Corrupción versus aristarquía en transición socialista cubana

15/05/2015
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En un momento complicado de las conversaciones bilaterales para la normalización de las relaciones diplomáticas entre Cuba y los EEUU la corrupción es un dispositivo muy efectivo de subversión angloestadounidense.

 

Su sentido escabroso del acopio ilegal, la concibe relación tóxica, no endémica del modelo socialista cubano. La heredamos del orden político burgués, ya desmantelado hace medio siglo. Se reajustó, en la transición socialista, mediante corporativismo sinuoso –a veces no tanto-, que socava cualquier vínculo sociorelacional.

 

La cadena interactiva de la corrupción, confronta al insuficiente control institucional del país, articulándose con la zona de vulnerabilidad social mucho más de lo que ingenuos, perezosos, incapaces mal ubicados y “monjes en retiro” con salario estatal, dentro del marasmo que tensionó la, de por sí difícil, década de los 90’s en Cuba, pudieran imaginarse. Vemos a la corrupción mediando en plantillas empresariales, planes de desarrollo, asignaciones, políticas de atención a ciudadanos; y hasta en el destino de éstos.

 

La base subjetiva de la corrupción está en el control de poder, a determinada escala; nunca demasiado alta, porque puede ser visible. El poder, dentro del lucro, malversa riqueza acumulada de, y para todos. Mientras más sectorializada, menos visible a los ojos de la sociedad. Los corruptos “mandan” evitando tomar decisiones; ser decisorio da visibilidad social. La corrupción forma un enlace de signos con la misma significación, que interactúa para gestar, también, otros modos relacionales tóxicos que pueden expresarse en cualquier sociedad, con independencia de la praxis política que organice al modelo de cultura o sociedad.  A menos sustentabilidad por equidad, en producción y distribución, más trastornos para la justicia social, que no deberá interpretarse igualitarismo; linde del caos. Porque ni la corrupción olvida su Historia.

 

Ámbito para operatividad de la corrupción en transición socialista cubana

 

La voluntad socialista se dilucida en democrático, permanente y amplio consenso del poder. El ámbito que permite a un modelo de sociedad servir a la conformación selectiva de signos y significaciones –sistemas semióticos- para fundamento cultural, a reproducir en orden político socialista implica que:

 

1. El análisis crítico, históricamente contextualizado, ayuda a convertir información en conocimiento; pero no a la conciencia del proceso, si este no va en pos de praxis política para reconfigurar o desmantelar articulaciones relacionales previas, si fuese necesario. Nos referimos al “establecimiento de una aristarquía, es decir, al poder de los que saben criticar” ; y a la socialización ética de esa praxis. La dificultad material y cultural que nos resta, es –aún- hija adoptiva de la simplificación de las complejidades. La corrupción se pretende propietaria de la zona de vulnerabilidad social desde -antiguas y nuevas- formas de relación para desigualdad. La búsqueda de poder que beneficie a la corrupción es intención –también política- de un determinado estrato o clase social. Cuando una revolución radical no hace un suficiente análisis crítico, de su fundamento cultural para aprovechar, desechar, o reconfigurar lo consensuado durante hegemonía burguesa, ya desmantelada, el orden político al no poder dilucidarse a sí mismo fundamento cultural, puede pasar a la emergencia del dogmatismo, que en diversidad de gradaciones y consecuencias se extendió, relativamente, a nuestro proyecto en los 70s del siglo XX. Y dentro del socialismo “real” devino modo de dominación. Requerimos actualización crítica capaz de demoler articulaciones culturales desde memoria burguesa, hoy global en su hegemonía; que descubra bisagras entre desigualdad y corrupción, en la confrontación esencial del individuo subjetivado; consigo mismo, y en sus interacciones con otros.

