Bolivia ¿será posible convertir los reveses en victorias?

06/04/2015
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En las elecciones generales de 2014 el MAS triunfó con el 61% de los votos, reafirmando el liderazgo personal del Presidente Evo Morales. Hace apenas diez días, se celebraron elecciones subnacionales para elegir nueve gobernadores, ocho subgobernadores, más de trescientos alcaldes, cuatro mil concejales, asambleístas territoriales y corregidores, para un total de 4975 autoridades. En esta contienda, diversos partidos o frentes de oposición al MAS ganaron las alcaldías de las cuatro principales ciudades del eje troncal occidente-oriente (La Paz, El Alto, Cochabamba, Santa Cruz). Todas tienen particular gravitación, una como sede de gobierno, otras como polos de desarrollo económico, y dos por haber protagonizado las sublevaciones populares en defensa del agua y el gas en épocas de administraciones neoliberales. Suman 3.700.000 habitantes, sobre un total nacional de 11.000.000 (es conveniente recordar que algo más del 70% de la población boliviana reside hoy en ámbitos urbanos, como resultado de un implacable proceso de descampesinización).

 

Al evaluar estos resultados, tanto el MAS como las agrupaciones de oposición expresan medias verdades. El partido de gobierno, a modo de consuelo por las pérdidas, afirma ser el único que mantiene presencia nacional, y tiene razón, sólo que contabiliza en su mapa cientos de poblados poco relevantes. A su vez, los opositores señalan que la derrota oficialista en las estratégicas ciudades mencionadas es un inédito contrapeso, y también tienen razón, aunque en realidad ninguno de ellos haya logrado instalar liderazgos a nivel nacional (y tampoco se los perciba en el futuro próximo).

 

Así las cosas, la pregunta inevitable es qué está sucediendo con el MAS, pero también qué está ocurriendo con el Proceso de Cambio. En primer lugar, es evidente un fenómeno de notable desbalance entre una figura presidencial todavía sólida y la ausencia de otros liderazgos modélicos en el partido de gobierno. En segundo lugar, la mayor parte del funcionariado oficialista ha sido incapaz de remontar los hábitos, conductas, estilos, prácticas y mecanismos del viejo Estado Republicano con sus innumerables lastres. En tercer lugar, sigue primando en sectores afines al gobierno (incluyendo algunas dirigencias de movimientos sociales) la mentalidad prebendal que sostiene el derecho a tomar la parte del pastel que consideran suyo. Un ejemplo extremo, que estalló finalmente hace pocas semanas luego de numerosas denuncias anteriores, es el desvío de dineros del multimillonario Fondo Indígena hacia cuentas particulares o en beneficio de proyectos fantasma. Los montos son escandalosos.

 

En cuarto lugar, sobresale la pésima gestión de gobierno de algunos alcaldes  masistas (casos de las ciudades de El Alto y Cochabamba, para colocar sólo dos ejemplos), o bien la inoperancia de concejales y asambleístas del MAS (caso de la ciudad de Santa Cruz). A esto hay que agregar la inclusión de toda clase de oportunistas y tránsfugas en las filas del MAS, lo cual desconcierta u ofusca una y otra vez a militantes honestos.

 

Por último, las cada vez más notables contradicciones entre un discurso gubernamental que plantea otro horizonte civilizatorio, y una práctica que profundiza, estimula y potencia los engranajes del capitalismo realmente existente, enunciando aquellos pero practicando y promoviendo éstos. Tal y como sucede en otros procesos progresistas latinoamericanos, parece que se hubiera llegado al límite en la voluntad de transformaciones y en la materialización de nuevos caminos. Al respecto, me permito sugerir la lectura de un excelente artículo que explora las complejas causas de esta paradoja para el caso boliviano, pero que bien pudiera aplicarse a otros contextos[1].

 

Frente a este panorama, no es casual que algunos sectores y personas afines al partido de gobierno, preocupados por el cariz que está tomando la situación, insistan nuevamente en la urgencia de estructurar un amplio proceso de formación, no sólo ideológica sino sobre todo ética, dos elementos que no se generan espontáneamente, ni a fuerza de repetir consignas, vivar a Evo Morales, o levantar el puño izquierdo para la foto de ocasión. Es interesante indicar que una experiencia de formación política se inició orgánicamente hace algunos años, pero luego se la borró del mapa desde esferas oficiales, probablemente porque el pensamiento crítico se tornó incómodo. Hoy sólo subsisten algunos proyectos heroicos pero marginales, que siguieron apostando por el “ascenso ideológico” reclamado por el Che, consciente de que las reformas estructurales o las revoluciones más deslumbrantes tienen poco futuro si no están sustentadas en hombres y mujeres nuevos[2]. El reciente revés electoral pudiera operar como alarma para corregir rumbos.

 

 

 



[1] Rafael Bautista, Bolivia ¿El fin de la hegemonía? http://rebelion.org/noticia.php?id=197246

 

[2] Ver Ernesto Guevara, El cuadro, columna vertebral de la Revolución.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/168691
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