Cuando despertó, el dinosaurio era verde

27/07/2015
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Así resumiría –si viviera– Augusto Monterroso la realidad chiapaneca, ¿puede el gobernador de esta entidad sentirse más orgulloso y legítimo con los resultados? Efectivamente el verde arrasó en Chiapas: 100% de las elecciones para diputados locales (24 sobre 24) y en alcaldías logró 103 de las 122. ¿Es realmente la política del PVEM tan eficiente como para que los electores refrenden el pacto social con su voto?, o podemos sospechar que existe alguna irregularidad en estos magnos resultados. Ayer mantuve una plática con un joven operador político del Verde quién trabajó en los procesos electorales del 7 de junio y del 19 de julio. Yo pensaba que me hablaría de la “urna embarazada” o “del carrusel”, pero he aquí lo que me dijo.

 

El trabajo que realizó el verde, comenzó con la coordinación entre las gestorías políticas (asociaciones u organizaciones dedicadas a la gestión de proyectos y programas públicos) y las alcaldías municipales. “Desde hace al menos dos años que se viene trabajando en conjunto”. Las gestorías recuperan la información clave de los electores a través de le intermediación con la gente. Ellos les dicen, “yo te voy a bajar el programa tal de la Sedesol, porque es mucho papeleo complicado, tú solo dame tu credencial de elector y dime a cuantas personas representas”. A partir de ahí, la información que les interesa a los operadores es la de aquellas personas que puedan acercarles votantes potenciales. Ellos definen a estos actores como “los líderes”. El liderazgo en este caso está definido por el número de beneficiarios o de familias que una persona pueda mover para el día de la elección: Por ejemplo, “si Don Ramón, nos dio 40 credenciales que serán beneficiarias de algún programa, entonces, Don Ramón, es ya un líder”.

 

La operatividad de la máquina electoral sucede cuando el flujo de intercambio de programas “chuchería” es frecuente. No puede haber voto si no se ha establecido un sistema de clientelismo. El partido tiene entonces un registro de “sus líderes” y comienza a “organizarlos”. Básicamente les pide un número-meta de gente que van a “mover” para votar. Los líderes recibirán una cantidad de dinero por cada votante que se comprometen a traer a las urnas. Y será compromiso de ellos pagarles y traerlos. Se cierra el compromiso indicando que la estructura partidaria le dará al líder todo aquello que necesite para llevar a la gente a la casilla el día “D”. Ni los operadores, ni los líderes, ni a las autoridades electorales les interesa ¿de dónde salió el dinero? ni ¿cómo se utilizan los programas de gobierno? Evidentemente –resume el operador– “no seríamos primera fuerza si la gubernatura no fuera verde”.

 

“Nosotros –agrega– dimos capacitación en tres rubros: 1) Organización de los líderes, 2) formatería y, 3) capacitación de Representantes de casillas”. Para el primer rubro me explica, “se tiene un call-center, en el que hay un apoyo telefónico continuo y un servicio de transporte coordinado:

 

“Si el líder se comprometió a llevar a 60 personas a la casilla, nosotros recibimos una llamada de nuestro representante, y este nos dice –Don Ramón sólo trajo a 20–, entonces le hablamos a Don Ramón y le decimos que no nos mienta. Lo presionamos un poco. Le pedimos que nomás nos diga: ¿qué quiere?, ¿qué necesita? Se le amedrenta hasta que ya indique el lugar en dónde quiere que le pongamos el transporte. La gente es leal, si te dice algo cumple”.

 

La formatería es el manejo para que los líderes den la papelería de todo el proceso. Este tiene sentido para la distribución de poder a los operadores al interior del partido. La capacitación de los Representantes de Casilla es un proceso de enseñanza para que aprendan a manejar su casilla y a reconocer cuando un líder no está cumpliendo con su cuota.

 

En 20 minutos de charla, aprendí que “la Democracia en México” de González Casanova ya requiere una edición renovada. Adiós a las viejas técnicas, ahora México se ha modernizado: “se habla con los candidatos, y se les muestran los resultados. Ellos tienen su dinerito, y ya saben el camino que tienen que seguir si quieren ganar. De hecho los que perdieron acá en Chiapas fueron aquellos que apostaron por el método tradicional de las lonas”.

 

“Te digo esto, porque esta fue mi segunda elección y ya me cansé de tanta cochinada”. Creo que este joven era sincero. Seguramente entró al verde pensando que podría hacer política.  Su desazón se denota en su explicidad. Le pregunté si Morena –segunda fuerza en Chiapas– había utilizado el mismo sistema, y me respondió algo que me sorprendió: “No. De hecho a los votos de Morena dentro del bunker les llamamos “votos razonados” porque la gente votó por ellos sin que se les dieran nada”. Lo “razonado” es un eufemismo que expresa lo arrinconados que estamos. Pobre México.

 

La compra del voto es un proceso largo que culmina el día de la elección. Es una transacción de dones y contradones aparentemente invisible que no puede ser analizada con la lupa del periodismo sino por la de la antropología social. Mauss estaría satisfecho. Al ver el desánimo de mi interlocutor, quise hacerle una última pregunta quizás algo que mostrara un lado positivo: ¿Piensas que esta maquinaria podría ser usada para bien, para crear procesos sociales más representativos y participativos como un plan de gestión de agua potable? El operador me miró fijamente y me dio un NO contundente agregando con sorna ¿de verdad crees que alguien va a pagar un proceso así si no es para ganar una elección?

 

La charla acabó tarde. El dinosaurio verde sonríe con sus filosos dientes. Cierro los ojos.

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/171330?language=es
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