Juana Azurduy y la historiografía “boliviana”

12/07/2015
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Juana Azurduy Juana Azurduy
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Hoy se recuerda 235 años del nacimiento de Juana Azurduy de Padilla. Una de las personalidades más sobresalientes en la lucha por la independencia, que en el caso de Bolivia duró 16 años, donde guerrilleros indios, campesinos, obreros y algunos mestizos, organizados en republiquetas y montoneras, lograron doblegar a los ejércitos imperiales de España. Juana Azurduy nacida en un pueblito de Ravelo, Chuquisaca, comandó valientemente varias batallas en contra de los imperiales y sus mercenarios locales, incluso estando embarazada. Ya son míticas sus hazañas y jefatura de su personalidad de jefa, que recién la historiografía tradicional la rescata, sobre todo la historiografía argentina. Estas personalidades olvidadas a propósito por los historiadores tradicionales de Bolivia, no es una actitud de olvido circunstancial, sino planificado y totalmente intencionado como fue el tipo de Estado construido por los criollos que firmaron “las cartas de libertad” en Sucre. Juana Azurduy como el comandante Tambor Vargas (leer su diario de guerrillero por la independencia), entregaron en bandeja de plata la liberación de este país a los ejércitos que llegaron del norte, a la cabeza de Bolívar y Sucre, quiénes sólo se sirvieron en los últimos meses de los esfuerzos de 16 años de nuestra gente autóctona y valiente. Pero que la historiografía “boliviana”, siempre en manos de los descendientes de aquellos criollos oportunistas, para darles el manto ideológico y justificación histórica de adueñarse del nuevo Estado, nunca escribieron las dimensiones colosales de los esfuerzos militares y políticos de los verdaderos liberadores de este país.

 

La comandante de los ejércitos libertadores Juana Azurduy, fue abandonada y olvidada pocos años después por el Estado republicano, como siempre ocurre con los principales héroes autóctonos, y murió en la pobreza absoluta. Nunca fue ministra ni embajadora del Estado, porque esa es la esencia del Estado republicano colonial: enterrar lo más posible a quiénes pertenecen y son dueños legítimos de estos territorios, consolidando el neocolonialismo historiográfico, como lo más importante desde lo ideológico para la justificación de las mentalidades del criollaje, de la ocupación territorial y espacial de las mentalidades anti culturales, anti indígenas y anti nacionales. Pues por todo eso este país nunca dio movimientos nacionalistas o autóctonos, desde las construcciones políticas e ideológicas, porque las élites de mentalidades extranjerizantes no pueden razonar con raíces propias y genuinas. Son mentalidades de la ocupación, extranjeras y con imaginarios de Estado totalmente ajenas a nuestras realidades.

 

Los verdaderos héroes, intelectuales, escritores, obreros, indios y también algunos mestizos conscientes, no están y no son parte de las construcciones de este Estado republicano colonial. Como Juana Azurduy, sólo son recordados ya muertos, es decir ya olvidados por el manto historiográfico colonial, porque ausentes ya no molestan y son  explotados, utilizados por la ideología colonial, para barnizar y sentimentalmente aprovechar sus figuras en los adornos de la historia e historiografía tradicional libresca y clásica. El brillante comandante militar Tambor Vargas, quien dejó probablemente el documento más importante de la real independencia de Bolivia, en su diario escrito de esos procesos cruciales, que por supuesto no es un documento de ninguna academia militar ni de ninguna academia de  historia tradicional, murió también en la pobreza absoluta. Al menos dejó una carta al presidente Belzu, donde le reclama el abandono de los verdaderos héroes quiénes dejaron sus vidas por la independencia; pero que quiénes gozaban de los ministerios y poderes del Estado no eran precisamente los verdaderos héroes y servidores, sino los de siempre: oportunistas y pragmáticos poliqueros especialistas en manejos institucionales. Pues la historia se repite por la característica de este Estado, que considera mejor muertos y olvidados a los verdaderos héroes, para después escribir sobre ellos con hipocresía sentimental  y adornar los libros inservibles de esas historias.

 

Tantos héroes, luchadores sociales, tantos intelectuales y pensadores como el maestro Fausto Reynaga, vivieron y viven en la pobreza, abandonados por la tradicionalidad del Estado que no tiene capacidad de recuperar, de recibir aportes autóctonos y puros, sino prestados y coloniales. Esas raíces estructurales de comportamientos ajenos a nuestras realidades, devienen de aquellos acontecimientos del siglo XIX, cuando el criollaje extranjero se apoderó aprovechando la llegada de Bolívar, de las instituciones del Estado republicano. Montando y construyendo después el tipo de Estado colonial que tenemos: esencialmente contra nuestros propios pueblos, esencialmente contra nosotros mismos: corrupto, saqueador, expoliador y sin sentido de servicio a los ciudadanos de cualquier región. Estado de comportamientos más bien señoriales y patrimonialistas, es decir racista.

 

Los cambios en Bolivia tienen que ser mentales e ideológicos. Desmontar esos imaginarios descomunales del Estado republicano, y construir otro tipo de Estado llevará años de esfuerzos, sobre todo para cambiar el funcionamiento de las instituciones patrimonialistas y señoriales. Acostumbradas a rechazar lo nuestro, lo autóctono y genuino, y acostumbradas a imitar y burdamente copiar todo lo extranjero. Acostumbradas a enterrar lo propio y puro, a matar y encubrir con el manto del olvido republicano para después recordarles con sublime hipocresía, después de muertos. Homenajes y gloria después de muertos. Como a Juana Azurduy, que en vida fue arrinconada, maltratada y jamás al menos invitada para algún puesto en la burocracia estatal. Y hoy, esas condolencias históricas para decirle heroína de la patria es parte del costumbrismo patrimonial y colonialista, que no han cambiado en el tiempo.

 

 Y, claro, desmontar todas las academias y escolásticas instituciones de historia, que sólo justifican lo establecido, lo escrito y demás mentiras de lo que fue la historia global del Estado republicano, también será muy complejo y difícil. Remar contra corriente y contra todas las mentalidades del Estado republicano colonial, es un acto no sólo de coraje sino de aventura intelectual de mucho calibre. Pero no hay otra, si realmente queremos transformar lo normal, o establecido y lo aceptado por el esclavismo mental costumbrista del Estado republicano. Nuestro homenaje a Juana Azurduy tiene que ser con la actitud y la decencia de cambiar, y transformar lo establecido hace siglos. Hacerle himnos sería cruel y mentiroso. Sería impostura y mentalidad republicana. Ella murió abandonada por este Estado republicano.

 

La Paz, 12 de julio de 2015.

https://www.alainet.org/es/articulo/171051
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