Una perspectiva subalterna de cara al posconflicto colombiano

30/03/2015
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Información
-A +A

Presentación necesaria

 

El asunto del devenir de la paz es, cómo no, de inocultable relevancia política, económica y geoestratégica para el presente y porvenir de la subregión Andino amazónica; y de modo puntual lo es, por su incidencia y relevancia inmediatas  para dos naciones hermanas, Ecuador y Colombia, que comparten extensas fronteras, con sus fortalezas, debilidades y dilemas.

 

Esta es la primera parte de una reflexión que se corresponde con una visita hecha a la hermana república del Ecuador, donde se hizo posible el intercambio de reflexiones estratégicas y una prospectiva de la que aquí presento una primera parte.

 

¿Una recesión democrática?

 

“Desde el 2000 he contado 25 rupturas democráticas en el mundo, no solo a través de golpes sino de degradaciones sutiles de derechos democráticos y civiles.” Larry Diamond, “Democracia en recesión”. Trad., Martín Pallares.

 

En la edición dominical del diario ecuatoriano El Comercio, del 22 de marzo, en la sección tendencias, el editor Martín Pallares, cita un escrito del politólogo estadounidense Larry Diamond, un notable especialista de las transiciones democráticas en los años 70 y 80 del pasado siglo.

 

Hoy, activo en el departamento de Ciencia política en la Universidad de Stanford, el profesor Diamond difunde un estudio pesimista que tituló “Democracia en recesión” en el Journal of Democracy. El tono del mismo contrasta con el optimismo que despegó para el año 1974, con la secuencia de cambios en los gobiernos autoritarios de Europa continental, empezando con Portugal (1974) hasta el reemplazo de la dictadura en la Grecia de los coroneles, que recordaba dramáticamente el célebre film de Costa Gavras.

 

El despegue democrático de los años 70 fue llamado por Samuel P. Huntington la “tercera ola,” para luego sumergirse él en los meandros de la crisis de gobernabilidad de la democracia liberal estadounidense; y, luego, transitar  al choque global de las civilizaciones, donde el Islam resultaba ser el principal “enemigo” de Occidente.

 

Este esquema analítico de Huntington se continúa con el profesor Diamond,  quien advierte la que parecía ser una nueva ola democrática, la cuarta, que según mi lectura arrancó en 1989, año de la caída del muro de Berlín, y  decae 18 años después, a partir del año 2007.

 

Ahora bien, nadie interesado en la política, la economía, y sus relaciones, olvida todavía el año 2008, cuando los Estados Unidos vivió la más severa de las recesiones, solo comparable en magnitud y profundidad con el crack de 1928/1929. Estados Unidos está apenas recuperándose en el corriente bienio a través de un rescate financiero que costó “sangre, sudor y lágrimas” a millones de compatriotas del primer presidente negro, Barack Obama.

 

Así volvió aplazarse el país de Jauja que pronosticó el demócrata, John F. Kennedy, a comienzo de la década de los 60. En Vietnam se marchitó también  la Alianza para el Progreso, ofrecida a los pobres del Sur, soliviantados por el curso independiente de la revolución Cubana.

 

La democracia liberal hoy

 

Conectemos en seguida a Antonio Gramsci con David Harvey, quien es un geo-economista radical de renombre en el marxismo actual; profesor asociado en investigación con la IAEN en proyectos estratégicos para el socialismo del siglo XXI en Ecuador. Conectados ambos en el esfuerzo de pensar la coyuntura presente tanto en Colombia como Ecuador, afectados de hechos por el conflicto armado con la insurgencia subalterna de las Farc y el Eln, y, seguramente, por el devenir del posconflicto.

 

En la concurridísima conferencia que Harvey ofreció en el paraninfo de la U. Central de Quito, hace poco, recuperó y precisó los alcances del marxismo para las ciencias sociales, según lo expresó en su reciente libro “17 contradicciones y el fin del capitalismo,” que difundió la IAEN en traducción castellano entre la intelectualidad asistente aquel día.[1]

 

Si damos crédito a lo establecido por Harvey, los procesos binacionales de Colombia y Ecuador se dan en un contexto marcado tendencialmente por el fin del capitalismo, en virtud de la concurrencia de 17 contradicciones. Pero, si los leemos valiéndonos de Gramsci, estos procesos se libran en una amplia disputa política por la hegemonía, esto es, una guerra de posiciones democrática, entre dominantes y subalternos, la que agrieta el bloque histórico gobernante, erosionando la unidad de su cúpula.

 

Tal situación se hace patente en Colombia con el enfrentamiento entre el Centro Democrático reaccionario, y el Partido de la U, gobernante, a propósito del debido curso de la negociación de paz con la guerrilla. Pero, la solución posible de la paz trasciende los lindes fijados en los acuerdos previos a la negociación, e impacta a la sociedad toda, un tercer actor, que viene siendo incorporado con cuentagotas.

