Troika versus Grecia: lecciones de una pírrica victoria
- Opinión
El pasado 5 de julio, millones de ciudadanos griegos acudieron a las urnas para ratificar su negativa a las medidas impuestas unilateralmente por la troika europea. Con un 62% de los sufragios, el pueblo heleno dijo no a la austeridad dictada a rajatabla por el Banco Central Europeo.
8 días después del referendo, el gobierno encabezado por Alexis Tsipras, en medio de una disyuntiva entre principios fundacionales partidistas y estrangulamiento de los poderes fácticos europeos, firmó un acuerdo con la denominada Troika (Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial) calculado en 82.000 millones de euros, para saldar la deuda astronómica adquirida por este pequeño país durante la última década, cercana al 183% del PIB nacional, en donde el paquete de reformas exigido para el desembolso de dinero se convirtió en una flecha al corazón de la dignidad, la soberanía y el crecimiento sostenido de este país mediterráneo en el corto y mediano plazo.
El acuerdo firmado entre Grecia y la Troika.
De las negociaciones trascendió cuán lejos e inquebrantable fue la posición alemana, liderada por su ministro de finanzas Wolfgang Schäuble quien se convirtió desde el primer momento en el mariscal de campo del “Grexit” o salida de este país de la zona euro como mecanismo expedito de presión para precipitar un acuerdo similar al que finalmente fue firmado. Las vacilaciones del resto de ministros de economía allanaron el camino para que el gobierno de Merkel dominara a su antojo el curso de los acontecimientos a cambio de la no expulsión de Grecia de la Unión Europea.
Como es bien sabido, el abanico de instrumentos previos de presión para forzar el "acuerdo express” incluyó la disminución de dinero transferido a la banca helena por parte del emisor (El Banco Central Europeo) y una campaña mediática feroz dentro y fuera de Grecia que enfatizaba una y otra vez la consigna: “los deudores griegos no quieren pagar el dinero prestado por los pensionados del resto de Europa” acompañada de una implacable frase “las deudas son deudas y deben pagarse”.
El documento final, que devino en una ronda de negociación final sellada 17 horas después de iniciada la reunión, tuvo como desenlace una polémica exigencia de privatización de activos del Estado griego a un fondo supervisado por la Troika por un valor estimado de 50.000 millones de Euros, cifra de la cual solo un 25% sería destinada para la inversión gubernamental. El 75% restante del dinero irá para la recapitalización bancaria y el pago de deudas adquiridas.
Algunos otros ítems consignados en el lesivo acuerdo incluyen el aumento del IVA, recortes en pensiones, liberalización del mercado de bienes y una flexibilización laboral que trae consigo una mayor precarización de los contratos y un aumento en los despidos.
Algunos apuntes sobre el devenir de la Europa del austericidio
Las consecuencias de este nuevo pacto fundacional y antidemocrático, más allá del tácito trato y su lógica economicista, se pueden resumir de la siguiente manera:
1- El poder financiero del viejo continente y mundial logró socavar la institucionalidad democrática europea y develar la fragilidad de la Unión como bloque de países que conviven en condiciones de reciprocidad y soberanía. El pulso entre concepciones políticas divergentes ha terminado con una capitulación y un falso consenso que entiende como antagónico y no como agónico[1] cualquier proyecto que cuestione el austericidio y la intromisión excesiva del gran capital en las decisiones de las entidades que gobiernan la Unión Europea.
2- La UE ya no es la del tratado de Maastricht, documento firmado en 1993 y que se constituye en el pacto político de la unión, en donde la cooperación y la igualdad, tanto de ciudadanías como de naciones y nacionalidades primaban como ejes principales para la consolidación de un proyecto continental único. Quienes añoraban que algún día el bloque se convirtiera en los Estados Unidos de Europa tendrán que despertar escabrosamente de su cándida ensoñación.
