Galeano, espíritu contracultural
- Opinión
Luego de conocerse la noticia del deceso del escritor Eduardo Galeano, instituciones culturales lamentaron desde diversas latitudes su fallecimiento. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) fue una de las primeras en expresar su pesar al publicar el siguiente mensaje: “Nos entristece profundamente la muerte del escritor uruguayo Eduardo Galeano, una voz contra la corriente. Hoy rendimos homenaje al autor de Las venas abiertas de América Latina, Memoria del fuego o El libro de los abrazos, obras de referencia para entender la historia y la realidad latinoamericanas”. El rasgo destacado por la Unesco sobre el escritor uruguayo, “una voz contra corriente”, da centralidad a lo que, en efecto, predominó en su modo de ser y en su ingenio intelectual y literario: Galeano nos deja un espíritu contracultural.
Contracultural no porque vaya en contra de la cultura, sino porque propone unos valores, actitudes y formas de organización social radicalmente distintos a los establecidos por el sistema vigente. Es decir, contracultural frente a la imposición de un pensamiento único que niega la diversidad de la vida. Contracultural frente a la injusticia, la mentira, la exclusión y la inequidad. Contracultural frente a las posiciones dogmáticas, recalcitrantes, rígidas y autoritarias. Escogemos tres textos suyos donde se pone de manifiesto, magistralmente, este espíritu que interpela, renueva, anima y orienta el modo de configurarnos como seres humanos.
Galeano, contracultural frente al orden social que naturaliza las desigualdades sociales, nombra al mal bien y al bien mal, decreta leyes injustas, niega sus derechos a los pobres y rompe con la familia humana:
El mundo al revés premia al revés: desprecia la honestidad, castiga el trabajo, recompensa la falta de escrúpulos y alimenta el canibalismo. Sus maestros calumnian la naturaleza: la injusticia, dicen, es la ley natural. Milton Friedman, uno de los miembros más prestigiosos del cuerpo docente, habla de “la tasa natural de desempleo”. Por ley natural, comprueban Richard Herrstein y Charles Murray, los negros están en los más bajos peldaños de la escala social. Para explicar el éxito de sus negocios, John D. Rockefeller solía decir que la naturaleza recompensa a los más aptos y castiga a los inútiles; y más de un siglo después, muchos dueños del mundo siguen creyendo que Charles Darwin escribió sus libros para anunciarles la gloria (…) Caminar es un peligro y respirar es una hazaña en las grandes ciudades del mundo al revés. Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen. El mundo al revés nos entrena para ver al prójimo como una amenaza y no como una promesa, nos reduce a la soledad y nos consuela con drogas químicas y con amigos cibernéticos. Estamos condenados a morirnos de hambre, a morirnos de miedo o a morirnos de aburrimiento, si es que alguna bala perdida no nos abrevia la existencia. (Patas arriba: Escuela del mundo al revés, 1998.)
Galeano, contracultural frente a la cultura de la muerte; pero propulsor de una buena noticia para la sociedad actual y futura, orientada al cultivo de la vida y arraigada en las tradiciones culturales antiguas que priorizan el sentido de la comunidad y el cuidado de la casa común:
Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se reconocen y se abrazan, y ese lugar es mañana. Suenan muy futuras ciertas voces del pasado americano muy pasado. Las antiguas voces, pongamos por caso, que todavía nos dicen que somos hijos de la tierra, y que la madre no se vende ni se alquila. Mientras llueven pájaros muertos sobre la ciudad de México, y se convierten los ríos en cloacas, los mares en basureros y las selvas en desiertos, esas voces porfiadamente vivas nos anuncian otro mundo que no es este mundo envenenador del agua, el suelo, el aire y el alma. También nos anuncian otro mundo posible las voces antiguas que nos hablan de comunidad. La comunidad, el modo comunitario de producción y de vida, es la más remota tradición de las Américas, la más americana de todas: pertenece a los primeros tiempos y a las primeras gentes, pero también pertenece a los tiempos que vienen y presiente un nuevo mundo. Porque nada hay menos foráneo que el socialismo en estas tierras nuestras. Foráneo es, en cambio, el capitalismo: como la viruela, como la gripe, vino de afuera. (El libro de los brazos, 1989.)
Galeano, contracultural en sus sueños de futuro. ¿Qué pasaría si el mundo que está patas arriba se pusiera sobre sus pies? Su respuesta es radical: se reivindicaría la centralidad del ser humano, la justicia y el derecho para los pobres, y la dignificación de los pueblos. Dicho en sus propias palabras:
Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible (…) en las calles, los automóviles serán aplastados por los perros; la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor; el televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas; la gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar (…).
Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos; los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas (…); la muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero; nadie será considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene; el mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra; la comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos; nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión; los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle (…); la educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla; la policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla; la justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda. (Patas arriba, 1998.).
En suma, Galeano es contracultural porque representa la disidencia, la discrepancia, el disentimiento, la discordancia, la crítica y la oposición firme a lo “políticamente correcto”, es decir, al (des)orden institucionalizado. Frente al espíritu de rigidez, dogmatismo, ortodoxia, oscurantismo y sectarismo, Galeano nos ofrece un espíritu libre, crítico, creativo, abierto a las novedades, heterodoxo, revelador de realidades y en plena cordialidad con el sentir, saber y hacer de los “ninguneados” del mundo. Es, por tanto, un espíritu necesario para la conciencia personal y colectiva que se esfuerza por construir un mundo más justo y humano.
- Carlos Ayala Ramírez es director de radio YSUCA, El Salvador.
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