La policía y las trampas republicanas

27/05/2015
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 El colonialismo republicano siempre justificó con rapidez y prestancia, con eficacia y eficiencia, deshacerse de los sectores pobres y mayoritarios que perjudicaban a sus intereses, es decir a los intereses del Estado republicano. Miles, quizás millones, de muertos por masacres y asesinatos de indígenas y mineros. O en términos de la legalidad republicana “relocalización” de 30.000 mineros cuando ya no servían a esos intereses. Obreros que eran productivos, y que alimentaban a este país con miles de millones de dólares. Expulsados a la calle en nombre del Estado republicano neoliberal. Las excusas las de siempre: productividad, ganancias, rentabilidad y un largo etc legalista leguleyesco de los tinterillos alto peruanos republicanos. Esos mismos tinterillos son uno de los obstáculos para el avance de este proceso de cambio, porque las trampas legalistas son las que más dañan y frenan toda posibilidad de realizar cambios, nuevos rumbos a las instituciones. Esos ejércitos de tinterillos legalistas republicanos, corrompen con la lentitud de sus mentes republicanas, a todas las instituciones.

 

Se puede cambiar a la policía, porque se pudo expulsar a 30.000 mineros que producían miles de millones de dólares para el país que después les despreció. Entonces no es difícil expulsar a unos miles de policías, además improductivos y corruptos. Las diferencias son enormes si de intereses se tratara. Pero los abogadillos dirán que no es posible, pues son tantas las trampas legalistas que es imposible razonar de velocidades modernas con estas especies coloniales. Por supuesto que se puede; pero los intereses oscuros siempre son las constantes en la república colonial.

 

 Es evidente y parte de folklor sonreírnos de la policía. Todos los días vemos sus corruptas formas de convivir con la población, todos los días y en todas las instituciones y calles de cualquier lugar del país. Pero la inutilidad y la inercia de las legalidades coloniales son más fuertes, que las intenciones y los deseos de millones de bolivianos. Las trampas mentales y costumbristas de la legalidad republicana, siguen siendo la nota más importante en estos procesos de cambio, pues las leyes nada han cambiado, sino sólo sus formulaciones teóricas y políticas. Por eso no es raro que todos los ministerios estén inundados de estos ejércitos de abogados, nada raro. Y de estos temas que son cruciales, no hay investigaciones, no hay ensayos que reflexionen sus consecuencias. La realidad de la policía es una de esas consecuencias catastróficas y anti nacionales. Pero bueno, pero bueno, tenemos demasiados insumos para demostrar claridades y objetividades. Aunque no sirven de mucho frente a las costumbres y mentalidades clásicas. Al menos seguiremos haciendo literatura increíble, en un país que se desangra desde siempre por falta de un poco de criterio y sentido común.

 

 La policía es una institución insalvable. Con poder de violencia justificada desde el Estado, y con la legalidad estatal. Exactamente lo que quieren los jefes de la impunidad. Todos los saben, absolutamente todos. Y todos se hacen de la vista gorda, nadie quiere arriesgarse a meterse con esas sombras oscuras. Nadie quiere cambiar esos espectros, mejor seguir nomás con los discursos y las quimeras. México y otras realidades de centro América, ya nos demostraron hacia dónde vamos con esas actitudes. Es decir, sin no hay una cirugía más radical, que se puede, de nada servirán las pantomimas de siempre. Absolutamente de nada. Eso también está cantado desde siempre. Así, pues se cierra siempre las tragedias de las herencias costumbristas coloniales republicanas. En fin.

 

Difícil extirpar un cáncer ya avanzado, hay que quemar todo el cuerpo. No existen especulaciones al respecto. La policía debe ser extirpada o quemada, cambiada de raíz si es que no queremos que los resultados sean monstruosos, que ya lo son hace mucho tiempo. Los municipios deberían tener sus propias policías, ya que las descentralizaciones pueden ayudar a no centralizar demasiado el poder, ese poder absoluto que se concentra en pocas manos impunes que van más allá de los mismos gobiernos. Pero bueno, pero bueno. Cómo uno extraña las revoluciones o las revueltas, donde sí se pueden cambiar las cosas de raíz. Ni modo, ni modo.

 

La Paz, 26 de mayo de 2015.

https://www.alainet.org/es/articulo/169928
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