Apuntes en torno a la línea general del PCS (junio de 1977)

19/06/2015
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En junio de 1977 circula en los medios sindicales y universitarios,  un documento del Partido Comunista de El Salvador, PCS, en el que se enumeran los principales lineamientos de su visión estratégica, cuatro meses después del violento desalojo realizado por la dictadura militar  en la Plaza Libertad, hecho  que puso fin a sus once años de participación en la lucha política electoral y abrió la puerta  a su posterior ingreso a la lucha armada.

 

A continuación hacemos un resumen de este importante documento, seguramente escrito por Schafik Handal, que nos permite adentrarnos en la visión en ese momento de los comunistas salvadoreños, y contrastarla con los avances alcanzados en la actual situación de un segundo gobierno de izquierda.

 

La Revolución Democrática Antiimperialista

 

El documento se divide en nueve apartados. El primero trata sobre la caracterización del tipo de revolución. Plantea que existen “dos revoluciones hacia el socialismo: -revolución democrática antiimperialista (Revolución Nacional Liberadora, Agraria, Democrática y Popular) y Revolución Socialista. Una constituye nuestro Programa Mínimo y la otra nuestro Programa Máximo.”

 

El segundo describe ocho tareas de la etapa de la Revolución Democrática Antiimperialista, las cuales son las siguientes: la primera es la de “derrocar la dictadura militar de derecha que deviene más y más en dictadura fascista, destruir su aparato burocrático-militar y establecer el gobierno democrático-revolucionario de las fuerzas populares encabezadas por el proletariado y su Partido.”

 

A continuación la de “asegurar la libertad y los derechos democráticos para las masas trabajadoras y el pueblo en general.” Como tercera tarea la de “resolver el problema agrario y campesino, mediante una reforma agraria profunda.”

 

Como cuarta tarea la de  “liberar al país de la dependencia política y económica del imperialismo, poniendo fin al predominio económico y a toda forma de influencia política de los monopolios y de los Estados imperialistas y de la gran burguesía salvadoreña (oligarquía).” Esta es una tarea estratégica pendiente y mucho más compleja en el marco de la actual globalización neoliberal, y de un  presidente estadounidense como Obama que despliega una política de “cooptación” más que de “rechazo” hacia el proyecto revolucionario salvadoreño. Es un imperio que nos esconde el garrote y nos ofrece zanahorias.

 

Como quinta tarea la de “elevar las condiciones de vida materiales y culturales del pueblo.” Como sexto desafío el de “emprender el acelerado desarrollo económico, social y cultural independiente de nuestro país.”

 

Como séptimo desafío el de “establecer una política internacional independiente, orientada a la defensa de la paz, la solidaridad con todos los pueblos en su lucha por su liberación o por la defensa o recuperación de sus riquezas naturales…” Y finalmente la tarea de “asegurar el paso al socialismo sin agotar previamente el desarrollo del capitalismo.”

 

El sujeto social de la revolución democrática antiimperialista

 

El tercer apartado define al sujeto social de la revolución democrática antiimperialista, que en aquella ya lejana época se conocía como las fuerzas motrices. Plantea que  estas son “el proletariado (urbano y agropecuario); los campesinos y las capas medias. La fuerza revolucionaria principal es el proletariado. Los campesinos (en particular, los semi-proletarios o campesinos pobres) son el aliado principal del proletariado, y la alianza obrero-campesina esta llamada a dar fundamento sólido a la lucha por conquistar la dirección del movimiento revolucionario por el proletariado y su Partido, a proporcionar el grueso de las fuerzas de la revolución y a constituirse en su garantía de firmeza y consecuencia hasta el fin ,en la garantía para el avance ininterrumpido hacia la etapa socialista de la revolución.”

 

Establece el documento que “la burguesía no es fuerza motriz de la revolución, pero algunos sectores de ella pueden ser atraídos como aliados temporales a la lucha por la democracia y en defensa del interés nacional frente al imperialismo; otros sectores de la burguesía pueden ser neutralizados.”

 

Los enemigos de la revolución democrática antiimperialista

 

En el cuarto apartado se define como los enemigos principales de la revolución democrática antiimperialista al “imperialismo yanqui y sus sirvientes (en El Salvador, en los países de Centro América u otros de América Latina)” así como  “la gran burguesía y los grandes terratenientes de nuestro país y sus sirvientes.”  Y agrega que “su forma de dominación política desde diciembre de 1931 ha sido la dictadura militar de derecha, que está hoy en vísperas de transformarse en dictadura fascista abierta.”

 

Sostiene el documento que “los demás sectores de la burguesía y de los terratenientes son enemigos secundarios de la revolución y debe buscarse su neutralización o, su atracción como aliados temporales del proletariado.” 

 

Señala que tal política de alianzas debe basarse en que por una parte “únicamente serán expropiados por la revolución democrática los grandes terratenientes, los grandes burgueses y los monopolios imperialistas” y por la otra en que “sectores burgueses no oligárquicos pueden estar interesados al menos en ciertos momentos, en la lucha por la democracia, o verse obligados a defender sus interese económicos frente a los imperialistas o la oligarquía, y lo harán si las fuerzas revolucionarias son fuertes y compactas.”

