Actitud revolucionaria, contestataria, desafiante…

14/08/2015
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Para el titular del Ejecutivo federal “Lo que realmente se siembra en cada época y en cada era, esta constante de cambio y de mejora en una sociedad, es precisamente el impulso que le imprime nuestra juventud, a partir de esta actitud revolucionaria, contestataria, desafiante y de transformación.” Y tiene razón en esta importante aseveración, formulada durante la edición 40 del Premio Nacional de la Juventud que contempla las categorías de logro académico, expresiones artísticas y artes populares, compromiso social, fortalecimiento de la cultura indígena y protección del medio ambiente.

 

Es una pena que la afirmación no guarde correspondencia con las formas empleadas por elementos del Estado Mayor Presidencial con los jóvenes invitados al acto, a quienes según Rosa Elvira Vargas (La Jornada, 13-VIII) les decomisaron todo objeto de papel que pudiera servir para expresar puntos de vista y estados de ánimo ante el señor que entregó los premios y quien probablemente guarde en su memoria la visita que como candidato a despachar en Los Pinos realizó a la Universidad Iberoamericana y las erráticas reacciones que tuvo frente a los reclamos de los estudiantes y las intolerantes expresiones del ahora secretario de Energía y del director del Fondo de Cultura Económica, quienes cometieron el elemental error de descalificar a los universitarios que protestaron y presentarlos como ajenos a la Ibero. Justamente por ello surgió el movimiento #YoSoy132.

 

Académicos de la Ibero de los que no debo ni puedo escribir sus nombres, afirman que el castigo contra la universidad de los jesuitas permanece y que proyectos que requieren la autorización federal permanecen en espera de que la otorguen funcionarios rencorosos y hasta vengativos, interesados en quedar bien con el jefe del grupo gobernante.

 

Importa rescatar aquel pasaje porque el reconocimiento discursivo a la “actitud revolucionaria, contestataria, desafiante” no trasciende la bella retórica ni siquiera en las formas, como ilustra Rosa Elvira al asegurar que no es la primera ocasión que cuando se trata de auditorios donde la mayoría son muchachos se adopta la misma decisión” de impedir que entren a un acto con el presidente portando libros, cuadernos y libretas. Esto no le impidió a Enrique Peña Nieto reconocer que pertenece a un sector mayor de edad, “donde se rechaza el comportamiento inconforme de los jóvenes cuando es éste, en el tiempo, lo que ha permitido la evolución”.

 

Pero más allá de las formas está una realidad compleja y contradictoria, que en el Día Internacional de la Juventud, establecido por la ONU en 1999, arroja datos ineludibles. De 29.9 millones de seres de 15 a 29 años de edad, 3 por ciento no terminaron la primaria y 1.3 son analfabetos. 42.2 por ciento cursaron algún grado de secundaria y 30 por ciento de jóvenes de entre 20 y 24 años tienen estudios universitarios.

 

Además, en 2013 fallecieron 34 mil 509 menores de 30 años, 53.1 por ciento por muerte violenta. Para José Antonio Pérez Islas a tres décadas de que se conmemora y reitera la importancia de los derechos de los jóvenes, éstos enfrentan restricciones cada vez más evidente de los espacios institucionales para expresar sus ideas. Apunta que volvemos a discursos muy adultos, muy formales, tanto en la forma como en los contenidos. Escuchamos discursos del control, de la represión, y esto no deja nada a nadie, ni siquiera a quienes desean ejercerla. Los jóvenes enfrentan una sociedad con pocos recursos y muy mal distribuidos.

 

Utopía

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