, una parte de esta historia se escenificó en el gran teatro mundial, en aquello que se llamó la Guerra Fría.  Una confrontación planetaria que llevó a la humanidad al borde de una conflagración nuclear y en la cual Cuba tuvo un papel protagónico.

 

El mundo de hoy es muy otro.  El ocaso del socialismo real y la desintegración de la Unión Soviética han puesto fin a una era.  En la hora actual, los supuestos geopolíticos que sustentaban el emplazamiento de Cuba y la épica de su Revolución en el mundo han periclitado, no obstante, el reclamo de dignidad de su pueblo sigue vigente.  De hecho, es el discurso del gobierno y de una parte de la oposición.

 

La reanudación de relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana está señalando, precisamente, un cambio de época.  En muchos aspectos, tanto el  bloqueo estadounidense como muchas de las políticas del gobierno cubano muestran su extemporaneidad.  Se hace indispensable revisar y modificar las políticas vigentes hasta hace poco, tanto en el plano interno como externo.

 

No es hora de expectativas desmesuradas ni de fanatismos extremos.  Se impone el pragmatismo y la prudencia.  El restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba se anota como un hecho positivo para ambos países y para toda la región.  Es tiempo de madurez política, diálogo y apertura.  Solo quedan excluidos, por principio, los extremistas que en sus delirios sueñan con desestabilizar la isla, con el claro riesgo de desatar la violencia, una crisis migratoria, acaso el nacimiento de un narco estado en las costas de Florida.

 

Las mutaciones económicas, culturales y políticas que trae el presente siglo hacen impostergables los cambios de mediano y largo plazo.  El gobierno cubano tiene ante sí el desafío histórico de conducir a su pueblo de manera pacífica al siglo XXI, preservando la dignidad nacional y su propia memoria, pero asegurando un mejor estándar de vida y grados crecientes de derechos ciudadanos.

 

El gobierno de Obama ha dado un valiente primer paso, apenas el primero, que, sin embargo, debe ser valorado, pues instala un horizonte distinto para los años venideros.  La cuestión cubana es especialmente sensible en la región latinoamericana, por tanto, es de esperar que la administración presente y futura de los Estados Unidos conduzca este proceso en el marco del respeto a la soberanía y el derecho internacional, sin repetir los graves errores del pasado.

https://www.alainet.org/es/articulo/171732?language=es
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