Retos actuales de las conversaciones con FARC

24/11/2014
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Cumplidos dos años de conversaciones entre el Gobierno Nacional y las FARC y con grandes avances en tres puntos de la agenda acordada, así como ya andando el cuarto relativo a las víctimas, se presenta una gran crisis a propósito del caso del General Álzate en el Choco -que esperamos se resuelva a la brevedad con su liberación-, es importante reflexionar sobre los retos que enfrentan estas conversaciones.
El primero tiene que ver con una regla pactada desde el inicio que es la de negociar en medio de la confrontación. Si bien esto fue una decisión pragmática en su momento para poder dar inicio a estas conversaciones, se convierte cada vez más en una amenaza para las mismas, porque especialmente el gobierno, no tiene el margen de maniobra para de resistir la presión política y de la opinión ante hechos de violencia que tengan trascendencia nacional -así sucedió en las conversaciones de Caracas en 1991, en Tlaxcala en 1992 y en el Caguan en el gobierno de Andrés Pastrana-.
Por lo tanto una tarea inmediata una vez retornen a la Mesa las Delegaciones debería ser abocar medidas para el desescalamiento del conflicto, en lo cual, podría ser de gran utilidad la Subcomisión con participación de miembros de la Fuerza Pública y jefes de las FARC, creada para los temas de dejación de armas, al ser éste un tema colateral al cese de actividades militares y a la dejación de armas, podría ocuparse del mismo, porque es un tema claramente militar y son ellos los indicados para recomendar las medidas respectivas. El tema del cese bilateral antes de terminar las negociaciones es muy complejo para el Estado por dos razones básicas, una sus obligaciones constitucionales y legales en relación con el mantenimiento del orden público y dos, porque no hay un solo actor en el escenario de violencia colombiano, hay otras guerrillas, además de las BACRIM y otros grupos de crimen organizado.
Segundo, el tiempo, porque si bien vistas estas conversaciones sin prejuicios ideológicos ni apasionamientos, las dos Delegaciones requieren un tiempo adecuado para el análisis de los temas y construcción de acuerdos, la opinión pública no tiene tanta paciencia para comprender estas dificultades y mucho más cuando hay antecedentes negativos de aquellos diálogos que no se concretaron en resultados positivos. Por consiguiente, avanzar al mayor ritmo posible debería ser una prioridad para las Delegaciones.
El tema de justicia, no es de poca monta, implica en el marco de la justicia transicional, encontrar fórmulas que permitan balancear valores sociales relevantes como son los de paz, justicia, reconocimiento de las víctimas, reconciliación y garantías de no repetición y este es un rompecabezas complejo; ahora bien, esto no solo afecta a los miembros de los grupos guerrilleros, sino también a los miembros de la Fuerza Pública que hayan cometido delitos de gravedad en el desarrollo del conflicto –aunque de esto se ocupara el Congreso-. Esta es una tarea compleja acerca de la cual deben llegar a acuerdos las dos Delegaciones en su momento.
Por ultimo está el tema de la dejación de las armas -en lo cual ya está trabajando la Subcomisión con participación de militares-; claramente el final de unas conversaciones para cerrar un conflicto armado implica que los actores armados ilegales dejen de serlo, es decir que las armas sean dejadas y destruidas; pero esto está asociado de un lado, a las garantías que se acuerden para los miembros de estos grupos guerrilleros una vez concluido el conflicto armado y de otro, a los mecanismos que garanticen razonablemente que los acuerdos pactados se vayan a implementar.
Si bien se ha avanzado mucho y hay mecanismos en el proceso que ayudan a superar crisis -como el papel dado a los países garantes-, existen desafíos muy importantes que la Mesa de Conversaciones debe superar y mucho mejor si se logra una disminución sustancial de los hechos de violencia.
Alejo Vargas Velásquez
Profesor Universidad Nacional

https://www.alainet.org/es/articulo/165694?language=es
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