Esperanza Pascual
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¿Qué significa la resurrección de Jesús? Ofrecemos tres reflexiones que nos ponen en el camino de la respuesta: la primera, tomada de los estudios teológicos de José Antonio Pagola; la segunda, sacada del pensamiento de nuestro pastor mártir monseñor Romero; y la tercera, escogida del mensaje “urbi et orbi” del papa Francisco, en ocasión de la pascua 2015. Veamos.
Según Pagola, la ejecución de Jesús ponía en cuestión todo su mensaje y actuación. Aquel final trágico planteaba un grave interrogante incluso a sus seguidores más fieles: ¿tenía razón Jesús o estaban en lo cierto sus ejecutores? ¿Con quién estaba Dios? En la cruz no habían matado solo a Jesús. Con el él habían matado también su mensaje, su proyecto del reino de Dios y sus pretensiones de un mundo nuevo. En ese contexto, la resurrección es una respuesta contundente de Dios ante aquel hecho ignominioso. Es la reacción de Dios que confirma a su querido hijo Jesús desautorizando a quienes lo han condenado.
Esto es lo primero que predican los discípulos una y otra vez: “ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de gente sin ley, pero Dios lo resucitó de entre los muertos; el Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, al que ustedes hicieron morir suspendiéndole del patíbulo (Hc 2, 23-24). Por tanto, con su acción resucitadora, Dios ha confirmado la vida y el mensaje de Jesús, su proyecto del Reino de Dios y su actuación entera. Es decir, la resurrección es algo que se ha producido en el crucificado, no en la imaginación de sus seguidores. Esta es la convicción de todos. La resurrección de Jesús es un hecho real, no producto de su fantasía ni resultado de su reflexión. No es tampoco una manera de decir que de nuevo se ha despertado su fe en Jesús.
Para los primeros cristianos, por encima de cualquier otra representación o esquema mental, la resurrección de Jesús es una actuación de Dios que, con su fuerza creadora, lo rescata de la muerte para introducirlo en la plenitud de su propia vida. Así lo repiten una y otra vez las primeras confesiones cristianas y los primeros predicadores. En el mismo momento en que Jesús siente que todo su ser se pierde definitivamente siguiendo el triste destino de todos los humanos, Dios interviene para regalarle su propia vida. Allí donde todo se acaba para Jesús, Dios empieza algo radicalmente nuevo. Cuando todo parece hundirse sin remedio en el absurdo de la muerte, Dios comienza una nueva creación. Ahora bien, con esta intervención de Dios se inicia la resurrección final, la plenitud de la salvación. Jesús es solo el primogénito de entre los muertos, el primero que ha nacido a la vida definitiva de Dios. Él se nos ha anticipado a disfrutar de esa plenitud que nos espera también a nosotros. Su resurrección no es algo privado, que le afecta solo a él; es el fundamento y la garantía de la resurrección de la humanidad y de la creación entera. Jesús es primicia, primer fruto de una cosecha universal.
Por otra parte, monseñor Romero en un contexto litúrgico de pascua y en medio de una realidad social dominada por la pobreza y la represión contra los que buscaban cambios, señalaba que le daba gusto pensar que la Iglesia en la que predicaba “no era una Iglesia abstracta, por las nubes, sino una Iglesia que peregrinaba con los pies en la tierra”. Y desde ese espíritu proclamaba: “El gran inspirador de la liberación de nuestra patria y de los hombres es (…) Cristo resucitado, el que esta mañana canta la verdadera victoria sobre todas las opresiones de la tierra. Cristo que ahora colocado en la gloria del Padre, puede desafiar los poderes de Poncio Pilato y del Imperio Romano; y el fanatismo de los dirigentes espirituales de Israel, de sacerdotes y de una religión que había pervertido sus sentidos”.
Luego el arzobispo mártir planteaba una exhortación y un desafío. Su llamado: “Ojalá, los fanáticos de la violencia y el terrorismo; ojalá, los que creen que con la represión y la fuerza se van a arreglar las cosas, aprendieran que no son esos los caminos del Señor, sino éstos: los humildes caminos de Cristo por la obediencia a la ley del Señor, por el respeto y el amor, y el que ahora entrega a los hombres la verdadera liberación para que el que la quiera aprovechar”.
Y al modo de los profetas de Israel dejaba un reto a los creyentes: “¿Por qué tan poca inventiva, cristianos? ¿Por qué, poseyendo el proyecto del reino de los cielos, con la fe en Cristo Rey resucitado, se hacen esclavos de ideologías de la tierra? ¿Por qué creen que lo cristiano vale menos que lo político? ¿Por qué no tienen ustedes la audacia de dar un sentido cristiano también a la organización donde ustedes pertenecen? ¿Por qué han de ser esclavos de los otros? ¿Por qué han de perder ustedes el liderazgo que Cristo lleva por delante? ¿Por qué han de someterse a los yugos?. ¡No se humillen! ¡Dicen que son liberadores y son esclavos! ¡Dicen que trabajan por reivindicaciones y se dejan subyugar! El cristiano es el más rebelde que existe, porque no se somete a ninguna ideología de la tierra, porque posee la gran libertad del liberador Jesucristo” (abril 1979).
Finalmente, el anuncio de la Buena Nueva de la resurrección de Jesús nos lleva a la solidaridad con los crucificados de nuestra historia. Así lo ha expresado el papa Francisco en su mensaje pascual “urbi er orbi”. A modo de peticiones el papa ha tenido presente a muchas de las víctimas del mundo actual. Ha pedido al Cristo resucitado la gracia de no ceder al orgullo que fomenta la violencia y las guerras, sino tener el valor humilde del perdón y de la paz. Pedimos - dijo el papa - a Jesús victorioso que alivie el sufrimiento de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su nombre, así como de todos los que padecen injustamente las consecuencias de los conflictos y las violencias que se están produciendo
Ha pedido paz y libertad para tantos hombres y mujeres sometidos a nuevas y antiguas formas de esclavitud por parte de personas y organizaciones criminales. Paz y libertad para las víctimas de los traficantes de droga, muchas veces aliados con los poderes que deberían defender la paz y la armonía en la familia humana. Ha implorado la paz para este mundo sometido a los traficantes de armas que ganan con la sangre de los hombres y las mujeres. Y para los marginados, los presos, los pobres, los emigrantes, los enfermos, los niños sometidos a la violencia y cuanto hoy están de luto; el papa ha rogado para que llegue la voz consoladora del Señor Jesús: «La paz esté con ustedes» (Lc 24,36). «No teman, he resucitado y siempre estaré con ustedes».
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