3- La nueva Europa, regida por la Alemania de Merkel y secundada por el sinuoso premier francés socialdemócrata Francois Hollande es en realidad la de los países de primera clase (los norte) y los de segunda (los del sur). En esta versión contemporánea conviven países de primera clase, dedicados a exportar productos manufacturados y a generar superávit comerciales junto a los Estados-colonia de segunda categoría, condenados a vivir del turismo y a comprar los bienes fabricados por sus vecinos del norte (España, Grecia, Irlanda y Portugal).
4- Estados Unidos, a la sombra, cumplió tras bambalinas el papel de dique de contención para persuadir (exigir) a Alemania la continuidad de Grecia en la UE por razones eminentemente geopolíticas: el país heleno alberga en su territorio 4 bases de la OTAN y se sitúa a nivel geográfico en una zona estratégica de la cual era conveniente alejar, así fuese parcialmente a Rusia.
4- A nivel político ha quedado claro que el binomio conservador-social-demócrata se ha puesto de acuerdo para sellar un pacto bipartidista continental con el fin de establecer consensos desde arriba para blindar a Europa de lo que el establishment denomina “amenazas populistas” y de esa manera cerrar el paso a futuros gobiernos, como el de Syriza, que pongan en el centro del debate el cuestionamiento a las políticas de austeridad y desmonte de los Estados de bienestar impuestas por la inflexible Troika.
5- El proyecto socialdemócrata actual ha renunciado a sus tesis históricas para convertirse en el ala moderada del conservadurismo, es decir, se ha plegado obedientemente a los postulados de la tercera vía de Giddens y Blair renunciando al “new deal europeo” que defendió con vehemencia durante décadas.
6- La palabra “austeridad” llegó para poner contra las cuerdas al ciudadano del común dejando una estela de indignación traducido en victorias colectivas nunca antes experimentadas, círculos de solidaridad y apoyo que habían sido extinguidos durante las últimas décadas. Las palabras crisis y austeridad dejaron de ser términos reservados para la entrecasa, para las tragedias internas de los hogares y se convirtieron en nuevas mayorías sociales que de a poco se reconocen y se movilizan para darle vuelta a la tuerca.
La arremetida de la extrema izquierda global contra Syriza
Posterior al acuerdo, el aluvión de críticas en contra del gobierno griego por parte de los sectores políticos y académicos de izquierda ortodoxa global no se hizo esperar: Syriza y el primer ministro heleno fueron calificados de traidores, de oportunistas, de vendepatrias. Sin embargo, a ese contingente extremista, en medio del frenesí revanchista, se le olvidaron en el camino algunas consideraciones:
1- ¿era posible lograr un acuerdo beneficioso con una camarilla tan poderosa que desde el vamos dejó en claro de lo que era capaz para asfixiar a sus contradictores devenidos en enemigos de muerte?
2- ¿La actitud valerosa de Yanis Varoufakis al frente de la negociación contrastada con el resto de ministros de finanzas no permitió develar la verdadera esencia antidemocrática de la UE actual?
3- ¿Syriza y estos 5 arduos meses de gobierno y disputas con la Troika no lograron el objetivo principal de convertirse en la caja de resonancia de la indignación continental al hacer pública la manera dictatorial en que Europa es gobernada hoy en día?
4- Antes del gobierno de Syriza ¿era tan claro para la ciudadanía el poder omnipresente del 1% frente al 99% restante de los europeos?
5- Como desenlace ¿la troika liderada por Alemania logró su objetivo de sacar del poder a Syriza, deslegitimar su accionar o levemente convertir a Grecia en un Estado fallido?
6- En el plano económico ¿No hubiese sido mucho más trágica la salida prematura del euro para un país como el griego desprovisto de una banca, una industria y una producción nacional lo suficientemente robusta para sufrir cualquier embate de sus vecinos?
