2ª parte

El liderazgo directivo y los resultados escolares

29/06/2015
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  • Opinión
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El impulso fundamental para que una nación adquiera los rasgos que necesita para atender a los requerimientos de su población, lo tiene que dar el “capital” humano. Ya señalamos que para que esto funcione es necesario que la escuela responda a un liderazgo moderno, capaz de avivar en los docentes de toda institución, el sentido social de su ministerio, que fue construido por ellos mismos –todos lo hicimos- en las aulas y tareas externas, llevadas a cabo en las escuelas normales de todo el país. Fuimos preparados para ello.

 

 Por eso la insistencia en la evaluación del magisterio y en este caso, del directivo, fundamentalmente el director de plantel educativo, no debe inquietar. Si como resultado de la evaluación, que se entiende formativa, se siguen normas pedagógicas para su preparación y aplicación, con cursos de actualización en todos los menesteres de la escuela y el aula, se fortalecerá la tarea y por esa vía, conformará un equipo magisterial que recupere sus valores y la esencia social lograda en el Normalismo. Veamos algunas ideas.

 

 Por ahora, la mayoría de los directivos logran su especialización en la práctica cotidiana, en la relación con los integrantes de la comunidad escolar –maestros, padres de familia y alumnos, fundamentalmente- práctica que adicionan, en muchos casos, con lecturas especializadas para participar, con elementos válidos y de apoyo didáctico, en su compromiso de guiar las tareas del recientemente activado Consejo Técnico Escolar (CTE), al que se eliminan obras administrativas y sociales, que fueron y en muchos casos siguen siendo el sustento de su actividad, sin ser su cometido que es eminentemente pedagógico, didáctico.

 

 Al igual que el docente, el director de escuela funcionaba y daba los resultados posibles en la mejora del aprendizaje, prácticamente abandonado a su empeño y suerte. Afortunadamente, de unos años a la fecha –me tocó participar en ello como directivo- las altas autoridades federales y locales se abocan a emplear las bondades renovadas del CTE, para afinar lo que se denomina ahora, la ruta de mejora, que es básicamente el empeño colaborativo de los docentes por dar buenos resultados en el aprendizaje de sus alumnos, afinando las metodologías de la enseñanza, bajo la batuta y el apoyo técnico del director.

 

 Pero ¿Cómo evaluar al director? Esto debiera surgir de la preparación que se le ha impartido. Ya habíamos apreciado que, para conocer las condiciones de su liderazgo, se requiere realizar evaluaciones, mediante un preciso marco metodológico, en que el enfoque cualitativo sea el fundamental. Realizar un diseño de investigación no experimental -investigación Ex Post Facto- en donde los cambios en la variable independiente –el director- ya ocurrieron y el investigador se limita a la observación de escenarios ya existentes, ante la imposibilidad de influir sobre las variables y sus efectos”. (1)

 

En el caso nuestro -México- la Reforma Educativa se realizó para fortalecer el papel de la educación en la reducción de las desigualdades sociales mediante, el desarrollo integral de los mexicanos para contar con un capital humano preparado, mismo que sea fuente de la innovación en todos los terrenos de la actividad y lleve a todos los estudiantes a su mayor potencial. Para ello urge propiciar, a través de políticas y programas de apoyo, los modos para que la sociedad reciba una educación de calidad –en todos los niveles- que contribuya de manera significativa al desarrollo económico, social, político y cultural del país.

 

 En esa tarea, el directivo tiene un encargo de primer nivel. Ya señalamos que sin liderazgos eficaces, es difícil avanzar en el bienestar de las comunidades, como de los estados o países. De allí que la evaluación debe tocarle. Sin embargo, dicha evaluación no puede tener carácter punitivo y en lo posible, surgir de evaluaciones previas del desempeño, su participación en la mejora de la enseñanza y los resultados en el aprendizaje.

 

Ya hablamos de como debiera ser dicho empeño evaluador en sus partes formales. Entendemos que también sería longitudinal y de evolución de grupo. La evaluación del cambio es tema de los que más interesan en la investigación educativa. Tiene la meta de descubrir las razones por las cuales un director –en este caso- avanza de una realidad a otra. A partir del interés de medir y analizar los cambios en los aprendizajes, surgen los estudios longitudinales, que consisten en la evaluación de una característica de la persona o grupo de personas, a lo largo de un tiempo preciso.

 

Dichas evaluaciones proporcionan información del estado de tal característica en diferentes momentos del tiempo –en nuestro caso el liderazgo- para estudiar los cambios producidos a lo largo de ese período. Es así como se espera, por otro lado, que a partir de los hallazgos del estudio, se identifiquen ámbitos para la mejora, y se definan las competencias para optimizar las capacidades de la persona o los grupos.

 

 En el caso de los directivos, es interesante conocer –ya lo anotamos- dentro de un período de tiempo, cuáles son sus habilidades y conocimientos en áreas correspondientes a su función y cómo evolucionan al final del período señalado. Si se logran evidencias de progreso, analizar cuáles fueron los factores que lograron impulsarlos y como se reflejan en los resultados escolares, medidos por el CTE –en el caso de nuestro país-. Esto serviría para ser más puntuales en la evaluación, encausándola a regiones –así coincidan dos o más estados en ellas- para que sepamos después, que apoyos, cursos, materiales y demás habría que poner a mano de los directores –por región y contexto- para que logren los resultados esperados de su gestión, al frente de los CTE de las escuelas en que presten sus servicios.

 

 Es innegable que, tras ese esfuerzo puntual por ofrecerles los elementos necesarios para el desarrollo de su gestión, habría que construir una evaluación de otro tipo, que nos diera información de resultados sí, pero sobre todo del desempeño del director, de su entrega a la tarea, de su decisión por avanzar.

 

No esperemos resultados inmediatos en educación, como tampoco se logran en otras actividades, incluso empresariales. La ruta oficial está en lo justo: la evaluación es necesaria y puntual. Sin embargo, las consideraciones deben ir por delante, en el caso de los directivos. Ya están los plazos dados por la legislación de la Reforma Educativa. Por supuesto que deberán cumplirse, pero ¿Será conveniente que se aplique ese tipo de evaluación primero? ¿No convendría antes diagnosticar que hacer, para que los directivos sean verdaderos impulsores del cambio educativo?

 

 Aquí va una propuesta -de seguro habrá más- para mantener el interés por avanzar hacia la ruta de mejora, que ahora construyen con pocos medios, en cada CTE y auxiliar en su aplicación, con afán de un aprendizaje significativo y eficaz. El país no está para perder recursos –de ningún tipo- sin los diagnósticos que nos lleven a buen puerto, educativo en este caso. Salvemos las distancias de la sociedad de la información a la del conocimiento. Urge este paso.

 

Puebla, 27 de junio de 2015

 

V_barcelo@hotmail.com

 

(1) Ver: http://es.scribd.com/doc/38757804/Metodologia-de-La-Investigacion-Hernandez-Fernandez-Batista-4ta-Edicion#scribd

https://www.alainet.org/es/articulo/170769?language=es
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