Urge hablar bien de México
- Opinión
*La descomposición devino desestabilización
*Ni PRI ni PAN, no hay transición en el país
*Peña Nieto, ni su gabinete se dejan ayudar
La lista es grande. El asunto es que todo suma: las ofensas, los vacíos (en política no existen), la injuria, la perversión —corrupción e impunidad—, las injusticias, el acoso, la violencia y el crimen (el narco), caso Iguala, los 43; la no solución desde el poder (o la inutilidad), los partidos políticos, los gobiernos, la complicidad. Puras deficiencias, gran revoltijo.
De plano la reforma del poder en México se convirtió en la deforma del no poder. El presidencialismo perdió los hilos del control; los tenía, pero con el uso del autoritarismo y la fuerza. De eso carece ahora la figura presidencial. ¿Perdió legitimidad la figura presidencial? No por las encuestas, sino porque las mayorías quedaron en el pasado, en los tiempos del PRI corporativo, cuando el titular de Palacio controlaba todo con el “estilo personal de gobernar” y hasta con el carisma; también con el apoyo de sus operadores, de los secretarios de Estado, de las políticas y directrices sexenales. Pero eso ya pasó.
Sin añoranzas. Solo significa que en México la demanda de la reestructuración del poder es un pendiente. La redefinición en sentido democrático. Más que necesario para salvar al país. Lo contrario será volver los pies sobre el camino andado desde Carlos Salinas a la fecha, con todo y el proceso de naufragio inició atrás, con José López Portillo. Fecha clave es 1988. Año de elecciones y de la caída del sistema. El fraude, un proceso electoral opaco del cual, por cierto, Cuauhtémoc Cárdenas curiosamente habla poco. Desde entonces se instaló en México el periodo neoliberal y modernizador que le dio al traste al país.
En la economía se formalizó la dependencia económica completa con Estados Unidos, tras la firma del tratado comercial, el TLCAN también con Canadá. Los grilletes de Washington. Pero en política se profundizó el proceso de descomposición, desestabilización. Los asesinatos de un candidato a la presidencia (Luis Dolando Colosio), de un presidente del PRI (José Francisco Ruiz Massieu) y un alto jerarca de la Iglesia católica (Juan Jesús Posadas Ocampo) confundido con El Chapo, indica la delicadeza y gravedad de la crisis con brote desde la cúpula del poder. Por cierto, los pregoneros del sistema hablaron mucho de reforma política y hasta de transición a la democracia. Falacias y engaños. Lo cierto es que el crimen recorrió Los Pinos.
El país cayó en desgracia. Arreció la profundización de la crisis económica y desde entonces no hace cicatriz. El ascenso al “primer mundo” duró hasta que cayó el encanto por la crisis de 1994-95, y el alzamiento zapatista en Chiapas desnudó el atraso social del país. Al relevo de Colosio, a Ernesto Zedillo le tocó administrar la debacle económica que el mundo conoció como efecto tequila. Se perdió el debate de la reforma del Estado y Zedillo pasó a la historia por los rescates y los casos Aguas Blancas y Acteal.
Con el arribo del PAN al poder en el caricaturesco Vicente Fox, llegó la esperanza del cambio y también del tránsito a la democracia en México. Desencanto porque dilapidó todo el capital electoral. Puro “atole con el dedo”. La transición quedó en relevo de un partido por otro, un cambio de estafeta negociado para acallar un poco la descomposición del sistema priista y la debacle económica. Fox no supo, no quiso o no pudo ni le interesó cambiar al país. O administró para los ricos. Con Felipe Calderón todavía peor. Reafirmó que con el PAN se agudizó la descomposición por la violencia que significó inyectar al país una pócima extraña: la estrategia de EU contra las drogas, que años atrás había mostrado su inutilidad. Los muertos enseñaron el camino del error que no reculó, ni siquiera tarde se hizo el intento de replantear la tesis.
Antes, en algún momento del camino —peor aún— los carteles de las drogas se infiltraron o diversas instancias del poder se pervirtieron. El fenómeno no es nuevo, pero cualquiera de las dos formas históricas son ilegales. Porque no hay capo que madure un negocio de este tipo sin la protección policiaca, militar o desde cualquier posición de poder. EU puso el mercado y las armas, México el negocio y los muertos.