Unión Europea: Reflexiones finales sobre un proyecto herido de muerte
A la luz de los hechos, la cuna de la democracia europea y su gobierno, una pequeña tropa de valientes liderada por el acorazado Syriza luchó con las pocas armas que tenía contra los propietarios de un arsenal de aviones, tanques de guerra y rockets de todo tipo y calibre, que demostraron cómo las batallas, en el contexto del siglo XXI, ya no tiene tintes bélicos y armamentistas sino que se libran desde los cuarteles de los bancos centrales de los contrincantes en contienda para lograr victorias políticas desde el plano económico. El caso griego ejemplifica a la perfección dicha matriz dominante que parece, por ahora, irreversible.
En un futuro no muy lejano, la timidez francesa e italiana, la actitud despótica alemana, la inflexibilidad de los gobiernos de Irlanda y España durante estos 5 últimos largos meses, que devino en la victoria de la post-política por encima de la política del disenso trae consigo una ventana de oportunidad irrepetible que puede canalizar el hastío cada vez más evidente de la ciudadanía con el proyecto común europeo.
La antidemocracia demostrada por la Troika en este último periodo, le abre las puertas del apoyo popular mayoritario a agrupaciones de corte nacionalista y populista, “euroescepticas" por naturaleza y con reparos de fondo a la superflua unión continental de hoy en día, partidos que se sitúan en espectros ideológicos distintos y que en la actualidad cuentan con aproximadamente el 21% de los escaños del Parlamento Europeo.
Los proyectos de izquierda de Podemos en España, el Sinn Fein en Irlanda, el Partido de la Izquierda en Francia, Cinco Estrellas en Italia o el Die Linke alemán sumados a la posición anti-euro de partidos de derechas como el Freedom Party en Austria, el Frente Nacional francés y el escepticismo de los conservadores ingleses, recientemente victoriosos en las elecciones británicas y con serias reservas frente a la unión monetaria actual, conforman la constelación partidista que pone en aprietos en el corto plazo a la UE y la moneda única a la cual culpan de frenar el crecimiento, la prosperidad y la soberanía de los países que la conforman.
Todas estas agrupaciones, a raíz de la cruenta arremetida de la Troika en contra de Grecia, sin duda pondrán en marcha cruentas campañas locales en donde la premisa “no permitiremos que el sometimiento a Grecia se repita en nuestros territorios” servirá de advertencia para hacer posible un eventual “efecto domin”ó de países que consideren la salida del euro como fórmula para salvaguardar su independencia y su bienestar.
El enojo que recorre el viejo continente sumado a la humillación propinada a la democracia más antigua del mundo, sin duda servirá para que las redes de indignación y esperanza se articulen en contra de los mandamases del despojo y la exclusión.
Sin lugar a dudas, el bipartidismo continental liberal-conservador, las castas minoritarias que dominan cada país europeo y los poderes financieros globales pagarán en el mediano plazo, y con creces, el precio de su pírrica victoria dirigida a destrozar sin piedad el futuro de los pueblos y las gentes sencillas que los habitan.
Twitter: @pineda0ruiz
Fuente:
ncolombiano, activista social ya extenderse a un tercio del territorio nacional http://redsomosciudadanos.blogspot.com/2015/07/troika-versus-grecia-lecciones-de-una.html
Felipe Pineda Ruiz, publicista, activista social, colaborador de la Fundación Democracia Hoy. Miembro de la plataforma política Somos Ciudadanos.
[1] El concepto de agonística o agonía, presentado por la politóloga belga Chantal Mouffe en su libro Agonística: pensar el mundo políticamente (Fondo de Cultura Económica, 2014), intenta resaltar la premisa de como “el conflicto para ser aceptado como legítimo, necesita tomar una forma que no destruya la asociación política” es decir que la agonía entiende la necesidad del disenso para construir desde los escenarios y cauces democráticos consensos, en donde la relación ellos-nosotros construye identidades identificables y respetadas entre si para anteponerse al antagonismo o manera irreconciliable de concebir la política.
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