 

De sus reflexiones quiero entresacar el dato de cómo en los EUA, algo más de 6 millones de personas perdieron sus hogares, como el resultado catastrófico de una guerra social ganada por las fórmulas especulativas del capital financiero transnacional. Fue una batalla en el marco de la guerra de posiciones democrática que enmarca la estrategia de lucha anticapitalista en el globo, que Negri y Hardt definen como la Era del Imperio, dinamizada por los polos de guerra y democracia.

 

Este sistema capitalista, que a su turno Harvey define como neo-imperialista sacó ventaja “inmoral” de las hipotecas basura de los frustrados propietarios estadounidenses. El capital financiero se lucró “hasta el tuétano” del entusiasmo del ciudadano medio del común por obtener una vivienda propia, y asegurarse a la vez de los mortales coletazos inflacionarios, metiéndose, paradójicamente, en la boca de los lobos de Wall Street.

 

Estas y otras oscilaciones intempestivas son propias de la guerra de posiciones democrática dentro del capitalismo global, que un capitalismo casino, ante todo. Quienes viven en él, sin excepción son convidados de la civilización “al debe” que está preñada de “riesgo”.

 

Bajo esta lógica amoral, asesina, depredadora se reproduce sin solución de continuidad una población aterida, entrampada por las instancias espejo de la sociedad civil contemporánea, regida por el consumo, a la vez que atemorizada por el fantasma de la miseria y la obsolescencia para los grupos de abajo y del centro. Esta situación la describió y analizó en forma temprana el  fallecido sociólogo reflexivo alemán Ulrich Beck, y la consignó en su best seller, “La sociedad del riesgo.”

 

En conclusión, mi rodeo circunstancial es para encadenar el enfoque de la democracia recesiva de Larry Diamond,  basado en estadísticas de Freedom House, que nos permite inferir asociaciones libres entre  la recesión económica y la política que enfrenta la globalización capitalista e, igualmente, a países como Colombia y Ecuador, muy dependientes de la suerte de las industrias extractivas y la exportación de sus commodities.

 

Este es el contexto nos sirve para pensar la eventual situación de posconflicto en Colombia y la repercusión que tendría en la hermana república del Ecuador. Para lo cual anudamos el neo-imperialismo de Harvey y el estado de estas democracias no consolidadas de la Subregión Andino amazónica. Se trata pues, de aprehender los alcances recesivos en materia de economía y democracia, a la vez que pensar cómo salir de dicha encrucijada, una vez que la paz sea firmada con las Farc-ep en Colombia.

 

Retomando el análisis gramsciano

 

Con Larry Diamond tenemos los ejemplos que nos reseña, cuando cita lo acontecido en Tailandia, Egipto, Honduras, Turquía y ahora Túnez. Estos casos permiten traza así una distinción política neo-institucional entre las democracias electorales y las democracias liberales, siendo los EUA  el modelo de estas últimas.

 

Él mismo agrupa a varios países de Suramérica, entre ellos coloca a Ecuador, Venezuela, Bolivia y Nicaragua bajo la categoría de semi-democracias. Sin llegar a meter en el mismo saco a Colombia, Brasil y Argentina. El primer grupo citado está jugado por el denominado “socialismo del siglo XXI”, lo que no ocurre con el anterior trío.

 

Bajo esta tri-furcación de la tipología democrática actual, que reproduce la reseña del diario El Comercio de Quito del pasado domingo, se nos muestra por el “desinteresado” Larry Diamond cómo las democracias  electorales tienen un ascenso sostenido hasta llegar al 59 % en el 2010, mientras que las liberales cae su número en forma sostenida en el mundo, hasta llegar al 40% durante el 2010.

 

Entonces Diamond descubre una diferencia de 19% para ese año de cierre. Esto es, después de la tercera ola, hay una contra-ola de visos autoritarios que no abandona aún, de modo general, las trincheras de las elecciones en las sociedades civiles respectiva.

 

Bajo estas premisas de raigambre empírica hagamos uso de la batería analítica acuñada por Antonio Gramsci en sus Cuadernos de la Cárcel (1929-1935). Para, acto seguido, situar la lectura crítica de lo hecho por Larry Diamond, y establecer una interlocución sobre el rumbo actual de la democracia en esta parte del mundo, que nos interesa específicamente.

 

Ahora bien, el politólogo que cito es un escritor acucioso de las transiciones políticas hasta que se produce el bloqueo real de los procesos de consolidación democrática en América Latina y en otros continentes. Tal inflexión le pasó la cuenta a los enfoques neo-institucionales de su compañero de viaje, Guillermo O´Donnell, quien viró en su última etapa hacia el examen de la calidad de la democracia. O´Donnell había estado asociado con Philippe C. Schmitter, como Diamond scholar de la Universidad de Stanford, a su turno estudioso de la democracia y el neocorporativismo.

 

Regresando a Gramsci, buscando superar este atolladero analítico, él caracterizó el Estado de la primera posguerra del siglo XX como un Estado ampliado, un estado integral, a la vez que definía un nuevo tiempo del capitalismo, definido por la expansión de un nuevo régimen de acumulación que exhibía dos caras, el americanismo y el fordismo.