 

2. Inferirse por sobre los otros; objetualizarlos, provoca confrontación antagónica entre lo propio, y las pertenencias colectivas en posesión; la categoría propiedad es relacional subjetiva, pero se plasma e intercambia en articulación con lo objetual. Así la corrupción restringe a la categoría apropiación a epifenómeno. Para que la intersubjetividad socialista, en vez de contribuir a la producción social de lo necesario, se limite a sustraerlo, mediante apropiación disfuncional del derecho de los otros; y que estos últimos, activen tolerancia a dicha trasgresión. No nos referimos, a la reacción intrusiva que expresan sujetos excluidos circunstancial o permanentemente del acceso, con equidad, a derecho, espacio o interacción alguna (como el niño que fastidia un juego de pelota porque lo dejaron fuera, al no poseer, materialmente, qué aportar). Sino al entuerto para soluciones privadas, de grupo o estrato social, por encima de los demás, para entre otros objetivos:

 

3. Sustraer lo consensuado en legalidad socialista –que es también una relación. Tenemos en cuenta los trastornos que aún manifiesta en nuestra sociedad la interpretación y aplicación, para esa legalidad socialista, del concepto o categoría propiedad en las interacciones subjetivas. Pero este debe pasar primero por un análisis crítico de la categoría apropiación, diferenciando, aún si en la abstracción, a la categoría posesión de la de propiedad, como articulación que conforma a la de apropiación. Dicha articulación es antagónica en la sociedad burguesa: define separación entre propietarios privados –propiedad privada-, y quienes están –ya totalmente “libres” de otra propiedad-, a merced de vender su fuerza de trabajo al dueño de los medios de producción para enajenación de su realidad y de la autoproducción de subjetividad; y así definir el derecho o no a propietarios. Es decir, como una de las articulaciones fundamentales para el orden político de la sociedad burguesa; bajo norma a priori de que, ser propietario y tener vínculo físico con las “cosas” desligadas de relación social, es la única forma de consumir (las) Será imprescindible corromperse, para el acopio de “cosas”/mercancías por encima de orden social y consenso relacional, en busca de auto inferirse y ser inferido como “propietario/consumidor privado” . En transición socialista este tema adquiere una importancia, a veces soslayada. La inferencia cultural y política para diferenciar lo mío de lo que es posesión compartida o ajena, resulta todavía un intríngulis a solucionar de manera políticamente culta y crítica dentro del socialismo cubano:

 

a) El inmenso plan de becas que emergió luego de la Campaña de Alfabetización en 1961, devino en laboratorio social para una nueva articulación entre posesión y propiedad desde categoría apropiación, llevando el peso de la organización política socialista, hacia conciencia de propiedad social en posesión colectiva, no sólo de los medios de producción -en tanto se intelige al Estado como depositario de su guarda y custodia, lo que provoca confusión y trastornos entre propiedad privada, o colectiva resumida en estatal. Voluntad política, decisoria, de producir una nueva realidad. La autoproducción subjetiva, es un propósito muy complicado en transiciones -o transición; según sea el punto de vista de Martínez Heredia o de Isabel Monal- socialista cubana. El Gobierno Revolucionario, siempre bajo tensión material extraordinaria, proveyó de sistémica a la enseñanza nacional, cuando derrumbó barreras de preferencia a la instrucción privada por encima de la pública, desarticulando a la primera. Centenares de miles de personas, fundamentalmente jóvenes accedieron a ese plan de becas que garantizaba instrucción escolar, ropa, calzado, libros, libretas, lápices, alimentación, transporte, atención médica, gratuitos; unido a una estrategia política para desmantelar la bisagra liberal entre posesión y propiedad, y definir un nuevo modo de interpretar a la categoría apropiación. ¿Cuál fue uno de los principales obstáculos de resistencia a los cambios, desde memoria burguesa? La disfunción subjetiva que confunde necesidad, con posesión y propiedad privada abstractas; sin análisis crítico sobre la relación con las “cosas” desde esa necesidad.

 

