Eduardo Galeano y mis recuerdos del Mundo Luparista

14/04/2015
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Ayer 13 de abril de 2015 cuando me disponía a convertir mis apuntes de la Cumbre de los abismos de las Américas, me enteré de la muerte de Eduardo Ramón Hughes Galeano y muchos recuerdos se agolparon en mi mente, cuando recordé su voz de cantante de tangos y milongas, ya no con el sucundún de un escritor que mucho se le parecía como Jorge Amado,  el griot blanco del Brasil africano y árabe,  que dejó este mundo el 6 de agosto del 2001, pero con esa equivalente sabrosura narrativa donde poesía y prosa y crónica y denuncia, hacían un delicioso cóctel para los enamorados del libro de papel, ese que en sus palabras se puede tocar y oler como a la mujer deseada. 

 

     Por mi mente desfilaron los nombres de amigos y maestros que pusieron ante mis ojos Las venas abiertas de América latina y otras obras como Noches de amor y de guerras, como los profesores Ramiro Medina,  Rafael Molina y Dafne Otero, mi hermano Bernardo Antonio y Ramón Verbel, quienes como yo presidimos concejos estudiantiles a finales de los años 70 y principios de los años 80,  cuando eso era peligroso y los agentes del F-2 - esa mezcla de DAS y Sijín ejecutora del Baile Rojo con todos sus muertos – te vigilaban porque ello implicaba subversión.

 

     También recordé mucho a Rubén Darío Álvarez,  mi cómplice de batallas académicas y afroabyayalenses en aulas y parrandas de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Autónoma del Caribe en Barranquilla, quien descubrió antes mis ojos, los tomos de Memorias del Fuego, el más potente experimento literario de este alquimista de la palabra, que era capaz de ser literato y académico, al fundir poesía, y prosa, para decir esa historia que en sus manos se hizo de veras universal y no una mera exaltación de Europa y USA -para cultivar ignorantes ilustrados - con la sazón de una sindéresis imposible de igualar, que le permitía decir muchísimo en el reducido espacio de las acuarelas narrativas.

 

    ¿Pero por qué un hombre nacido en Uruguay con su muerte, me pone a hablar de un Mundo Luparista? En primer lugar hay que aclarar que el mundo luparista, es decir, el entorno de la Institución Educativa Luís Patrón Rosano cuya sigla es Luparo, fue un orden pedagógico, didáctico y curricular ambicioso que echaron a andar no sólo en Tolú (Sucre), mi pueblo natal en el Caribe Colombiano - sino en todo el país, el movimiento de maestros adscritos a la entonces juvenil Federación de Educadores Fecode, en una época en que no existían ni estándares de competencias ni esos menjurjes, que ahora predican lo que menos fomentan: la compresión lectoescritora...Sin impulsar cultura lectora. 

 

      Ejerciendo la autonomía que no era entonces derecho positivo, sino derecho consuetudinario entendido en la libertad de cátedra, los docentes de esa época y con ganas de cambiar el mundo al son del Che Guevara y Camilo Torres, pusieron a andar un plan de contenidos de corte humanista y centrado en la comprensión lectora, que ponía en manos de los estudiantes, desde el tercero de bachillerato - hoy séptimo grado- obras como Las cinco tesis de Mao Tse Tung, La Familia, la Propiedad Privada y el Estado de Federico Engels; Economía Política de Paul Nikitin o Las Venas Abiertas de América Latina, que era una suerte de catecismo para liberar el pensamiento, en esas combativas aulas donde se trabajaba por grupos e incluso por proyectos y preguntas, en algunas materias, sin menoscabo de la formación política.

 

     La obra que Chávez le regaló al Karomanty Obama y que éste jamás leyó, porque los gringos como todo pueblo arrogante que se cree excepcional y redentor, son brutos en toda la extensión de la palabra:  Las venas abiertas de América Latina,  la leíamos dos veces: en cuarto bachillerato - actual noveno grado- como lectura de aproximación y libre interpretación; y luego capítulo por capítulo en Ciencias Sociales y Filosofía para el sexto de bachillerato, actual grado once. Con ese equipaje de formación, se construyeron ambientes escolares que leían y analizaban, exámenes donde se podían abrir los libros porque las pruebas escritas eran reflexiones y aplicación de saberes, como tendencia, en algunas materias. 