 

El documento opina que “los enemigos principales de la revolución con frecuencia no forman un bloque cohesionado y compacto, y por ello, es condición indispensable, para elaborar una táctica acertada del Partido, diferenciar a los enemigos principales según su conducta política concreta, y determinar, en cada momento, el enemigo principal más peligroso contra el cual es necesario concentrar la punta de la lucha revolucionaria para aislarlo, debilitarlo y derrotarlo.”

 

Agrega que “los sectores menos peligrosos del bloque de enemigos principales, pasan a ser, temporalmente, enemigos secundarios; ello exige aplicar una política de neutralización  de los sectores menos peligrosos del bloque de enemigos principales y realizar maniobras que activen sus contradicciones con los enemigos más peligrosos para aprovecharlas a favor de la revolución.”

 

Concluye en este punto que “la derrota del enemigo más peligros significa a menudo, la derrota del enemigo principal en su conjunto o lo debilita, facilitando su derrota total sucesiva,; la derrota del enemigo principal facilita la derrota ulterior de los enemigos secundarios de la revolución.”

 

La construcción del Frente Único

 

El quinto apartado explica que “la construcción del Frente Único democrático, antioligárquico y antiimperialista, es condición estratégica para la culminación de la revolución antiimperialista.”

 

“En este Frente estarán representadas las fuerzas motrices de la revolución, siendo cuestión vital la conquista de la unidad del movimiento obrero y de la alianza obrero-campesina, alrededor de una común plataforma de reivindicaciones inmediatas -económicas, políticas y sociales- y de un programa para la liberación y transformación general del país, en sentido favorable a los interese de la clase obrera”, señala el documento.

 

Subraya que “en la actual coyuntura de lucha contra los fascistas, que han devenido en el enemigo más peligroso, nuestro trabajo de Frente único también comprende la lucha por la unidad de las fuerzas democráticas y antifascistas incluyendo aquellas que no militan en posiciones antiimperialistas y antioligárquicas; complementando este trabajo con el aprovechamiento de las contradicciones en el campo enemigo.”

 

El problema del poder

 

El sexto apartado trata sobre la vía hacia el poder. Considera que “hasta donde se alcanza a ver en la perspectiva” como lo aprobara el V Congreso del Partido, realizado a principios de 1964, la Revolución democrática antiimperialista, habrá de realizarse por la vía armada. En marzo de 1968, el Comité Central concluyó que la forma más adecuada de la violencia armada para la toma del poder, en las condiciones de nuestro país, es la insurrección y no la guerra (prolongada).”

 

Agrega el documento con respecto a la guerra que “esta podría sin embargo realizarse con éxito por el gobierno revolucionario recién instaurado para defenderse del eventual ataque exterior. Concluye este apartado consignando que  en 1968 el PCS “aprobó los rasgos esenciales de la insurrección, y determinó algunas tareas fundamentales relativas  a su preparación.

 

Hay que señalar que la estrategia de Guerra Popular Prolongada era sostenida por las Fuerzas Populares de Liberación. Al final ni la tesis del PCS respecto a  la insurrección, que fue compartida asimismo por el ERP y la RN, ni la de las FPL de GPP se manifestaron como correctas. Y la realidad impuso la Guerra Popular Revolucionaria.

 

Y reitera el documento la tesis insurreccionalista al afirmar que “ahora como resultado del proceso vivo de la lucha de clases –y con la comprensión de la mayoría de nuestro pueblo, que ha hecho en ella su propia experiencia-surge la insurrección popular como la única vía posible para conquistar el poder.”

 

Sobre formas de aproximación a la Revolución Democrática Antiimperialista

 

El documento con base a la experiencia internacional y nacional define posición ante la posibilidad tanto de un Gobierno de Apertura Democrática como uno de Transición. Sobre el primero establece que “se limita a restablecer, más o menos consecuentemente, el juego de las libertades democráticas: más para la burguesía que para el proletariado y los campesinos; más para las fuerzas reformistas y menos para las revolucionarias; más para el centro y la derecha y menos para la izquierda.” Considera que este tipo de gobiernos “se encuentra bajo la hegemonía de la burguesía democrática o de los sectores ascensionales y “moderados” de la pequeña burguesía.”

 

Por su parte, los gobiernos de transición, son “más avanzados, abren mucho más libertades democráticas para las masas trabajadoras y la izquierda, tienden a apoyarse en ellas y emprenden la realización de reformas dirigidas en un sentido anti-oligárquico y anti-imperialista, incluso llegan a restringir la libertad para la gran burguesía y los representantes y sirvientes del imperialismo…”

 

Considera que ambos tipos de gobierno “surgen como salida de crisis políticas agudas del poder oligárquico-imperialista, en condiciones en  las que la correlación de fuerzas es muy adversa para las fuerzas revolucionarias y/o marcha en retraso la organización y conciencia revolucionaria del proletariado, es débil o no existe su Partido de vanguardia, y no ha alanzado el proletariado revolucionario la dirección del movimiento popular.”

