Se acabó la pelea de comadres entre Santos y Uribe
- Opinión
Los giros que da la vida. Hasta la víspera eran enemigos acérrimos. Uno, AUV, era el símbolo de la facción terrateniente y feudal, del núcleo paramilitar y militarista del bloque dominante, con las características de una ultraderecha fascistoide, provinciana y autoritaria. El otro, JMS, el emblema del ala financiera y bancaria de la elite bogotana globalizada, un jefe con buenos modales y aires reformistas de derecha, promotor de la Tercera vía y de una revolución pasiva cuyos objetivos apuntan a relegitimar el régimen plutocrático diezmado en su dominación hegemónica, seriamente afectada por el arbitrario periodo gubernamental de la Seguridad democrática uribista (2002-2010).
No obstante haber sido escogido como el sucesor del régimen paramilitar, pronto se hicieron públicas las disputas entre los dos. Santos fue tachado de traidor y este prefirió avanzar con su proyecto mediante la normalización de las relaciones con Venezuela y el reconocimiento de la existencia del conflicto social y armado para iniciar los diálogos con las Farc.
Durante 5 años, 60 meses, han protagonizado una pugnaz lucha verbal por asuntos de orden menor. En realidad se trató de una “pelea de comadres” para determinar quién lo hacía mejor en la defensa del sistema capitalista y el régimen político oligárquico, su coincidencia estratégica y fundamental.
El miércoles 29 de abril de 2015, esta reyerta ha quedado en el pasado.
Según el registro de la Revista Semana, hasta este miércoles era muy difícil imaginar un acercamiento entre el Gobierno y el Centro Democrático, la mayor fuerza de oposición política (de ultraderecha) del país. Sin embargo, en la mañana se encontraron cara a cara el superministro de la Presidencia, Néstor Humberto Martínez y Álvaro Uribe Vélez, el jefe de dicha facción.
La reunión, a puerta cerrada, duró un par de horas y concluyó con una frase que dará de qué hablar “Uribe es un patriota”, dijo Martínez desde la Casa de Nariño. Luego Uribe correspondió al ministro con otra frase, agradezco el interés de hablar con nosotros.
Martínez proclamo: El presidente Uribe es un patriota, nosotros trabajamos por Colombia, luego no debe haber sino una agenda amplia de comunidad de intereses por el país.
En una posterior comparecencia ante la prensa, Uribe no sólo dejó ver su alegría por la reunión, también manifestó que había mostrado sus preocupaciones en cuanto al proceso de paz con las FARC en La Habana, así como con el eventual mecanismo de refrendación del acuerdo final con esa guerrilla (http://bit.ly/1DLntX6).
Ante ese hecho surgen preguntas como las siguientes ¿Qué ha sucedido en el campo político para que tal viraje se haya dado? ¿Por qué se han reconciliado estas dos facciones hasta ayer enemigas irreconciliables? ¿Qué rumbo tomará el país de ahora en adelante?
Sugiero unas hipótesis sobre este evento que por supuesto no es irrelevante.
Primera. Los sucesos violentos presentados en el Cauca, municipio de Buenos Aires, el 14 de abril cuando murieron 11 soldados que llevaban varios días fuertemente alicorados en la zona atropellando a la población civil, mostró la coincidencia de las dos alas en la defensa cerrada del aparato militar del Estado, verdadera columna vertebral del régimen oligárquico. Dicha convergencia la encarna el Ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, un contumaz y visceral exponente de la mentalidad retrograda de las elites dominantes en el Estado y del militarismo fascistas de la oficialidad colombiana. La integridad y solidez de las Fuerzas Armadas no admite diferencias ni contradicciones que la diezmen como punto axial de la estructura política imperante.
Ese momento de crisis en la guerra precipitó el reencuentro de las dos cabezas del ámbito político oficialista.
Segunda. La crisis sistemática de Santos y su gobierno, que lo tienen al borde del colapso, es otro elemento que se debe considerar; en una encuesta de hoy 29 de abril, el apoyo a la gestión del Jefe de la Casa de Nariño se derrumbó del 43% que tenía en febrero pasado al 29% hoy, mientras que la desaprobación pasó del 53% al 64% (http://bit.ly/1FyBKLn). Dicha crisis orgánica, tiene múltiples rostros y sus momentos más protuberantes en la coyuntura crítica que vivimos son el escándalo de corrupción en la Corte Constitucional con el caso Pretel, el saqueo descarado de los dineros, por los políticos santistas, de las regalías petroleras, la ruina de la salud y el estallido de los problemas de la educación pública reflejado en una potente huelga indefinida y movilización de más de 400 mil educadores y 8 millones de estudiantes afectados por el desgreño gubernamental representado en la Ministra Parodi, una ficha de las mafias que controlan los puertos marítimos nacionales.
Tercera. El agravamiento de la crisis económica y fiscal del Estado a raíz de la brutal caída de los precios del petróleo. El aparato productivo prácticamente está en recesión y el comercio se mueve en el terreno de la parálisis y la ruina. El déficit en la balanza comercial está en los 20 mil millones de dólares como consecuencia de la reducción de las exportaciones al mercado global. Todo esto se ha maquillado por la Junta Directiva del Banco de la República, pero día a día los hechos se imponen crudamente. Dicha crisis se está descargando en los grupos más débiles del país y tal procedimiento ha provocado la reacción popular con huelgas, protestas y movilizaciones de diversa índole, como la de los maestros, los empleados estatales, los trabajadores del petróleo y el carbón, por lo pronto. El acuerdo entre Santos y Uribe con toda seguridad se transformara en la ampliación de la represión, judicialización, cárcel, persecución y asesinato de líderes populares y de la oposición democrática. Vamos a regresar a los tenebrosos pasos del periodo del Estado paramilitar uribista del cual Santos fue su Ministro de Defensa con gran cantidad de “falsos positivos” y montajes judiciales.
Cuarta. El reencuentro de Santos y Uribe, por supuesto, tiene el claro objetivo de imponer en la Mesa de conversaciones de La Habana, una paz neoliberal. De lo que se trata es de impedir los alcances reformistas y transformadores del proceso de paz. Viene la paz exprés y sin justicia social, con este diseño político que apunta a configurar una nueva correlación de fuerzas favorable al bloque de poder dominante.
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