Dialogar con el ELN, para no hacer una paz a pedazos

09/03/2015
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Según las proyecciones, es muy probable que antes de terminar este año se firme un acuerdo de paz con las Farc, pero queda el interrogante del proceso pendiente con el ELN. Son varias las razones por las cuales la terminación del conflicto armado debe cerrarse también con este grupo insurgente con el que, al parecer, ya se ha llegado a algunos acuerdos.

 

El proceso de conversaciones entre el Gobierno nacional y las Farc está en su fase de consolidación. Aunque no es irreversible, muestra avances sustanciales que dependen de resolver cuatro puntos significativos: justicia, dejación de armas, refrendación e implementación de los acuerdos. Ahora está la tarea de cerrar las salvedades que quedaron en los tres primeros puntos, con lo cual es altamente probable que a final del 2015 se firme un acuerdo definitivo.

 

Por lo tanto, es totalmente pertinente preguntarse ¿qué pasa con el Ejército de Liberación Nacional (ELN)?

 

En primer lugar, es bien sabido que hay un proceso de acercamiento reservado entre el Gobierno y este grupo, en el exterior, desde hace cerca de un año. Allí están tratando de definir una agenda de temas.

 

Hasta el momento, al parecer, ya hay acuerdo en lo concerniente a víctimas, participación política, democracia y reformas para la paz. Estarían pendientes los temas relativos a implementación de acuerdos y unos procedimientos de negociación dentro de los cuales los escenarios y el alcance de participación de la sociedad —especialmente la regional— son fundamentales. También es de primer orden el punto al que se quiere llegar, que no puede ser sino el fin del conflicto y la transformación de la insurgencia en un movimiento social y político.

 

Para superar esta fase preliminar es clave que el Gobierno nacional reconozca la especificidad de cada una de las insurgencias, pues no se puede pretender repetir mecánicamente lo que fue funcional en el caso de las Farc.

 

Es importante reconocer que para el ELN, el rol y el protagonismo de la sociedad son esenciales en todas las fases del proceso, lo cual debería verse reflejado en el diseño final que se acuerde.

 

En segundo lugar, si el gran esfuerzo que están haciendo el Gobierno y las insurgencias, con el apoyo de la amplia mayoría de colombianos y de la comunidad internacional, es para terminar por completo el conflicto armado interno, es necesario adelantarlo con las Farc y el ELN.

 

De otra manera, estaríamos repitiendo la vieja historia

colombiana de ‘paz a pedazos’. Un pedazo de paz con el M-19, otro con el EPL, otro con el Movimiento Armado Quintín Lame, con el prt, con la Corriente de Renovación Socialista…

 

Esa experiencia no la podemos repetir, menos ahora, cuando debemos apuntar a que la página del conflicto interno armado pase a ser parte de nuestra historia.

 

En tercer lugar, es de anotar que estamos en una coyuntura excepcional: de una parte, hay un apoyo casi unánime de la comunidad internacional; y de otra, Estados Unidos, que para esta parte del mundo ha sido la figura hegemónica dominante, claramente ha mostrado su apoyo al esfuerzo de construcción de una salida concertada al conflicto armado, nombrando a un enviado especial del presidente Obama y de su secretario de Estado, John Kerry.

 

El Gobierno norteamericano ha emitido un mensaje contundente sobre la prioridad que tiene este apoyo. Adicionalmente ha incluido en su estrategia de seguridad nacional, la solución del conflicto colombiano como un componente significativo. De esta manera, reconoce, como es claro para los estudiosos de la seguridad y la defensa, que no la lee de una manera ideologizada, lo que representa un avance fundamental en seguridad regional y, en nuestro caso, una solución concertada a una violencia de medio siglo.

 

Adicionalmente, con todas las divergencias en curso, avanza lentamente cierta coincidencia relevante entre actores de poder, en el sentido de encontrar una salida jurídica para todos los actores —guerrillas, militares, empresarios, políticos—. En esa dirección debe leerse la oportuna propuesta del expresidente Cesar Gaviria, así como la del procurador general, de un  “pacto por la paz” que le dé sostenibilidad jurídica y política a los acuerdos. El ELN no se puede quedar al margen de este importante momento político, que busca cerrar el conflicto armado para siempre.

 

En cuarto lugar, este grupo insurgente cuenta en este periodo de su historia con un liderazgo encarnado en Nicolás Rodríguez Bautista (Gabino), quien tiene la máxima legitimidad, porque representa no solo la historia de esta organización insurgente, sino que es reconocido por todos sus miembros como el líder indiscutible. Eso es fundamental para una etapa tan compleja como la que implica pasar de una dinámica del enfrentamiento político-militar a otra en la cual se dejan las armas y se prioriza lo político y lo social. Adicionalmente, esta organización salió fortalecida en su cohesión interna y en su dirigencia con la realización del V Congreso, a finales del año anterior.

 

En quinto y último término, los dirigentes del ELN, inspirados en el legado del sacerdote y académico Camilo Torres Restrepo, están llamados a precisar cuáles son sus demandas políticas viables, que contribuyan a ampliar y mejorar la calidad de nuestra democracia.

 

Persistir en una lucha armada sin futuro, así sea de resistencia como algunos tienden a denominarla, es ir en contravía de la historia, porque el contexto internacional dejó de ser favorable hace rato, política y militarmente, a las revoluciones armadas que son vistas casi como un fantasma del pasado, que ya no es viable en el mundo de hoy. Los movimientos de cambio en Latinoamérica están andando a pasos agigantados, más allá de si se comparten o no, liderados por partidos y movimientos políticos y sociales que utilizan la democracia como vía electoral para acceder al Gobierno.

 

Persistir en el uso de la violencia por razones políticas no tiene ninguna justificación y la estrategia de ‘resistir’ es un sinsentido, cuando podrían sumarse a una actividad política dinamizadora de sus propuestas desde la civilidad.

 

Por todas estas razones, esperamos que muy pronto los colombianos conozcamos la formalización del proceso de conversaciones entre Gobierno y ELN, dentro de la estrategia que el propio Gabino ha denominado “de dos mesas de conversación y un solo proceso”.

https://www.alainet.org/es/articulo/168050?language=en
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