Paz y división de las Fuerzas Armadas

24/03/2015
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Resulta necio desconocer la enorme incidencia de las conversaciones de paz adelantadas entre el gobierno de Santos y las Farc en La Habana sobre el funcionamiento del Estado y la sociedad colombiana. Amplios sectores de la nación dan su apoyo creciente a los diálogos como lo confirman recientes encuestas, y grupos retardatarios de naturaleza fascista, hacen hasta lo imposible para sabotear la Mesa de concertación cuyo objetivo es la superación de la cruenta guerra civil colombiana.

 

Sobre esa fractura matriz se proyectan otras divisiones en diversos ámbitos del país.

 

Las Fuerzas Armadas no son ajenas a dicha circunstancia y las tensiones y antagonismos a su interior son un hecho notorio.

 

Hay militares guerreristas de ultraderecha, seguidores de las fantasías ultramontanas y asesinas de Uribe Vélez, enemigos radicales de la paz y adictos a la violencia que promueven los clanes oligárquicos del bloque de poder.

 

Hay otros, más civilizados, respetuosos de la constitución y de la legalidad, proclives al diálogo y la solución política del conflicto nacional (Herrera Berbel, Padilla, Samudio, Bonet, García Flores et.al).

 

Se trata de un hecho saludable, positivo y estimulante, pues es en los aparatos armados del gobierno donde elementos tan inescrupulosos y corruptos como el señor Uribe pescan en río revuelto con las más estrambóticas especulaciones, diatribas y discursos promovidos para inducir la conspiración, el golpismo y el bloqueo a los procesos de democratización del Estado. Desde que está funcionando La Mesa de conversaciones de La Habana, instalada en octubre del 2012, se han conocido distintos episodios orquestados por generales y oficiales para entrabar y dañar su normal funcionamiento. Chuzadas, seguimientos, provocaciones, filtración de coordenadas, violación de la tregua de las Farc, asalto a campamentos guerrilleros, asesinatos de jefes de las Farc, mentiras y demagogia barata de Pinzón el Min defensa y vinculación descarada con las campañas de la ultraderecha, han sido conductas y acciones permanentes y abundantes para bloquear la estrategia de diálogos y consensos alrededor de la agenda pactada entre las partes.

 

Lo cierto es que en las Fuerzas Armadas colombiana, dada la enorme influencia que en ellas tienen las teorías anticomunistas y fascistas de la Seguridad Nacional, la paz de La Habana no es de buen recibo. Muchos generales y otros oficiales viven de la guerra, hacen fortunas y acumulan privilegios con planes bélicos de violencia y exterminio de los campesinos, indígenas, grupos populares y militantes de la Izquierda. Son muchos los militares involucrados en los “falsos positivos”, en masacres, en desapariciones y violaciones de los derechos humanos. Nada de eso tiene que ver con la defensa de una fementida democracia, nada de eso tiene que ver con el bienestar de la sociedad, nada de eso tiene que ver con el progreso y la protección de la ciudadanía, nada de eso tiene que ver con la defensa de la soberanía nacional como falsamente lo proclama el caballista paramilitar del Ubérrimo y sus mediocres senadores, parlamentarios y parlamentarias.

 

Siendo que en los cuarteles, en las brigadas, en los comandos policiales, en los aparatos de inteligencia, en la cúpula militar, bulle un ambiente contrario a la paz para aniquilarla, no me parece nada malo que se de la división en las Fuerzas Armadas. Es conveniente para el país que salgan a la luz pública esas divisiones. Para los revolucionarios y marxistas esa debe ser una consecuencia normal de la lucha por cambiar la sociedad en un sentido democrático y socialista. Pues desde siempre, en el capitalismo hay una rémora militarista, reaccionaria y corrupta que envuelve miles de miembros del ejército, que existen y actúan en función de los grupos oligárquicos minoritarios que controlan el régimen político y sus instituciones. Son sus testaferros, son los guardianes de sus riquezas y poderes.

 

Por supuesto que a estas alturas del proceso de paz ya hay un núcleo de altos oficiales civilistas, respetuosos de la Constitución y del gobierno que no le jalan a la manipulación y a la grotesca deriva uribista. Son militares profesionales, con un sentido adecuado de la política, que han entendido que Colombia debe salir del campo oscuro de la guerra y la destrucción violenta de la sociedad. Son patriotas con otra visión del mundo, tolerantes y pluralistas, partidarios de las reformas sociales, partidarios de una democracia ampliada y diversa como la que se pactó, sin olvidar las salvedades, en el documento consensuado sobre la participación política y las garantías a los integrantes de las Farc y la resistencia campesina revolucionaria que se proponen ingresar a la vida política normal.

 

Bien que Colombia entera identifique estos enemigos de la paz en los institutos armados y agazapados como dice Otto Morales.

 

Bien que todos sepamos que hay soldados demócratas jugados con la paz y la superación de la guerra y el conflicto social armado.

 

Ojala que al abordar el tema del fin del conflicto la depuración de las Fuerzas Armadas permita limpiar las instituciones militares de estas fuerzas retrogradas asociadas con la violencia y la vulneración permanente de los derechos humanos de millones de colombianos.

 

Nota. La podredumbre de la Justicia Pretel es la misma de todo el Estado liberal oligárquico. Con esa cloaca pestilente que respira corrupción por todos los poros es imposible la paz. Ojala al abordar los ajustes institucionales y las reformas del Estado en el punto del fin del conflicto que se ha previsto en los diálogos de La Habana, se coloquen las bases de cambios profundos que refrende una Asamblea Constituyente soberana y popular cuya convocatoria y reunión es cada día más urgente. Es que el colapso del Estado neoliberal profundiza la crisis orgánica de todo el sistema político de las elites que encarna el señor Santos y su contradictor de ocasión, el jefe de la parapolítica.

https://www.alainet.org/es/articulo/168426?language=es
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