 

     Fuera de eso, había un refuerzo de la obra en la materia de español y literatura- actual lengua castellana - porque no existía el área de Humanidades de ahora - que incluye la asignatura de inglés - que de eso tiene muy poco, pero es parte de la estrategia neoliberal denunciada por Henry Giroux el pedagogo Canadiense, como una estafa global especializada en vaciar las palabras de su semántica original, para llenarla de una semántica embrutecedora para crear mano de obra barata.  Con la administración de esas materias y recursos pedagógicos, se acabó el mito de los 300 puntos en las pruebas Saber/ICFES, producto de una cosecha abundante fertilizada con una cultura lectora, que logró destruir esa marca y ese mito. 

 

     Las materias de Español y Literatura estaba en manos del profesor Fabio Tobar Giraldo, un políglota del Eje Cafetero que hablaba seis idiomas – entre ellos el ruso- dueño de una erudición literaria y de un lenguaje soez para espantar señoritas perfumadas y atildadas, que iban de visita a nuestras aulas provenientes de instituciones religiosas, a quienes muchas veces saludaba con su ácida fórmula de, señorita que no me consta. Tobar Giraldo nos puso en contacto con el mundo de García Márquez y otros escritores del Caribe como Derek Walcot, Naipul o Ciril R James, y era el promotor de un periódico escolar donde escribimos varios ganadores de concursos literarios nacionales siendo estudiantes como Ramón Verbel, en complicidad con el grupo literario Atij Juriba, liderado por Francisco Atencia e Ignacio Verbel,  el multipremiado erudito hermano de Ramón, también ganador del premio Nacional de Poesía Coopetraban, muy prestigioso para la época.

 

     En ese ambiente académico con ribetes intelectuales, los artículos sobre geopolítica, las novelas y cuentos juveniles, hacían las delicias de los y las estudiantes que se agolpaban en el periódico mural,  a leer los escritos – propios o de amigos- o a tratar de ubicar a alguien en la trama de una novela por entregas, como la que en esa época inicié con el insignificante título El adolescente, en realidad un ejercicio para narrar Quitel Sables en la Palma, saga de las guerras civiles hasta los Mil Días, en donde participaron varios miembros de mi familia y que aún no he publicado.

 

     En ese mundo, el Galeno que me describió Rubén Darío Álvarez,  quien lo vio de cerca una vez en Cartagena cuando estuvo de invitado para un mes de marzo a final de los años 80, así como en el ambiente narrativo de la novela  Respirando el verano de Héctor Rojas Herazo, en la la estación climática se convierte en una encarnación tutelar y cinestésica hecha personaje, el uruguayo era la mayor influencia espiritual omnipresente,  de un pensamiento independentista que eclosionó en muchas rebeldías juveniles, que empuñaron las armas en busca de lograr un cambio social,  hoy negociado en La Habana.

 

    Honor y Gloria a Eduardo Galeano, el Simón Rodríguez del siglo XXI y gran maestro de todos los independentistas, el hombre que le enseñó el camino a Hugo Chávez, Rafael Correa, Cristina Fernández o Ignacio Lula Da Silva. Galeano enseñó en la distancia, la aventura de atreverse a crear, a sacar las cucarachas de la minoría de edad del pensamiento, a no tener dioses europeos, japoneses, gringos o chinos. Galeano es uno de los arquitectos de esta nueva anfictionía de presidentes que se parecen a sus pueblos y que no aceptan volver a ser patio trasero.

 

     Con Galeano, aprendí a buscar la verdad y a desconfiar de los libros recomendados por editoriales de la reconquista española, cuando me enseñó que el narcotráfico no lo había inventado Pablo Escobar, sino la Reina Victoria de Inglaterra y el presidente James de USA, en Patas Arriba. Historia del mundo al revés. También me enseñó que somos lucecitas de una hoguera mayor, y que por encima de todos, somos Hijos de los días, y que en lugar de átomos estamos más hechos de historias. A esa Europa que corre hacia el abismo embrutecida por la inquisición mediática del siglo XXI, buena falta le hace en estos momentos en que parece más un vulgar nuevo patio trasero, que baila al son del USA departamento de estado, apropiarse de la obra de Eduardo Galeano, el más lúcido contradictor del tutelaje colonial. 

 

Nicolás Ramón Contreras Hernández

Ciudadano afraoabyayalense de la Región Caribe en la República de Colombia.

 

Red Independentista Del Caribe. Observatorio independiente de medios y estudios académicos desde perspectiva de género y etnia. 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/168960
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