La cuarta fuerza electoral

12/06/2015
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La transformación del Movimiento Regeneración Nacional en la cuarta fuerza electoral en su debut de esta naturaleza, apenas dos puntos porcentuales abajo del muy vapuleado y aún más desacreditado Partido de la Revolución Democrática, es un hecho que podría recomponer por supuesto que más para bien que para mal, el mapa político-electoral del país, en dependencia de las conductas y políticas que pongan en juego sus dirigentes, destacadamente Andrés Manuel López Obrador.

 

Subrayar el papel del tabasqueño de Macupana no es para subestimar el que juegan hombres y mujeres destacados, ni tampoco para recuperar la explicación facilona de los abundantes críticos de AMLO, tanto por respetable análisis y convicción como por deleznable comisión, de dibujar un liderazgo al que se someten sus pares sin discusión ni debate.

 

Por el hecho de ser uno de los dos políticos principales hasta hoy en México, resulta natural que esté en el centro de las impugnaciones, amén de los errores políticos cometidos a lo largo de un cuarto de siglo de ser un protagonista de primera línea y hasta singular.

 

En abono a lo anterior es oportuno recuperar una experiencia que me compartió el candidato a gobernador para Colima, José Francisco Gallardo, quien pese a no ser el precandidato que impulsaba López Obrador, cuando los dirigentes de Morena le informaron en la capital del estado sobre sus simpatías por el general, simplemente acató la decisión que tomaron. Y eso que Gallardo Rodríguez era o es un crítico de Obrador.

 

Morena se sitúa, además, como el partido que llegó por primera vez a las urnas y se instaló en serio, además de convertirse en la primera fuerza política en la capital mexicana.

 

Otro partido que sorprendió a todos fue Movimiento Ciudadano con la política de usar la franquicia al servicio de una diversidad de candidatos. Esto le permitió ganar Guadalajara y junto con el Distrito Federal y el estado de Nuevo León significa que las tres metrópolis del país no serán gobernadas, cuando menos formalmente, por los partidos grandes que dieron vida y sustento al modelo político del tripartidismo que operó con variaciones desde fines de los años 80 y quedó consolidado con la derrota del tricolor en las legislativas de 1997.

 

Fue aquel modelo tripartidista el que hizo posible el Pacto por México, rumbo gubernamental que aparte de las supuestas o reales bondades, multiplicó la conflictividad social del país por la forma inconsulta en que se impuso la docena de reformas estructurales, particularmente la energética y la educativa.  Y también fue el gran perdedor en términos relativos y absolutos en la jornada dominical, en el siguiente orden: PRD, Acción Nacional y Revolucionario Institucional.

 

No resulta una exageración de Martí Batres decir que con Morena emerge la oposición, en el Legislativo y en espacios del Ejecutivo, por más que él lo enunció en el Canal 2 en forma un tanto tosca. Pero se anotó un 10 cuando hizo ver a un molesto y fatuo Joaquín López-Dóriga lo elemental, que su trabajo es político, pues el conductor acostumbra hablar como ciudadano y en nombre de la ciudadanía.

 

La jornada poselectoral todavía tiene camino por delante y acaso no alterará las principales coordenadas sino las acentuará. Y el dato clave que no cambiará es que las izquierdas por exigencias de ley (Morena) y por decisión política propia (PT y MC) acudieron separadas o en alianzas, hoy están confrontadas hasta la fragmentación. Pero muy a tiempo de construir caminos de unidad en la acción y abrir el debate que ilustre a dirigentes y militancia que no hay futuro sin modificar de raíz el estado actual.

 

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