Cómo entender el espacio Caribe?

11/08/2015
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Discutir la contemporaneidad del espacio Caribe es una aventura intelectual que exige responsabilidad en estos tiempos de redefiniciones geopolíticas como lo hemos venido enfocando desde que Estados Unidos lanzo, a comienzos del 2015, su planteamiento del Caribe como área de seguridad energética.

 

Es complejo si se trata de superar las visiones unilateralmente simplistas, enfocadas por la mayoría de nuestros escritores hispanoparlantes, quienes han reducido sus percepciones y reflexiones solo a “lo hispano”, o ahora a lo que erróneamente han llamado “lo latino”, todo lo cual tiene poco que ver con las culturas caribeñas. Por otro lado, es necesario hacer algunas precisiones conceptuales para delimitar que es y no es la caribeñidad.

 

Del Caribe como civilización quedan apenas supervivencias que resistieron los traumáticos procesos de exterminio practicados por las potencias europeas en la época de la conquista, colonización y reparto del mundo. Esas supervivencias evidentes en la toponimia, hidronimia, culinaria, artesanías y algunos aspectos religiosos, sobre todo en el espacio caribeño de América Central – y muy concretamente en Honduras y Guatemala -, al vincularse con las culturas africanas trajeron como resultado la cultura Garífuna, que constituye uno de los espacios pocos conocidos en las corrientes neoculturales contemporáneas.

 

Pero entonces, ¿de qué culturas y espacios caribe estamos hablando? Primero abordaremos el espacio como aquella geografía que incluye todas las islas y territorios de tierra firme: México, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Guayana francesa y la polémica Guyana inglesa, Surinam y Venezuela. En segundo lugar, estamos hablando de un proceso histórico donde se entretejieron, violenta y amorosamente, la diversidad cultural europea y la diversidad cultural africana, sobre todo de las culturas ubicadas al sur del desierto del Sahara, es decir, las llamadas culturas sudanesa y bantú.

 

Para repoblar y construir las económicas en el “Nuevo Mundo”, los europeos organizan la trata negrera, que trae millones de niños, mujeres y hombres en calidad de esclavizados y esclavizadas desde las costas occidentales del África Subsahariana. Pero los afrosubsaharianos llegados forzosamente al calvario del Nuevo Mundo no eran un todo homogéneo.

 

Con ellos venía un rosario de culturas con códigos religiosos, musicales y técnicas agrícolas específicos, tanto como guerreros y filósofos. Pertenecían a las civilizaciones Yoruba, Ashanti, Fon, Wolof, Mandinga, Kongo, Efik y Efok, Loango, las cuales marcaron definitivamente las construcciones culturales caribeñas. La invención del espacio caribe, desde la perspectiva europea, pasaba por reglamentar todo: el proceso productivo, religioso, administrativo, así como también racializar las relaciones entre los hombres e implantar el sistema esclavista, logrando con ello la acumulación de capital para fortalecer las economías de las metrópolis. Fue en la antigua isla Saint Domingue a finales del siglo XVII, donde el francés Jean B. Colbert jurídicamente definió al Africano como “Noire”, negro equivalente a un mueble, a una “cosa” y que lamentablemente hoy algunas personas de tez oscura reproducen orgullosamente ese término del colonialismo. Negro es construcción colonial del cual muchos “negrocolonizados” se niegan a desalienarse.

 

Durante esos siglos se crean celdas traumáticamente productivas llamadas plantaciones azucareras, algodoneras, haciendas de cacao, y se organiza la búsqueda de perlas, como ocurrió en Cubagua (Venezuela). Ante esta situación, los africanos optan por el camino del cimarronaje activo, enfrentamiento frontal a todo tipo de explotación que les negara la condición humana y la recuperación de sus códigos culturales. Una vez fugados de las plantaciones, organizan sus espacios libertarios, denominados cumbes, palenque o free village.

 

Este proceso histórico arranco con la primera globalización perversa en el año 1492 hasta nuestros días. No hay que olvidar, por otro lado -para entender la complejidad caribeña-, las migraciones forzadas de un cuarto de millón de hindúes, a partir de 1836, a países como Trinidad y Tobago, Surinam, Guayana y Guadalupe, y por otro lado la migración china a mediados del siglo XIX, sobre todo a Cuba.

 

Ambas migraciones vendrían a suplantar la mano de obra esclavizada africana, debido a la prohibición de la trata negrera implementada durante trescientos años por las potencias europeas. Por último, la migración musulmana que en la década de los ochenta instaurar un poder musulmán en Trinidad en la década de los ochenta del siglo XX.

 

Aún ese Caribe sigue inacabado desde el punto de vista colonial. La existencia de territorio aun sobre el yugo colonial francés (Martinica, Guadalupe y Guyana francesa), el colonialismo inglés ( Las Bermudas, Islas Turcas y Caicos, Islas Caimán, Vírgenes Británicas, Anguila y Monserrat) y el colonialismo estadounidense (Puerto Rico e Islas Vírgenes). Es en el Caribe donde existen aún muchos territorios colonizados, sobre el cual el Comité de descolonización de la ONU tiene tareas pendientes y que algunas veces se hace el loco. Sobre el Caribe neocolonial es un tema que abordaremos más adelante con cierta profundidad pues colonialismo y neocolonialismo están estrechamente asociados.

 

Entonces tenemos que la caribeñidad es la identidad plural inacabada, producto del compendio histórico – cultural de todas las civilizaciones que se fueron sedimentando en los espacios insulares y de tierra firme bañados por el mar Caribe.

https://www.alainet.org/es/articulo/171647
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