La mayoría de la población en precariedad arribó a los planes de la Revolución, con poca o ninguna conciencia respecto a tales categorías. La mano de la beneficencia en la sociedad civil burguesa, generalmente, lanza al aire el magro contenido de sus ayudas sociales, y los sujetos la abordan en “arrebatiña”, con garantía sólo para los más agresivos e inescrupulosos, que tiendan a acapararla para solventar control sobre las necesidades de los demás -reproducir dominación de la que fueron víctimas. No era de extrañar que en aquellos primeros años, lo que distribuía la voluntad política del proyecto socialista cubano fuese, relativamente, confundido por algunos, con el lanzamiento al aire de ofertas desde la mano de la beneficencia liberal ya desmantelada; y el acaparamiento sórdido se apropiase de algunos beneficiados. Los efectos de la guerra política y económica de Estado Unidos, junto a sus satélites, contra la naciente Revolución Cubana agravó esta disfunción; sin perder de vista cierta premura por parte de la voluntad política socialista misma, que provocó un desfase entre construcción de nueva realidad social -en lo material y lo simbólico-, y autoproducción de subjetividad pertinente a dicha realidad -en lo cultural-; a partir, por ejemplo, de sujetos beneficiados que no poseían suficiente conciencia del cambio radical y asumían la distribución proveniente de esa producción de nueva realidad socialista, con mentalidad de dominados. En medio de escasez agobiante que casi desde el principio de la Revolución nos atenaza, algunas personas, recordaban en su experiencia como becarios, acerca de robos de uniformes, sobre todo pantalones de varones y ropa interior de ambos sexos, por parte de alumnos que se los sustraían a los otros -en la misma situación que ellos-, sin la menor consideración; que en algunas familias irresponsables se enviaba a sus miembros becarios a hacer prospección entre sus colegas más “descuidados”, “confiados” o más “débiles” para hurtarles sus bienes asignados en la beca, que podía incluir a la ropa de cama. Limitaciones lógicas de una economía acosada, como la nuestra, impiden la constante restitución de lo robado. Pero la disfunción no se limitaba a los alumnos. Cuadros administrativos de aquellos centros de becarios, cumplieron penas de reclusión por el hurto y acaparamiento de recursos puestos en manos suyas para su custodia y distribución. El empeño en voluntad política contra la desigualdad sufrirá constante intercepción de la corrupción en el “sistema de ayudas y favores mutuos, de contraprestaciones aseguradas por obligaciones ético morales”, que deviene dañino “cuando (…) determinada comunidad de intereses (…) se vuelve (…) parásito (…) en la mayoría de los casos, de toda la sociedad” ; es decir, cuando un representante o grupo de esa comunidad de intereses, se apropia de, o da algo que no procede del “bolsillo” propio, que por principios éticos y morales no lacere a otros; sino de bienes –materiales, también simbólicos-, de una comunidad mayor, o de la sociedad que le confió salvaguarda y distribución de los mismos, con equidad, provocando una hipertrofia, a partir de la activación de desigualdades contra otra comunidad, grupo; o contra toda la sociedad. Conflictos como el anterior no se limitaron al espacio del plan de becas; personas de procedencia humilde malversaron con recursos custodiados por ellos, al asumir la nueva producción de realidad desde subjetividad de dominado por la, desmantelada, sistematicidad burguesa . Las condiciones en las que tuvo que resistir y avanzar el proyecto socialista cubano, no permitían dar prioridad a algunas variantes de propiedad privada. El poder revolucionario se hizo cargo de la administración y distribución de recursos esenciales; aunque la tensión al límite experimentada durante la crisis mundial, a finales de los 60s y durante la primera mitad de los 70s llevase la intervención del poder revolucionario a niveles imprevistos, lo que propició, en principio, un aumento del desconcierto en la subjetividad comprometida con la revolución. El reajuste de la praxis política en función del avance y las iniciativas participativas, quedó retardado durante la crisis de los noventa, para beneficio de una burocracia cruel y escurridiza, que ha llegado a representar a la parte de los “leones”, en procesos de corrupción. Lo que avanzaba como polvo desde los primeros años del proyecto socialista devino en lodazal contra el que hay que enfrentarse a partir de la reforma que siguió a dicha crisis.

 

La articulación entre ilegalidad y lucro, pugna poder hacia la corrupción. Esa articulación se disfraza, cerca del centro social; y requiere para activarse, de tres condiciones esenciales:

 

a)     caudal comunitario público constituido que es preciso distribuir de algún modo entre los miembros de la comunidad.

 

b)    delegación de poder de distribución, aparición o existencia de empleados a quienes la comunidad les confía la distribución de los bienes; o acepta voluntariamente o no, como distribuidores de los bienes comunitarios.

 

 c) un régimen determinado de distribución, intercambio y circulación de bienes que la comunidad aprueba, acepta voluntariamente o no, pero que no sancionen tan rigurosamente que no se pueda o no valga la pena quebrantar con el fin de obedecer a beneficios individuales.

 

Esas tres condiciones concurren al modelo cubano en transición socialista, y sufren lesiones por secuelas de la crisis y la reforma de los noventa. La cercanía a mecanismos de economía de mercado capitalista por razones comprendidas por nosotros, potencia a la corrupción.