 

Asegura el documento que este tipo de gobiernos “significan un debilitamiento del poder oligárquico-imperialista y, por consiguiente, encierran la posibilidad de que el movimiento revolucionario avance e incluso lleve al proceso hasta la realización democrática antiimperialista.”

 

Sostiene que “en nuestro país, las experiencias de 1944, 1948 y 1960, fueron “aperturas democráticas”; las de 1944 y marzo de 1972 pudieron dar origen a un “gobierno de transición.”

 

Afirma como línea política, como táctica a seguir por el PCS la de “luchar activamente por realizar las posibilidades de aproximación a la revolución democrática antiimperialista, mientras la correlación de fuerzas y demás condiciones no son favorables para el triunfo inmediato de la misma.”

 

Añade que “el Partido puede plantear en todo momento, una consigna revolucionaria de poder a la clase obrera y a todo el movimiento popular, mostrarle siempre la perspectiva final del socialismo al proletariado y a las capas avanzadas del pueblo, clarificándoles la relación que hay entre su lucha actual y esa meta superior; esto permite elevar sucesivamente, la organización y la conciencia de las masas…”

 

La lucha por la democracia y el problema del poder

 

En la octava parte de este documento se amplía sobre la concepción del PCS de vincular lucha por la democracia con lucha por el poder y en el marco de la polémica entablada con las FPL y las otras organizaciones revolucionarias hermanas.

 

Se argumenta que “el problema del poder no surge, pues, únicamente “cuando llega la hora del proletariado” dándole mientras tanto, la espalda al proceso vivo y concreto de la lucha de clases, a sus coyunturas críticas, a las situaciones revolucionarias incompletas o, a aquellas que llegan cuando no estamos del todo preparados, que es en esencia, la tesis del BPR y otras agrupaciones ultra-izquierdistas, cuando opinan, en apariencia radicalmente, en el sentido que no es revolucionario luchar por un gobierno democrático.”

 

Afirma que fueron estas concepciones “respecto a la lucha ´por la democracia y al problema del poder, son las que los llevaron a volver por completo la espalda a las grandes batallas revolucionarias de las masas, en relación con las elecciones presidenciales de este año.”

 

Reitera el documento del PCS que los gobiernos de apertura o de transición “no son etapas ni siquiera fases sucesivas obligatorias, sin cuyo cumplimiento previo, la revolución democráticas antiimperialista no puede realizarse, sino que son salidas democráticas burguesas, o pequeño burguesas, por lo general efímeras, que , independientemente de nuestra voluntad, actuando o no los comunistas, suelen encontrar en sus puntos más agudos la crisis política de la dictadura militar de derecha en nuestro país, según lo ha mostrado la experiencia de los últimos 33 años…”

 

Considera que “este trabajo consciente por realizar las posibilidades objetivas de una “apertura” o “transición “es lo que puede convertir tales “interrupciones” en ruptura creciente del viejo poder y, por consiguiente, en auténticas vías de aproximación a la revolución democrática antiimperialista.”

 

Enfatiza en que no existe ninguna “muralla china” entre la revolución democrática antiimperialista y la revolución socialista, ya que “como lo ilustra la experiencia cubana, la realización consecuente de la primera conduce, necesariamente, a la segunda, sin solución de continuidad.; a tal grado se funde una con la otra que, tomado el proceso de ambas revoluciones en  conjunto, la ejecución del programa de las transformaciones democráticas antiimperialistas aparece como la realización de tareas iníciales de una sola y misma revolución, la revolución socialista.”

 

La conquista de la dirección del movimiento popular

 

En el último apartado se definen tres grandes tareas orientadas a lograr por parte “del proletariado y su Partido” la conquista de la dirección del movimiento popular. La primera tarea es la de “educar revolucionariamente  a la clase obrera (educación política y elevamiento de su temple combativo), determinando en cada etapa donde debe ponerse el acento principal de esta educación: en los sindicatos o en las organizaciones ilegales y la preparación de la insurrección.”

 

La segunda tarea estratégica es la de “ganar a las grandes masas campesinas, principalmente  a los semi-proletarios y demás campesinos pobres, para marchar como aliados fundamentales del proletariado hacia la revolución democrática antiimperialista.”

 

Y como tercer tarea “impulsar enérgica y sistemáticamente un trabajo correcto por la construcción del Partido y la J.C. entre el proletariado urbano y rural, entre los campesinos y entre las capas medias urbanas (principalmente, entre sus sectores asalariados).”

 

Y concluye el documento en relación a la necesidad de fortalecer el PCS a través de “multiplicar sus vínculos con las masas, elevar su carácter clasista, la combatividad y al disciplina, profundizar en el estudio del marxismo-leninismo y en la experiencia revolucionaria internacional, luchar sistemáticamente contra todas las manifestaciones de la ideología pequeño-burguesa y burguesa, en el Partido y en el movimiento revolucionario.”

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/170512?language=es
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