Cucaracha en las pantallas ¿Y dónde está el ministro?
- Opinión
A pocos días de haberse presentado una secuencia repugnante en un programa televisivo, que condicionaba a una escolar a comer un plato de inmundas cucarachas a cambio de pasajes para un viaje de promoción, es posible ubicar meridianamente la polarización que recorre nuestra sociedad entre quienes, nadando contra la corriente, insistimos en defender a la educación como un Derecho Humano Fundamental y los que la entienden y manejan como una mercancía susceptible de ser alquilada o vendida a gusto del cliente.
Encontramos fundadas protestas de diversos sectores ciudadanos, muchos por higiene y sentido común, otros demandado se cumpla el Art. 14 de la Constitución que en su último párrafo consigna, “los medios de comunicación social, deben colaborar con el Estado en la Educación y en la formación moral y cultural”, como la propia Ley de Radio y Televisión que en su Art. 2 define que la radiotelevisión debe regirse “por los principios de defensa de la persona humana y su dignidad, el fomento de la educación cultura y moral de la nación”, así como “la formación integral de los niños y adolescentes”, entre otros.
De otro lado, hemos padecido justificaciones patéticas, absurdas y agraviantes a la Inteligencia, como también la de aquellos promotores de la TV y educación basura, que la “explican” como una oferta de mercado que el televidente está en la “libertad” de optar. Ambas, sin asidero ni moral, ni legal.
Todos, o casi todos, se han pronunciado o tomado posición. Menos quien debió ser el primero en protestar, en tanto órgano de Estado, rector y cautelador de la Educación y Cultura en nuestro país, el MINISTERIO DE EDUCACIÓN que, con su Ministro a la cabeza y con la ley en la mano, debió salir a defender a la ciudadanía, los educandos, nuestra dignidad y cultura, ante programas “cucaracha-basura” que como este, no educan, si no embrutecen, no protegen valores supremos como la dignidad y el respeto a la persona humana, que terminan derribando lo que con tanto esfuerzo construyen, la familia, la escuela y los maestros.
El Ministro de Educación, no opina sobre el rol nefasto que perpetran contra la Educación y la Cultura la mayoría de medios, con las excepciones que confirman la regla. Se encuentra muy atareado en distraer incautos y atender a los promotores empresariales que, no gratuitamente, lo han convertido en su Ministro estrella, en cuanto orienta el grueso del presupuesto del sector educación para alistar los mejores colegios y privatizarlos a través de la “administración público-privada (APP)”. Suculento negocio “reactivador”, que como política educativa, también en salud, son un rotundo fracaso en la región, pero que aquí se vende interesadamente como una novedad.
Así como el Ministro no se ha pronunciado, otros que tienen que ver directamente e indirectamente con el quehacer educativo, tampoco lo harán, en tanto ofician de interesados escuderos. Es que en ellos la estrechez de miras, los auspicios, el clientelaje vulgar y las granjerías, pesan mucho más que los principios, la educación y los intereses nacionales.
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