La fetichización del modelo y el orden político yanquis, activa referentes que pasan a formar parte del imaginario de cualquier sujeto “potable” a ellos, hasta que el consumismo -de símbolos y no de actos reales de compra/venta- lleva a lucrar, persiguiendo algún “pasaje americano”, y depreciando así al modelo propio. Ésta reacción mnésica, pugna por regirnos la cotidianidad desde crisis y reforma de los 90’s en Cuba; y activa a la corrupción local para interacciones fuera de legalidad socialista. Señala Rafael Hernández que esta crisis “que llamamos “Periodo Especial” ha dejado una huella muy profunda en ese orden socialista, (…) en la sociedad cubana (…) el socialismo no es únicamente una forma de organizar la economía y la política; sino (…) sobre todo, una forma de pensar, una cultura ciudadana, un modo de las relaciones sociales y las conductas. Todo esto se ha transformado.” Los interactuantes en relaciones de corrupción se subordinan a esos referentes, desde lo que (se) surten e intercambian:

 

I. Bienes materiales (incluyen a las personas); artículos (preferentemente) comercializados en frontera: alimentos para consumo humano o para animales afectivos, y los propios animales afectivos; materiales de construcción, casas –su asignación legal o malversación- y al espacio físico (lugar de la ciudad) que éstas ocupen ; automóviles –su asignación legal o malversación- combustible y piezas de repuesto; moneda dura en su diversidad de denominaciones y canjes; textiles, electrodomésticos, prendas de joyería en las que incluimos los percings. Obras y productos de las artes, de determinados autores y culturas; cuerpos más allá de su opción sexual –preferentemente jóvenes- con determinada fenotipia y luciendo, también, determinada apariencia externa; hoteles resort; artículos de cosmética y perfumería, empleomanía privada para trabajo doméstico y especializado ilegal; pasaportes, visas, remesas en divisas; acopio de espacio físico para beneficio privado.

 

II. Bienes en servicios: comercializados o no en frontera: de complementación al turismo, que incluye viajes locales –preferentemente a sitios de recreación y descanso (no campismo popular)- y al extranjero; construcción, reparación y permuta de viviendas; transportación en frontera, o de mudanzas –particular- con vehículos modernos -estatales-; servicios de provisión y consumo de combustible y energía eléctrica; servicios personalizados de cura, cuidado o mantenimiento de la salud humana o para animales afectivos; servicios religiosos en moneda dura; servicios de mensajería (paquetería) local e internacional a domicilio; servicios de Internet y correo electrónico en telefonía celular y fija en moneda dura; servicios de guarda y custodia privados; acceso a televisión satelital; servicios de comunicación internacional en divisas, desde teléfono público en moneda nacional. Servicios sexuales y sus insumos. Aprendizaje de idiomas a erogar su pago en divisas (sucursales en La Habana, de la Cambridge, Humboldt). Becas en el extranjero. Relaciones de pareja o matrimonio con extranjeros. Contratos de trabajo en el extranjero.

 

III. Permisos, concesiones, beneficios sociales, reducciones de pago: Acceso al sistema de bienestar social (Ej.: los mejores asilos para ancianos). Cartilla de racionamiento –libreta de abastecimientos-; reducción de pago por consumo de energía eléctrica; licencias de trabajo por cuenta propia; permisos de construcción; compra de reducciones impositivas; créditos; preferencias en escalafón dentro del mercado laboral en empleos demandados; evaluaciones; viajes de trabajo al extranjero; instalaciones vacacionales por asignación legal; concesiones a la exportación-importación comerciales; licencia de conducción.

 

IV. Posiciones sociales: trabajo en lugares lucrativos; estudios superiores en carreras que aporten movilidad, distinción social, alto peculio salarial y bienes materiales y simbólicos. Ostentación de alto estatus social y material, comprobado o inferido, de la familia.

 

V. Formas de comportamiento: obediencia y lealtad personalizados, influencia profesional, corporativismo político, racial, de género u opción sexual; cultivo de círculo de amigos personales, o de influencia profesional, ideológica o vecinal; visibilidad pública en espacios calificados como de “poder”.

 

VI. Condiciones de vida humana: Inexistencia de amenaza personal por inmunidad multipropósito; sensación efectiva de seguridad material y psicológica; libertades públicas (privatizadas); lejanía (mejor que cercanía) de zona de vulnerabilidad social, y posibilidades reales fuera (mejor que dentro) de esa zona.

