Construyendo caminos de paz

13/11/2014
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Observando la gira por Europa del Presidente de la República de Colombia Juan Manuel Santos, denominada “diplomacia para la paz y el postconflicto”, nos encontramos con una muy buena predisposición de las capitales más representativas del viejo continente para apoyar y colaborar en el afianzamiento de las negociaciones del proceso de paz y en la planificación del postconflicto. 
 
Todo este apoyo internacional no es sólo un gesto político, representa también una cantidad importante de recursos monetarios y técnicos que se pondrán a disposición del gobierno para crear programas y herramientas que logren generar políticas públicas eficientes en este campo. Esto resulta particularmente relevante en el nuevo contexto político y económico que se vislumbra para el gobierno colombiano y la sociedad en general. 
 
Si bien este apoyo de Europa es una buena noticia para Colombia, tanto por los señalados recursos que se pondrán a disposición de esta última como por la experiencia europea en conflictos y soluciones de los mismos, se debe ser muy cuidadoso y tener en consideración el juego de la geopolítica en la cooperación internacional. 
 
Debido al desgaste producido por un conflicto armado que lleva más de 50 años, Colombia ha recibido beneficios provenientes de diferentes tipos de cooperación internacional que pueden agruparse en dos grandes líneas. Una de ellas reflejada en lo humanitario, que viene desde países como Alemania, Suiza, Holanda, Japón y Canadá (derechos humanos, medio ambiente, recomposición social); y otra enfocada en el tema militar, que proviene mayormente de Estados Unidos, Gran Bretaña y España. 
 
La militar es sin duda la que representa mayores recursos, sea por intereses propios del negocio de la guerra o por cuestiones geopolíticas. En este tipo de cooperación internacional, vemos con asombro cómo, en algunos casos, los propios acreedores y/o donantes son los mismos oferentes de armas y equipamiento militar, generando un círculo vicioso de deuda y compraventa, además de vulnerar la soberanía por diferentes cláusulas de supuesto beneficio mutuo.
 
En este sentido, con relación al caso colombiano no podríamos dejar de mencionar las cláusulas contenidas en este tipo de acuerdos de “cooperación” donde se ha establecido instalar, por ejemplo, bases militares extranjeras con la supuesta finalidad de cooperación bilateral. Cláusulas que colocan en riesgo la soberanía interna del país y la estabilidad regional, como ya lo pudimos observar en diferentes acontecimientos. 
 
En este contexto, la región debería tomar nota de lo que está sucediendo y convertirse en un actor decisivo en la búsqueda de la paz en Colombia. Un país que, por sus características propias de ubicación y recursos, se erige en un actor primordial para el contexto latinoamericano. 
 
La política exterior colombiana volvió a mirar a la región y la región volvió a mirar Colombia, por eso es fundamental que se aproveche esa solidaridad para generar un ámbito de debate donde discutir políticas públicas enfocadas en la construcción de una sociedad que anhela la paz. 
 
Para lograr esto se necesita una mayor disposición del MERCOSUR y la UNASUR, organismos que deberían tomar la iniciativa, al menos como ámbito de discusión, para generar programas y proyectos que ayuden al actual proceso de paz y al posconflicto. 
 
Colombia tiene mucho por ofrecer a la región en materia de energía, biodiversidad y cultura (temas centrales de la UNASUR), lo cual no se podrá visualizar si el país no concreta este proceso de paz y genera una política sostenible para afrontar todas las variables que se van a presentar en el posconflicto. 
 
En estos momentos existe una dinámica muy fuerte de actores sociales en la región, comprometidos con la igualdad, la inclusión y el desarrollo sostenible, que seguro estarían motivados a participar en mesas de diálogo que estén enfocadas en encontrar alternativas positivas que acompañen a Colombia en su lucha por la paz.
 
 Cabe destacar que la cooperación internacional por sí sola no va a solucionar los problemas que le corresponden a un país, pero si ésta se enfoca desde una concepción real de cooperación los resultados pueden ser altamente positivos.
 
Es claro que existen todavía deudas pendientes en el desarrollo interno de Colombia en materias tales como salud, educación, redistribución del ingreso y fortalecimiento del campo, entre otras. Estas materias necesitan de políticas transversales para su adecuado desarrollo y funcionamiento; y mientras no se resuelvan las deudas actuales seguirán alimentando el conflicto armado interno. Por eso reitero la necesidad de dinamizar aún más la cooperación sur-sur, específicamente en la región donde varios países han logrado importantes logros en estos campos.
 
13/11/14 
 
Jhonnatan Gamboa
Lic. Relaciones Internacionales
 
 
 
 
 
 
https://www.alainet.org/es/articulo/165450?language=es
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