A estas alturas, a Peña Nieto lo alcanzó la historia. Maldiciones del pasado. Con el regreso del PRI se renovó la esperanza; consuelo de tontos: que “el PRI roba, pero deja robar”. No como el PAN que se lo llevó todo; los hijos de Marta (sin “h”) y no pocos panistas son un buen ejemplo. Como el edil que “robó poquito”, pero organiza fiestas millonarias.
Peña entró recio; lo primero fue meter a la cárcel a Elba Esther Gordillo, la lideresa del SNTE: el quinazo de Salinas. La mano se le ablandó con el bombazo a la torre de Pemex. La advertencia de los duros, de adentro y de afuera. Pronto vino la reforma energética, y el Congreso la avaló porque había un “pacto por México” firmado. Prosiguió el reformismo instrumentado años atrás por Salinas —por cierto la sombra del peñismo.
El golpe al hígado para Peña y su gabinete fue la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, el caso Iguala. Ligado por muchas vías al crimen organizado. Un estigma sexenal oscuro. Pronto se supo que Guerrero, coto de poder caciquil de los Figueroa padre e hijo, es en México el mayor territorio del cultivo de amapola.
¿Tendrá algo que ver la estrategia de lucha frontal contra las drogas, cuyo seguimiento está latente, y en donde EU sigue prestando ayuda? En Guerrero, como en Michoacán y muchos estados del país donde hay problemas graves, surge el negocio de las drogas. ¿O dónde está la solución a la inseguridad en Michoacán, en Guerrero, Tamaulipas, en el Estado de México, Sinaloa, Zacatecas y el resto del país? ¿En dónde está la estrategia? A estas alturas del sexenio la guerra sigue igual. El Plan Mérida también.
Del caso Iguala el gobierno no encuentra solución, porque las explicaciones de la PGR no satisfacen a nadie, mientras el peligro del crimen organizado aumenta. Ahí está el caso del cartel en el estado de Jalisco que puso en jaque la estrategia militar. Ni se diga por las indagatorias de las propiedades. Amenaza para los periodistas incluidos. Los asuntos de casa salen a la luz. Las viviendas en zonas exclusivas del Distrito Federal, de los Peña, los Videgaray y los Chong. Asuntos de escándalo para un gabinete que no encuentra la salida. El “nuevo PRI” con un pasado-presente.
Mucho peor resulta todavía, que a estas alturas del sexenio se hable ya de los prospectos para la ¡sucesión presidencial! Cuando el país demanda gobernabilidad y propuestas de solución para los problemas nacionales. Siquiera para un desempeño tranquilo del proceso electoral intermedio 2015 por las gubernaturas en juego. Elecciones para renovar gobiernos en nueve estados: Baja California Sur, Campeche, Colima, Guerrero, Michoacán, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí y Sonora. Otras, en instancias como el Congreso de la Unión y el Distrito Federal.
¿Por qué no hablar de combatir la corrupción y la impunidad? ¿Por qué no desde el poder? ¿Por qué no el rediseño de la estrategia contra el crimen organizado y los carteles de las drogas? ¿Y las relaciones con EU y su injerencismo permanente? ¿Por qué no la revisión del TLCAN, que está empobreciendo a México y el entreguismo a las políticas de Washington?
¿En dónde está la policía exterior de México, hoy ajena a los problemas de Latinoamérica y el mundo? Los últimos gobiernos han dado al traste la política de solidaridad: los principios de no intervención, autodeterminación de los pueblos y solución pacífica de controversias, que tanto respeto le depararon al país durante décadas cual ejes de relación con el exterior. Todo por el intervencionismo de EU. ¿En dónde está la exigencia al vecino del norte por la inoperancia de su política antidrogas interna? ¿En dónde queda la colaboración real y conjunta para atender el problema de las drogas en su contexto global? ¿Qué con el tema del lavado de dinero y el papel del sistema bancario internacional?
Entretanto, el gobierno quiere que se hable bien de México afuera. Pase lo que pase adentro. ¡Ah México!, tienes que entender a tu gobierno. Pena ajena.
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