 

Gramsci registraba en lo teórico, entre otras novedades, el creciente intervencionismo de la forma estatal en la economía capitalista nacional de la posguerra. Él se hacía eco sin citarlos, a lo elaborado por los economistas Keynes y Kalecki, con la docta mediación de Piero Sraffa, para criticar en cambio a su coterráneo Wilfredo Pareto.

 

Él, en la cárcel, recibía noticia de los dos grandes dirigentes que practicaron tal intervención estatal en la primera posguerra. De un lado estaba F.D. Roosevelt para cumplir tareas contra-cíclicas en la depresión americana, y, de otro, Stalin para avanzar en la construcción del socialismo en un país-continente, ante el fracaso de la revolución proletaria mundial.

 

Dicha categoría/noción, la de Estado integral ha vuelto a la palestra en el novedoso escenario suramericano, a raíz de las fórmulas políticas y económicas de la transición al llamado socialismo del siglo XXI, y por otro, como paliativo a los desmanes depredadores del neoliberalismo.

 

De la primera tendencia hace parte el Ecuador de la “revolución de los forajidos”, que siguió la secuela del fracaso de los levantamientos indígenas, que derrocaban gobiernos, pero no pudieron constituir uno propio; y de la segunda variante, de corrección neoliberal, es animador el gobierno de la prosperidad democrática en Colombia, que con Juan Manuel Santos llega también tarde al baile de la abundancia de recursos provenientes de la comercialización del petróleo, principalmente.

 

Las dos trayectorias anteriores ejemplifican procesos de revolución pasiva, donde las multitudes, los grupos y clases subalternos, son sujetos a la pasividad en los procesos de reforma capitalista, en procura de medidas contra-cíclicas que permitan mantener el crecimiento económico.

 

Del anterior libreto se aparta el curso político de la revolución en Bolivia, donde el Mas, con la conducción política de un mestizo Evo Morales, e ideológica de Álvaro García Linera, un blanco de clase media pobre, activo en la insurgencia subalterna del Tupac Katari, por lo que pagó cinco años de cárcel, contribuye a hacer protagónicas a las masas indígenas y campesinas, y a los obreros en menor grado, mediante una reforma económica y social desde abajo, pero no logra, por lo pronto, avanzar más allá, sujeto en parte, a la cadena extractiva, con su caída global, y presa todavía de su condición mediterránea, impuesta en la guerra con Chile.

 

Estado integral y basamento del posconflicto

 

Desde Bolivia, el vicepresidente García Linera habla de la realidad y pertinencia del Estado integral para pensar y actuar de conformidad en la transición boliviana en curso. Este cambio de estrategia la pensó Antonio Gramsci para Europa continental y los Estados Unidos durante la primera mitad del pasado siglo.

 

Esta novedad sobrevino como respuesta a la derrota de la revolución mundial actuada como en Rusia, que obraba a través de una fulminante guerra de movimientos. A partir de los años treinta, la estrategia mutó y dio paso a la guerra de posiciones democrática.

 

En el marco del socialismo del siglo XXI, Álvaro García sitúa y caracteriza el entramado institucional de las superestructuras complejas: la sociedad civil y la sociedad política, especializadas la una en la dirección, el ejercicio hegemónico, la creación del consenso de los gobernados; y la otra en la función de la dominación, la coacción, sobre estos. O al revés de lo que hablamos es de una revolución de los muchos, de una transformación radical de las estructuras capitalistas.

 

Estas dos funciones que desempeñan las capas intelectuales, en las que materializan la ideología de los grupos y clases dominantes, y quienes resisten tal binomio hegemonía/dominación, comportan una dinámica y una articulación que responden a las relaciones de fuerza existentes.

 

Así las cosas, en los bloques históricos de Colombia y Ecuador se producen equilibrios inestables dentro del estado, como lo recuerda Gramsci, en una determinada coyuntura y/o periodo de la historia de la lucha de clases moderna, donde empieza a perfilarse la disputa por la hegemonía desde un bloque en formación de los grupos y clases subalternas que demandan autonomía en el marco jurídico y político… (Continuará)

 

Miguel Ángel Herrera Zgaib

Profesor asociado, ex director ciencia política y Unijus, Unal, Bogotá. catedrático, maestría de estudios políticos, U. Javeriana, Bogotá. ex rector U. Libre, Colombia. director grupo investigación presidencialismo y participación, Colciencias/Unijus, 2000 – 2015.

Autor: la participación y la representación política en occidente (2000), Antonio Gramsci y la crisis de hegemonía (2013), Gramsci y el pensamiento de ruptura (en preparación). Coautor y editor: el 28 de mayo y el presidencialismo de excepción en Colombia, seguridad y gobernabilidad democrática. neopresidencialismo y participación en Colombia, ingeniería política compleja.

 

E-mails:

 maherreraz@unal.edu.co

presid.y.partic@gmail.com

www.seminario.internacional.gramsci.blogspot.com

 

Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 440

Semana del 27 de marzo al 9 de abril de 2015

Corporación Viva la Ciudadanía

http://www.viva.org.co

semanariovirtual@viva.org.co



[1] Se trata de la traducción hecha por el IAEN con sede en Quito, Ecuador,

 

https://www.alainet.org/es/articulo/168572?language=es
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS