Resumiendo los días
- Opinión
Mirando las cosas que ocurren, e imposibilitado en algo de escribir sobre ellas, quiero resumir un poco el sentido de éstas y entenderlas bajo el entorno más objetivo posible.
A nivel mundial el planeta está más caliente que nunca, y no a causa del cambio climático solamente. Y lo peor es que hay personas que viven en una burbuja de “felicidad” en la que concluyen que viven el mejor de los mundos posibles, que no pasa nada y que todos deberían ser tan “felices” como ellos. Pocos también están conscientes del momento crítico que atraviesa la Civilización humana y de las enormes brechas entre unos muy poquitos que tienen demasiado y otros muchos que tienen muy poco. Y son menos quienes se cuestionan si pueden hacer algo para cambiar esta tendencia pronunciada al declive, o a una eventual extinción, incluso, de toda forma de vida.
Entre esos pocos se alza la voz valiente del Papa Francisco pero que se pierde en el ruido de fondo que tiene el accionar de este mundo. Posiblemente tuviera mayor efecto si el mismo Vaticano comenzara a desprenderse de sus tantas riquezas y predicara con el ejemplo. Pero la vida del papa no duraría ni veinticuatro horas que caería muerto por el ala derecha de los cardenales que ya ven de mala manera las expresiones “temerarias” del Papa Americano, peor si las riquezas vaticanas se utilizaran en sacar de la pobreza a la gente.
¿Seguirá así por mucho tiempo en el mundo este estado de guerra de baja intensidad o nos acercamos a un punto de no retorno en que todo el arsenal bélico existente será utilizado para satisfacción de los productores de armas? Esa realidad se contrapone al hecho que casi toda la humanidad está contra la guerra, por lo que la propuesta que nuestra América Latina sea una región de paz es un avance, lírico, pero avance seguramente. Hay que hacer consciencia que la paz es nuestra principal bandera de lucha, por eso condenamos a la violencia, cualquiera que sea la forma cómo se manifieste; y por eso aplaudimos la creación de un estado de diálogo permanente que busque canalizar los entendimientos que surgen de toda la sociedad para encontrar las formas no violentas para alcanzar la equidad social, no solo de nuestro terruño sino del mundo entero.
El problema es que no todos tenemos esas mismas intenciones, y algunos, como resultado de una condición social en la formación de su carácter debido justamente por las circunstancias especiales de privilegio de cómo crecieron y fueron educados, que les generaron una pulsión a satisfacer sus necesidades humanas sin pensar en los demás, a lo sumo, en el estrecho marco familiar, esos encuentran incomprensibles que se tenga que discutir sobre estos temas de equidad que afectan a las grandes mayorías. Desgraciadamente, esas personas llegaron así a la mayoría de edad sin saber conectarse con las otras personas que no participan de su clase o sector social, y en la realidad latinoamericana, con aquellas que tienen la piel acanelada u obscura por la concentración de melanina.
Este tipo de persona existe en todas las partes del mundo, las que han creado una especie de “culto a sí mismo” en donde se aman solamente ellos olvidando la existencia del “próximo”; han dedicado su vida a acumular recursos para sí en extrema demasía dejando a miles de millones sin las posibilidades de cubrir sus necesidades básicas. En honor a la verdad debo decir que todavía hay muchos que conservan rasgos de humanidad que pueden servir para tender puentes de diálogo pero cada vez se vuelve más difícil sortear los escollos que crea la codicia. Las guerras que padecemos en la actualidad se deben a ellos: a su avaricia infinita; a su patología social que les impide saberse parte de la especie humana; al vacío absoluto que reina en sus corazones.
Comparados con los del jet set internacional, los grandes acumuladores de nuestro país son simples sardinitas frente a los gigantescos tiburones propietarios de las ciclópeas corporaciones globales que lo arrasan todo. Sin embargo cumplen su rol cultural y su culto particular a san Dólar y a la Muerte Espiritual que se oculta tras ese culto, por lo que siguen el camino de la violencia, de la caprichosa soberbia de creerse “diferentes y superiores” al resto de los seres humanos y a querer imponer su voluntad minoritaria por la forma que sea sobre la legítima mayoría, sin respetar las formas democráticas. Adicionalmente carecen de argumentos racionales pues es el odio el sentimiento que los impulsa con una fuerza que se les escapa de control, y que además, los envenena. Desprovistos de una causa justa, recurren al artificio de crear a través de sus poderosos medios, un inexistente estado dictatorial sobre el que levantan con toda libertad la bandera de “la libertad” mientras en el fondo sólo están empeñados en “recuperar los privilegios” que gozaban antes del actual gobierno, entre ellos, el poder evadir sus impuestos.
