Monseñor Romero: Nuestro Santo

25/05/2015
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Lo siento cerca, cerca de mí, cerca de los pobres, cerca de los movimientos populares, cerca de sus luchas, cerca de la vida y de las circunstancias por las que estaba pasando su pueblo el Salvador, en esos momentos. No lo veo cerca del poder, ni de la oligarquía, ni de los que discuten las estrategias de la guerra para ganar el poder. Lo veo simple y llanamente defendiendo la vida de los que morían todos los días por defender una vida un poco más digna, frente a un poder abusivo que quería seguir manteniendo a un pueblo aplastado. Tenía sus programas de radio, y cuando hablaba cualquiera podía ir caminando por la calle y siguiendo sus palabras porque todos lo sintonizaban.

Al ponerse del lado del débil, del indefenso tomaba postura y sin intentarlo se ponía enfrente, en contra de los  que ejercían el poder. Pero Monseñor Romero no siempre fue así. La injusticia, el crimen disfrazado de legalidad,  el sufrimiento de las madres que perdían a sus hijos por ser jóvenes y estar en la pobreza, la muerte del P. Rutilio Grande junto con su catequista  y un joven que los acompañaba, le fue cambiando, le fue abriendo los ojos. Si desde un principio hubiera sido como terminó, nunca hubiera llegado a ser Arzobispo del Salvador. Era tímido, sencillo, poco metido en los juegos del poder sea de las derechas o de las izquierdas, pero la  situación de injusticia en que vivía El Salvador le fue golpeando. El P. Rutilio Grande, jesuita, era vocación de Monseñor Romero, lo conocía muy bien, no lo podían engañar con descalificativos de  cura rojo, revolucionario, guerrillero y lo asesinaron. Bien dicen que Dios habla en la vida y por la vida, y esa palabra de Dios fue como un grito para Monseñor Romero. Después hubo varios  sacerdotes más que murieron, antes de que él cayera. Pero si caían los sacerdotes imagínense como caerían los demás solo por el simple hecho de organizarse, de reclamar sus derechos.  Todas esas palabras vivas fueron semillas que en Monseñor Romero cayeron en buena tierra y dieron el  ciento por ciento. Y de ahí que hablara con fuerza condenando los asesinatos y conminando a las fuerzas armadas y policiales para cumplieran con el mandamiento de No Matar. Pero lo que colmó el vaso fue cuando llamaba a los soldados a la desobediencia a sus superiores diciéndoles que antes que a los hombres tendrían que hacer caso a Dios y exclamando “cese la represión”.

Varias veces lo habían amenazado de muerte y sabía que su vida estaba en peligro, y  su vida profética le trajo también dificultades al interior de la Iglesia. En alguna ocasión no fue recibido en Roma y cuando lo recibieron no lo hicieron con buena cara, se salía  del libreto  y mucho, y es que cuando te abres al Espíritu, como se abrió Monseñor Romero, ese Espíritu que es el del Padre y del Hijo te hace profeta y el profeta se sale del libreto y molesta a mucha gente sobre todo a aquellos que nos sentimos cómodos y tranquilos cumpliendo nuestros papeles. Acordándome de las palabras de Jesucristo cuando volvían sus discípulos de predicar por los pueblos “Yote bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a los pequeños”(Lc.10, 21) En la Iglesia jerárquica estamos llenos de sabios e inteligentes y  nuestra salvación está en acercarnos a  los pequeños. Y Monseñor Romero se acercó a los pequeños y a  la situación de opresión y de represión por la que estaban pasando. Dejó de ser sabio e inteligente y por eso se hizo profeta de todos. Y lo llamaba “nuestro santo” porque todas las luchas que han tenido los pueblos sud- americanos por conseguir una vida más digna, esas que muchas veces terminaron ahogadas con las represiones de fatales dictaduras como las del Chile de Pinochet, las de Argentina con Videla y la Junta Militar, Brasil también con la dictadura militar, el pueblo de Nicaragua con Somoza y tantas otras, sin entrar al plano de la corrección política de las mismas, tenían que tener un santo, y ese santo era ya, pero ahora lo es oficialmente para todos los que luchan por una mayor justicia y dignidad Monseñor Arnulfo Romero. Beato Arnulfo Romero ruega por todos los que ahora siguen luchando por mayor justicia y dignidad.

Jaén, 23 de Mayo de 2015

Paco Muguiro Ibarra S.J.

pmuguiro@gmail.com


 

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