 

La corrupción tendrá que ser combatida dentro del socialismo mientras el capitalismo se mantenga como orden político y fundamento cultural hegemónicos. Stolowicz, lo confirma al enunciar que: “La corrupción y la impunidad son dos caras de la misma moneda (…). El capitalismo transnacionlizado requiere doblegar los valores que «humanizan a la humanidad».” . La impunidad para la corrupción tercia a toda la sociedad.

 

La corrupción en Cuba padece aguda obsesión hacia el presente; su adicción al acopio desde y hacia el mercado negro tiene implicaciones culturales graves, con secuelas a largo plazo contra sistematicidad socialista. Descansa en fetichismo consumista, que hace “moverse” a las personas a velocidad psicológica impuesta por la sustitución hiperkinética de signos, significaciones y planos imaginarios que impone el fundamento cultural burgués mundializado. El granero al que constantemente asalta no es el de esa burguesía hegemónica, sino el de su propia sociedad en antagonismo con ese fundamento. Hurtarle a la sistémica socialista, para vestir a un fetiche puede dejar sin neuronas al más pinto. También esa intención está mutilada por la casi nula legitimidad que la sociedad le profesa; el extravío de valores importantes, deformados o en proceso de rescate en medio de la crisis y la reforma de los noventa, impone el “casi”. La corrupción como relación social tóxica, eroga a la acumulación originaria del capitalismo; no dinero, sino niveles de agresión a la sistematicidad socialista que podrían servir a intereses del orden político estadounidense.

 

Es tanta la voracidad en acopio y malversación, como la preeminencia adictiva de ese modo relacional que erosiona al equilibrio de la legalidad socialista. El sentido común desde la relación corrupción, infiere que cuando escasee algo que se necesite, se consiga de cualquier manera; su intencionalidad ética es débil e impulsiva. Resuelto el “problema”, se consume, gasta o deprecia, y comienza, nuevamente, el ciclo para desmarcarse de la legalidad. La cultura socialista admite que la productividad laboral es compleja, ardua; pero lleva intencionalidad cultural y política indispensable para evadir los desajustes de la inequidad. “¿Cómo se aplica eso a una sociedad en transición socialista? El dominio sobre la reproducción de las ideas (…) la correspondencia de las ideas rectoras con el nivel que alcanza la reproducción de la vida social es totalmente insuficiente en la transición socialista, porque ella es un proceso intencional que está obligado a irse por encima de sus condiciones materiales de existencia (es la relación que debe existir entre el poder y el proyecto –socialista-) (…) El poder debe estar siempre al servicio del proyecto (…) lo anterior encierra todo el programa de un poder revolucionario en transición de tipo socialista (…) sólo un inmenso poder es capaz de sobrevivir y de avanzar frente al capitalismo en las condiciones actuales. (…) El poder revolucionario debe ejercerse sobre un conjunto amplísimo de campos de la vida social y de su reproducción ideal y material.” La intencionalidad de la relación corrupción, pretende a la sociedad cubana, cautiva por tiempo indefinido, dentro del marasmo de la crisis y la reforma de los noventa, de desajustes que trae la doble moneda, la insustentabilidad productiva, la devaluación del trabajo honrado para solucionar el sentido de las interacciones; es decir, en eterno atasco. Pero las sociedades son sistémico-relacionales, cambian constantemente, sólo que tales cambios debemos regirlos con intencionalidad política y fundamento cultural socialistas. Acanda nos alerta que la: “burguesía desarrolla su proceso de cambio social conservando la dominación, la asimetría de las relaciones sociales intersubjetivas, y desarrollando hasta el paroxismo el proceso de objetualización o cosificación”.

 

La corrupción, modo relacional tóxico, vive a costas de una coyuntura difícil en la transición socialista cubana. Será la intencionalidad crítica de las ideas socialistas dominantes lo que desde praxis política nos compulse a rebasar dicha coyuntura sin demasiados queloides en el cuerpo social. La corrupción se sustenta en un limbo ideológico creado por la crisis; la sistematicidad social no soporta limbos por mucho tiempo; tampoco los sujetos, entonces, las “ideas deben realizar varias tareas a la vez, (…) ser capaces de reproducir el orden vigente de cuestionarlo y de ayudar a revolucionarlo, (…) este no puede existir sin revolucionarse a si mismo una y otras vez (para) (…) ayudar a crear firmeza de convicciones, capacidad de sacrificio, de disciplina, (…) y al mismo tiempo deben ser capaces de crear rebeldía, criterio propio, pensamiento realmente independiente en la ciudadanía” , para avanzar en contexto histórico de plaza sitiada. La sociedad cubana está en transición socialista; es un cambio radical, y no indoloro.


El ámbito de interacción subjetiva debe ser mucho más amplio e inclusivo como debate contrahegemónico, más democrático y menos autoritario, más culto y menos antintelectual; tras el autoritarismo en las interacciones, se oculta un estrato que mantiene su cofradía tácita contra el control y la autoridad popular por parte de la ciudadanía. Las complejas condiciones, de nuestra transición socialista durante la crisis, permiten que un mismo sujeto, pueda pasar de consciente que, en mayoría, reclama a los burócratas venales, a parte eventual de esa misma burocracia. Se hace cada vez más arduo que prevalezca (estimulada) la utilidad de la virtud martiana. Delgado Díaz nos lo alerta cuando escribe: “Lo grave del fenómeno (…) (de) la corrupción (…) radica en los vínculos de ella con formas de auto-organización social que, en las condiciones de Cuba y su crisis, (…) han contribuido a la sobrevivencia de la población y se han incorporado a su vida cotidiana como redes estables de relaciones alternativas” .
En estos procesos los individuos asumen la subordinación absoluta a normas de asimetría impuestas por determinados estratos sociales, que supuestamente o no, están por encima de la mayoría; tales pertenencias suelen ser circunstanciales, también, en dependencia del nivel de impunidad y lucro que propicien. Con –la casi única- excepción de las remesas en divisas desde el extranjero, el monto financiero, material y simbólico que se mueve en zona ilegal puede provenir de las arcas y recursos del Estado. Esta forma de desvío hace mucho que integra a una totalidad sistémica al margen de consensos políticos y el pacto social asumidos desde legalidad socialista. Dilucidamos a ésta sistémica marginal: espacio real y simbólico, donde individuos se subjetivan, subordinados a diferencias “naturalizadas” que procuran invisibilizar al otro, para sustituirlo por “algo” que le pueda sustraer, expropiar, para beneficio propio

 

Ésta relación –corrupción- depende de interacciones comunicacionales. Dado lo esquemático, reduccionista, y excesivamente disciplinario de los estudios acerca de la epistemología de la comunicación dentro del ámbito académico cubano, los procesos comunicacionales, casi siempre, se entronizan como noción muy limitada, fundamentalmente, de los massmedia. Se le presta insuficiente atención a la producción social de signos, a la semiosis, como herramienta para la organización y control de la sistémica social en inevitables procesos de cambio.
Las relaciones subjetivas, están mediadas, por signos que integran, a su vez, a una semiosis que debe su razón a una contextualidad histórica determinada; y a un orden político para control social, también históricamente determinado. Si hay desajustes éticos en tales procesos, la semiosis a intercambiar, en interacciones comunicacionales, moverá intelección y orden social definidos por la subjetivación con las “cosas” en la producción de realidad; sustituyendo a la autoproducción subjetiva. El concepto de propiedad deja de ser categoría para interacción subjetiva y se convierte en modo, no sólo de interactuar con los objetos, también de sustituir al sujeto por el objeto mismo. Entonces, los individuos interactúan con las “cosas” y no con los sujetos para significar, crear, reconocer e intercambiar lo material. La excesiva atención que se presta a la depreciación del otro, por falta de correspondencia al mismo estrato, lo evidencia.
Esta relación tóxica está compuesta, reiteramos, por una cadena de signos que se significan mutuamente en consenso, para culpar al otro por diferente. No se puede malversar –difícilmente exista corrupción- sin subvalorar y controlar a otros, al tener, de sobra, lo que a esos otros les falta; incluyendo al “poder”.

 

Las diferencias son consensuadas, dependiendo de la producción social de signos, que es una sistémica que integra a la social para organizar y controlar. En una revolución radical, está implícito un cambio, también, de producción social de signos y sus significaciones; no es posible la materialización de los objetivos de una revolución social radical, sin el proceso anterior cuyo fundamento es cultural, aun cuando su forma de aplicación sea política. ¿Cómo se expresa desde la crisis y la reforma de los noventa? Mediante conflictos por (entre otros) insuficiencia en, crítica, democrática, culta y popular participación socialista. Partimos de que la corrupción es subversión interactiva del orden político socialista, y su hegemonía cultural.
El poder preciso al proyecto socialista se soporta en el consenso, en expansión, de una hegemonía cultural. Cuando ésta se lacera lo sufre el poder acumulado, consensuado, y el proyecto comienza a peligrar. Kohan comenta que: “Uno de los problemas históricos más importantes que toda cultura, filosofía y concepción del mundo debe afrontar es el modo en que se hace masiva, se socializa, (…) disputa la hegemonía en el seno del sentido común (…) El momento en que la filosofía deviene política” . Ese proceso tuvo su comienzo, para la sociedad socialista cubana, en la década de los sesenta, para cambio radical en la producción de realidad y autoproducción de subjetividad. Tenemos en cuenta que este proceso “puede alentar la crítica y el pensamiento propio para que “los recién llegados” elijan su esfera de actividad y participen activamente en la producción de la historia del mundo o, por el contrario, (…) reproducir en forma ampliada las jerarquías intelectuales previamente existentes y la sumisión popular.” Coincido en que el proceso socialista cubano es, y deberá seguir siendo, una revolución cultural radical, para garantía del fundamento cultural que requiere el orden político socialista en su interacción con la sociedad. La corrupción, modo relacional tóxico, aprecia muchísimo una perspectiva epifenoménica del estado, las instituciones, y el poder.

 

Al ignorar que estado, instituciones y poder son modos relacionales, los ciudadanos se sustraen de interactuar con ellos, de su responsabilidad cultural, política, ética, y moral para con la transición socialista. Son hendijas abiertas, sirviendo de hospedero a la corrupción; a su control de las relaciones de poder entre las personas en reproducción, y utilizados como “mula” por el trapicheo de la economía sumergida –tersa metáfora. Aún, por “deficiencias de la socialización y la ausencia de debates en los medios en que se forma la opinión pública, la reasunción crítica del marxismo y los beneficios de sus desarrollos son consumidos por minorías. Como en otros terrenos se ha producido una división entre élites y masas en el consumo de los bienes culturales” ; poniendo, peligrosamente, a la producción de pensamiento que soporta a la praxis política del proyecto, muy cerca de malversación antiintelectual; que con la producción de pensamiento se gestan grandes estafas. No por azar, quizás estemos “en una coyuntura crucial para el pensamiento y las ciencias sociales en Cuba (…) caracterizado por una combinación de fortalezas extraordinarias y debilidades graves, (…) existe un malestar sordo, relacionado con las carencias materiales y de servicios que se sufren (y se extienden) (…) a una gama muy amplia y variada de deficiencias y situaciones que van resultando inaceptables. El poder político ha reafirmado su legitimidad y un consenso de mayorías, pero este está a la espera de medidas de cambio, que son ansiadas pero no constituyen materia de información ni de conocimiento” para, en consonancia con la reflexión de Fernando, “pensar el presente y el proyecto”, dilucidar mediante observación crítica y científicamente fundamentada, por cuánto tiempo, por ejemplo, el país debe continuar manteniéndose espacio (interno) de mercado en frontera –indiferenciado-donde, en puestos de venta del Barrio Chino, en Centro Habana se ofertan, por rebaja –a comienzos del verano del 2009-, shorts y otras prendas de vestir para niños y adolescentes con la porno-marca “Play Boy” -¿¡- en producción deslocalizada; “leones” acaparen grandes cantidades de tal suministro minorista, y continúe su ciclo la reventa de “trapicosas” en función de la corrupción local, que interpreta la legalidad socialista, al Estado y sus instituciones como abstracciones, lo que –además- es un acto de incultura supina.

 

Si la hegemonía implica a su expansión cultural consensuada, colegimos que ésta requiere de praxis social, y soporte de pensamiento para esa praxis. El intento de praxis sin soporte de pensamiento, es ejercicio de estulticia. No hay expansión cultural de hegemonía –en praxis política- sin soporte teórico; es decir, producción de pensamiento. Porque así, el poder político iría dejando detrás al proyecto, con el peligro de convertirse en modo de dominación. El aprendizaje social es cultural incluyendo a la descripción del modelo (sociedad), la acumulación con la que se articula, y a la dilucidación praxiológica del poder político –su fundamento cultural = cultura política-, que organiza a esa articulación de manera sistémica, en contexto histórico determinado. Cuando chirría algún eslabón del aprendizaje social en su debate amplio y ciudadano en democracia, la corrupción mete baza –incluso a través de canales institucionales-, y lo distorsiona para su beneficio sociorelacional. Entonces, “se trata de ser marxistas en la cultura, y no en la ignorancia (…) ampliar cada vez más el número de personas que puedan definir qué es lo revolucionario (…) de considerar la crítica como naturaleza de una cultura del socialismo (…) ser ciudadanos, seres pensantes y actuantes (…) preocuparnos por el color (…) del futuro.”

