El genocidio del 20 de diciembre de 1989

20/12/2012
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Herbert Nelson se destacó en el Instituto Nacional como estudiante y como dirigente. Participó en las jornadas heroicas de enero de 1964. Hace pocos años Nelson falleció pero no sin antes dejar un libro - Fundamentos ideológicos de las intervenciones de EEUU en Panamá - sobre la invasión militar norteamericana perpetrada en un día como hoy hace 23 años.

 
Según Nelson, “lo que aconteció aquel 20 de diciembre de 1989 fue un genocidio, una afrenta a las inteligencias civilizadas. Los sofisticados aviones de combate norteamericanos F-117 bombardearon los barrios asentados alrededor del Cuartel Central, provocando el incendio de las casas de madera y un número considerable de muertos y heridos. Desde la bahía que colinda con el barrio de El Chorrillo los barcos de guerra cañoneaban el Cuartel Central que se ubica dentro en El Chorrillo. Por este mismo lado entraron tanquetas”.
 
Nelson señala que “las escenas que se produjeron en el barrio de El Chorrillo fueron escalofriantes. Se veía venir a la gente corriendo, mujeres con niños en brazos, niños agarrados de las faldas de su madre, niños sobre los hombros de otros niños, espantados, llorando, algunos ancianos arrodillados en los quicios de sus puertas, otros escondidos bajo sus camas, gemidos de dolor emergiendo de los escombros de las casas destrozadas, pedazos de carne humana y huesos mezclados con escombros y numerosos incendios por toda el área”.
 
En el libro Nelson dice que “el ataque se dirigió a varios puntos de la capital, pero especialmente en los alrededores del Cuartel Central, donde las tropas norteamericanas chocaron con miembros de las Fuerzas de Defensa y milicianos de los Batallones de la Dignidad. El poder de fuego de las tropas norteamericanas por tierra, aire y mar, fue inmensamente superior al de los militares y civiles que resistían la invasión. En el cuartel de Fuerte Amador, las tropas de las Fuerzas de Defensa resistieron las embestidas de los invasores. El aeropuerto de la capital, así como otras terminales aéreas del país quedaron inutilizadas por los ataques desde el aire”.
 
Incluso, agrega Nelson, “durante el desarrollo del conflicto EEUU cerró a la navegación el tránsito a través del Canal de Panamá. Por primera vez desde 1914 el Canal estuvo cerrado, negándosele el acceso a barcos de naciones que mantenían una posición neutral en el conflicto”.
 
Nelson reconoce que “a pesar de la envergadura de los ataques norteamericanos, la resistencia desorganizada de las Fuerzas de Defensa y de civiles fue heroica si tomamos en consideración el potencial de fuego y la sofisticada maquinaria bélica que usaron los soldados norteamericanos”.
 
También apunta como “ese mismo día el triunvirato (el presidente Endara y los vicepresidentes Arias Calderón y Ford) que había sido juramentado en una base militar norteamericana (esa madrugada), se dirigió al país y le pidió a los militares y a los civiles que oponían resistencia al avance de las tropas invasoras, a no poner obstáculos a la misión de las tropas invasoras”. A Endara, según Nelson, le fue conferido el triste papel histórico de formular el mensaje:
 
No resistan el avance de las fuerzas norteamericanas. No queremos más sufrimientos ni más dolor. Cuando todo haya concluido podremos celebrar la llegada de la democracia, la justicia y la libertad... Hay que aceptar la honorable paz que nos ofrece el presidente norteamericano George Bush”.
 
Nelson describe el momento en que “el sol se hizo presente la mañana de ese fatídico 20 de diciembre de 1989, (exponiendo) las escenas dantescas que se mostraban en el destruido barrio de El Chorrillo. Cientos de civiles aparecían muertos y heridos en las calles, debajo de los escombros. Las humildes casas ardiendo en llamas. Los hospitales de la capital no se dieron abasto para atender a tantos heridos y muertos, de los que pudieron ser rescatados por familiares y amigos de las víctimas”.
 
En la descripción que recoge Nelson, “el Cuartel Central de la avenida A aparecía virtualmente destruido. En su interior yacían muertos más de un ciento de militares integrantes de la unidad “Machos de Monte”. Según testimonio del maestro Rafael Olivardía, los “Machos de Monte” y todos los que cayeron defendiendo el terruño patrio fueron “héroes”.
 
Según Olivardía, “después de un traqueteo de ametralladoras ya no se oyó el tiro solitario. Murió el último ‘macho de monte’. Nos llevaron de El Chorrillo a Balboa. En el camino vimos asesinar a gente amarrada. Nos dolía. Caminábamos entre cadáveres. Nos dolía mucho”. 
 
Nelson concluye que “al darse cuenta del infame genocidio que habían perpetrado, los norteamericanos intentaron ocultar ante la faz del mundo el resultado de sus delitos y pusieron obstáculos a la Cruz Roja Internacional para que no entrara en las zonas de conflictos a prestar auxilio a los heridos que yacían desangrándose. Algunos de los cadáveres eran incinerados en la playa con lanzallamas y las cenizas tiradas a la bahía para que el mar las desapareciera. Otros cadáveres fueron introducidos en furgones frigoríficos, junto con algunos heridos, y sepultados en fosas comunes. Se calcula que cada furgón tenía capacidad para almacenar un promedio aproximado de 400 cadáveres”.
 
20 de diciembre de 2012.
 
Marco A. Gandásegui, hijo, profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos Justo Arosemena (CELA) http://marcoagandasegui11.blogspot.com
 
https://www.alainet.org/es/articulo/163465
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