Imaginar el colapso
- Opinión
Imaginemos un mundo sin petróleo. O, mejor dicho, pensemos qué sociedades y economías podrían existir si no hubiera combustibles fósiles baratos, abundantes y versátiles. Supongamos cómo viviríamos con un consumo de energía mucho menor que el actual. Tratemos de imaginar qué sistemas políticos, trabajos, tecnologías y valores serían posibles tras el colapso del capitalismo global. Repensemos el papel del Estado, de los movimientos sociales y de las formas de relación con el entorno. Y todo ello, en el marco de una crisis de civilización que ya no tiene vuelta atrás.
Eso es precisamente lo que han hecho Ramón Fernández Durán y Luis González Reyes en su libro En la espiral de la energía (Libros en Acción y Baladre, 2014), con el que nos proponen analizar —como se señala en el subtítulo del primero de los dos volúmenes que componen esta obra— la “historia de la humanidad desde el papel de la energía (pero no solo)”. A partir de una perspectiva histórica que empieza en el Paleolítico y llega hasta los inicios del capitalismo, avanza después desde la Revolución Industrial a “la era trágica del petróleo” y, finalmente, culmina con la caracterización del crash global que hoy vivimos, los autores demuestran la inviabilidad de un sistema socioeconómico que necesita aumentar el consumo energético y de materiales para continuar con su lógica de crecimiento y acumulación. Todo ello, con la idea de que “seamos capaces de construir sociedades justas, democráticas y sostenibles en este tiempo de cambio civilizatorio que estamos viviendo”, ya que “llegar a imaginar la catástrofe como algo que puede ocurrir es la mejor forma de evitar lo peor”.
“No os va a gustar leer este libro”, decía el otro día Carlos Vidania en la presentación en Madrid. Y así es, en cierto modo, porque de su lectura solo puede extraerse una conclusión: el final del capitalismo global y el colapso civilizatorio son inevitables. Fenómenos actuales como el declive de los precios del crudo, en contra de lo que pudiera parecer, no cuestionan sino que avalan esta tesis: hoy estamos viviendo una explosión de la burbuja del petróleo motivada por la caída de la demanda y la bajada de inversiones como consecuencia de la poca rentabilidad y calidad de los yacimientos existentes —esta es la razón por la que Repsol ha abandonado las prospecciones petrolíferas en Canarias—, que no hace sino avanzar otra nueva recesión y dibuja una perspectiva en la que, con bruscas subidas y bajadas, irá incrementándose progresivamente el precio de los hidrocarburos. Este proceso no va a ser sencillo y en él, al menos en una primera fase —cuyo punto de inflexión se sitúa en torno a 2030, que es cuando predicen que decaerá notablemente la energía disponible—, “los escenarios van a ser muy duros y las opciones de cambios emancipadores serán pequeñas”. Por eso, escriben los autores, “sería un error histórico autoengañarnos proyectando posibles futuros alentadores que es difícil que sucedan”.
“Esperamos no tener razón en los escenarios que planteamos en el libro”, afirma Luis González parafraseando a Ladislao Martínez, compañero ecologista y activista social recientemente fallecido, que solía decir que “un ecologista es una persona a la que gustaría tener menos razón de la que realmente tiene”. Y es que, sin duda, el panorama que nos plantea En la espiral de la energía es muy sombrío. “El declive energético va a marcar un punto de inflexión histórico ineludible: el colapso del sistema urbano-agro-industrial y es posible que también de la civilización dominadora que comenzó hace unos 6.000 años”, leemos en el capítulo final del libro, lo que va a implicar “la quiebra de la organización social, del modelo económico y de los valores imperantes”.
Eso sí, al mismo tiempo, como dicen los autores en la introducción, “el texto está preñado de esperanza, la que surge de saber que, mediante el trabajo colectivo consciente y empático, es posible construir un mundo diverso, sostenible, justo y solidario sobre las ruinas de esta civilización”. Porque la historia nos enseña que en ocasiones ocurren cosas improbables, que a veces pequeñas perturbaciones pueden provocar grandes cambios. “Colapso no es sinónimo de apocalipsis”, afirman Ramón Fernández Durán y Luis González Reyes, “la crisis civilizatoria también es una ventana de oportunidad para cambios ecomunitarios”. Así, en lo que llaman el Largo Declive, que previsiblemente durará muchas décadas, “los movimientos sociales seremos capaces de alumbrar espacios de colaboración en un nuevo contexto”, ya que “sociedades con menos energía son sociedades con menos capacidad de dominación”.
“Necesitamos imaginar el futuro, por duro que sea, para poder encararlo con más posibilidades de éxito emancipador”, concluyen los autores. Y efectivamente, como dijo hace unos años Miguel Romero, editor de Viento Sur, en una de las presentaciones de La quiebra del capitalismo global 2000-2030, “sin esa imaginación, que no es un territorio de certezas, sino de hipótesis y debates, no es posible construir un proyecto de revolución social para nuestra época”. Ahí, justamente, cobra todo su sentido este libro, que se constituye como una “invitación al diálogo colectivo para buscar y construir nuevas estrategias e iniciativas”.
Lunes 1ro de junio de 2015
Pedro Ramiro (@pramiro_) es coordinador del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) – Paz con Dignidad.
Libre Pensamiento, nº 82, primavera de 2015)
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