 

Resumen.

 

Los valores, son productos y prácticas sociales en la autoproducción subjetiva por aprendizaje social, y consensuados en la expansión cultural de la hegemonía socialista. Se perfeccionan o deforman en dichos procesos. La porción de cartesianismo heredada, y que separa a la acción de la reflexión, es una hendija que, en una sociedad como la nuestra, a contracorriente del capitalismo, ralentiza y simplifica hasta el tormento cualquier proceso socio creativo, o crítico. Aprender a “pensar críticamente con cabeza propia” durante la acción, no es opción intelectiva, sino necesidad para sobrevivencia en el siglo XXI; y recurso ineludible si queremos hacer polvo a la operatividad de la corrupción.

 

Es impostergable, que el socialismo cubano persiga y logre sustentabilidad humana para su modelo de sociedad; pero, intolerante con desmesuras materiales y simbólicas, con la inequidad que dichas desmesuras generan, con la seudocultura de la corrupción, que se reserva un rol de eficiencia para inequidad, históricamente comprobado. La sabiduría que singularice a una cabeza dueña de equidad crítica, en su discernimiento durante interacciones sociales, es una pauta, que debemos levantar desde lo que nos resta de desigualdad social, pobreza material y signo-simbólica, hacia sustentabilidad por equidad críticamente inteligida; no divorciada de complicaciones que deberán solucionarse mediante participación ciudadana, efectiva y amplia dentro de prácticas democráticas socialistas, enemigas de aristois o meritocracias. Es necesario desmantelar articulaciones burguesas que entorpecen voluntad política –no sólo institucional- al reajuste apremiante del sistema en la subjetivación del individuo, en sus conocimientos y necesidades dentro del orden político socialista, que asuma a la equidad como signo relacional con significación absolutamente divorciada de, y contraria a cualquier actitud interactiva con la corrupción. Experimentamos, hoy, una transición, con fundamento cultural a por sujetos socialistas, con pensamiento crítico desde cabeza soberana, o no habrá sino recapitulación hacia continuidad de una relación histórica de dominio como la que implica la corrupción y su distorsión del aprendizaje social.

 

Cuando el ámbito laboral se reduce a metas, estrategias no diferenciadas, esquematismo burocrático, paga sin utilidad social; o justificación del fraude. Cuando a las vidrieras -colmadas de pacotilla con origen de producción deslocalizado-, se las adora por valor abstracto. Cuando un rollo de papel sanitario no “es” trabajo acumulado, sino nivel de vida, también abstracto; entonces la gente, se divorcia del ámbito donde interactúa con los otros, porque “tan pronto como el individuo (al des-subjetivarse) se libra de la responsabilidad de los productos que fabrica, también se ve libre de la responsabilidad de la suma total de los productos humanos… Esta es la fenomenología de la inmoralidad en la sociedad contemporánea que abarca desde la corrupción política hasta el delincuente juvenil que rompe los vidrios de las ventanas”. Los intereses sociales, se erigirán en base a la corrupción, modo relacional tóxico que define al Estado e instituciones como epifenómenos.

 

Está ocurriendo en la sociedad cubana posterior a la crisis y la reforma de los noventa que, ciertas interacciones y relaciones subjetivas, se expresan mediante “relaciones de poder”, donde algunos sujetos se infieren mutuamente, desde valor abstracto de lo que posean en “propiedad”: armas, teléfonos celulares, casa, carro, dinero, conectividad a Internet, pasaporte, ropa y calzado, razas de perros de guarda y custodia, plaza laboral lucrativa o buena vida sin trabajar, y hasta origen burgués comprobable. La corrupción, modo relacional tóxico, se soporta por abstracción fetichista, en las interacciones subjetivas. No olvidemos que: “Cada individuo posee el poder social bajo la forma de una cosa. Arránquese a la cosa este poder social y habrá que atorgárselo a las personas sobre las personas.”

https://www.alainet.org/es/articulo/169643
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