Diplomacia caliente

17/11/2014
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En la segunda mitad del siglo XXI, Libia fue el primer ensayo de una diplomacia coercitiva sangrienta. Después de eso Libia es un país incontrolable
 
 La irresponsabilidad de “proteger” como política internacional
 
La geopolítica mundial es hoy un campo de cultivo para los estudiosos de las relaciones internacionales en el contexto del dinamismo contemporáneo.
 
La diplomacia cada día es más compleja en sus principios y muy pragmática en su accionar. Todo se mide de acuerdo al poder “real” de los países en disputa, por las ubicaciones estratégicas militares y energéticas donde se generan los conflictos después de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría.
 
Existe una nueva guerra, no fría, sino tibia con tendencia a puntos de ebullición que han reventado las ollas de presión en muchos lugares, ya que los ánimos caldeados se están resolviendo por la vía de la violencia y de las intervenciones militares con alta tecnología, donde ya la diplomacia no funciona en los términos de la famosa Convención de Viena, la cual ha sido violada como tantas otras que fueron aprobadas con el concurso de la Organización de las Naciones Unidas. A los conceptos tradicionales de No Intervención en los asuntos internos de cada país, los países que conforman el Consejo de Seguridad de la ONU, deciden a nombre de los casi doscientos países que constituyen la ONU, cuando o no intervenir en los asuntos internos de un país en conflicto en nombre de la seguridad regional creando resoluciones que legitiman bombardeos que han masacrado a millones de hombres, mujeres, niños y niñas.
 
La responsabilidad de “proteger” o “intervenir”
 
Intervenir o no intervenir está sobre una sombrilla bajo una resolución diplomática que están por encima de la soberanía de los países. Se trata de “la responsabilidad de proteger” que se rige por tres principios básicos:
 
1. Incumbe al Estado la responsabilidad primordial de proteger a sus habitantes contra el genocidio, los crímenes de guerra, la depuración étnica y los crímenes de lesa humanidad, así como de la incitación a ellos;
 
2. La comunidad internacional tiene la responsabilidad de alentar y ayudar a los Estados a ejercer esa responsabilidad;
 
3. La comunidad internacional tiene la responsabilidad de utilizar los medios diplomáticos, humanitarios y otros medios apropiados para proteger a las poblaciones de esos crímenes.
 
Diplomacia coercitiva sangrienta
 
Si resulta evidente que un Estado no protege a su población, la comunidad internacional debe estar dispuesta a adoptar medidas colectivas para hacerlo, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas. La interpretación de esta resolución ha conllevado a intervenciones de fuerzas militares de los países poderosos como el caso de la intervención en Libia y la destrucción del gobierno de Kadaffi aplicando la resolución 1970. Para aplicar esta resolución se armó una cayapa militar integrada por la OTAN y las fuerzas de los Cascos Azules de la ONU, aunque no aparecen como interventora (pero lo son) y cómo “joden”.
 
En la segunda mitad del siglo XXI, Libia fue el primer ensayo de una diplomacia coercitiva sangrienta. Después de eso Libia es un país incontrolable.
 
Intervención para no llegar a nada
 
También ocurre, como otra característica de la diplomacia coercitiva sangrienta, que un sector de político de la población a nombre de una minoría pide la intervención de otro país para lograr “su estabilidad”, bajo el concepto de “Estado fallido” o “forajido”, como es el caso de las operaciones Serval, en Mali, o Sangari en República Centroafricana, ambas operaciones militares implementadas por el ejército francés y su servicio de inteligencia.
 
Otro aspecto de la diplomacia coercitiva sangrienta es cuando un Estado del mal llamado tercer mundo o en vías de desarrollo, toma la decisión de crear sus armas de defensa, los países superpoderosos argumentan de que esa decisión de autodefensa pone en peligro la seguridad nacional de otra nación. Este caso está referido a las injustificadas argumentaciones que dio el afroestadounidense del alto mando militar, general Colin Powell, para invadir a Irak.
 
La diplomacia de sangre bajo el manto de “La responsabilidad de proteger” de la ONU también utiliza y arma grupos como lo hicieron con grupos de deformación del islam como Al-Queda o los grupos terrorista que armaron para intentar derrotar al gobierno de Siria.
 
Los principios de prevención, reacción y reconstrucción que se establece en la “Responsabilidad de proteger” no se han aplicado en ningún de los países donde la diplomacia de sangre se ha impuesto: Somalia, Irak, Afganistán, Mali, República Centroafricana, entre otros.
 
En conclusión, lo que hemos definido como diplomacia coercitiva son todos aquellos mecanismo diplomáticos por encima de la Convención de Viena que utiliza un país para doblegar a otros con fines estratégicos, bien sean políticos (votación en la ONU para apoyo de algunas resoluciones), económicos (bloqueo económico) y energéticos-minerales y agua (apoderarse de esos recursos).
 
Por otro lado, la diplomacia coercitiva se transforma en sangrienta cuando intervienen militarmente y se convierten en fuerza de ocupación a un costo incalculable de vidas humanas.
 
https://www.alainet.org/es/articulo/165523?language=en
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