Puedo hablar de ello porque yo nací también en una esfera acomodada donde incluso tenía una nana que hasta me desinfectaba cada bocanada de aire que inspiraba. También fui criado con prejuicios que me iban excluyendo del grueso de la sociedad y me prevenían de los “enemigos pagados” que prestaban sus servicios. Tuve la suerte que en un momento de mi existencia decidí dejar que fuera la intuición la que guiara mis pasos por la vida, llevándome a los confines donde la realidad de la vida destrozó sin contemplaciones toda esa estructura de ideas prejuiciadas con las que fui educado para interpretar la realidad.
Por eso entiendo a muchos amigos que viven en esa burbuja de “felicidad” en la que me introduzco de vez en cuando a mirar partidos de fútbol, evitando conscientemente temas sociales y políticos porque en ellos no nos entendemos para nada. Los comprendo, porque muy posiblemente yo me habría convertido en otro como ellos, pero no puedo condenarlos o descalificarlos porque responden a su consciencia social de clase dominante. Sus ideas, especialmente su práctica del liberalismo económico, los aíslan cada vez más debido a la aplicación a ultranza del individualismo que se levanta como muralla alrededor de cada uno y les impide conectarse con la realidad que atraviesa la civilización junto a la especie humana y demás formas de vida que forman nuestro ecosistema.
Son múltiples los estudios que muestran la gravedad del problema, estudios que han fundamentado la encíclica de Francisco I, Laudatos Si, instrumento de la iglesia Católica que le sirve para alertar a las consciencias cristianas sobre la grave cuestión ambiental. Aunque en su exposición Su Santidad se cuida mucho de no señalar con nombres y apellidos a los causantes, se desprende que tal exhortación va dirigida a las capas altas de la sociedad humana acostumbradas al derroche de recursos, las que están obligadas, debida a las circunstancias actuales, a reducir su gasto y consumismo irracional que es lo que sostiene a toda una economía cuyo objeto consiste solo en la acumulación sin fin de recursos, extrayéndolos inmisericordes de un planeta cada vez más escuálido. ¿Se podrá dialogar con inteligencia cuando el propósito del intercambio de ideas es la reducción de privilegios de una clase acostumbrada a ellos? ¿Serán capaces de entender, bajo su lógica aristotélica, las circunstancias históricas que estamos viviendo y percibir su responsabilidad social sin enfrentar reacciones violentas porque se les reduzca su “libertad de comprar dos a comprar uno”?
Y el otro asunto que no será nada fácil es lograr su aceptación de “redistribuir” los excedentes que tienen. Argumentarán con toda la batería neoliberal que se necesita acumular para generar trabajo y eliminar pobreza, que el mercado es el que lo regula todo (incluso antes que lo haga Dios) etc., etc., etc., pero no comprenden que el proceso de acumulación ha terminado, sencillamente, porque el planeta no tiene los recursos necesarios para igualar hacia arriba, como sería lo coherente, y el grado de contaminación es tan alto, que necesariamente debemos desarrollar un nuevo modo de producción que garantice el empleo pleno, la producción orgánica de alimentos y la eliminación de la producción industrial cárnica y avícola.
Además, deben de comprender que esos recursos acumulados no están libres de costos no facturados como la remediación ambiental que debió realizarse para extraerlos o los costos posteriores a su uso como la recolección y procesamiento de envases y residuos tóxicos. ¿Tendrán la consciencia lo suficientemente clara para entender eso o preferirán seguir la política de las voraces corporaciones en su afán de dominación? ¿Cómo repercutirá la exhortación papal a cambiar de economía si ésta solo sirve para acumular? La verdad no será fácil dialogar con las clases altas sobre estos temas, pero se impone, siquiera como un deber humano, participar en la búsqueda y aplicación de medidas justas y necesarias que permitan avizorar una luz al final de este largo túnel.
Julio, 14 de 2015
Francisco Perrone Coronel es artista plástico, poeta y ensayista ecuatoriano.
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