El nuevo modelo político

02/12/2012
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Iniciadas de manera formal las conversaciones que transcurren en La Habana entre el Gobierno Nacional y las FARC son muchas las ilusiones para que por fin se logren superar en el país, los más de cincuenta años de violencia política con continuidades y discontinuidades que se han tenido, producto, entre otras cosas, de la democracia restringida imperante y para que también puedan las organizaciones insurgentes hacer el tránsito de las armas a la política.
 
No hay que olvidar que la violencia revolucionaria tiene en Colombia un origen no sólo como parte de la estrategia de sectores ideológicos de izquierda en alcanzar el socialismo mediante la lucha armada, pregonada, otrora, por los antiguos y algunos ya extintos regímenes socialistas sino como respuesta al modelo político bipartidista, excluyente y hegemónico imperante. Modelo que ha  estimulado en ocasiones que la violencia institucional y de ciertas elites no haya permitido desarrollar espacios para la democracia; permitiendo la criminalización del movimiento cívico y popular y de las verdaderas terceras fuerzas políticas autónomas. Los centenares de homicidios de obreros, campesinos e intelectuales y la experiencia de la Unión Patriótica y de la Alianza Democrática M-19 son ejemplos, recientes de la criminalización del movimiento social y de la oposición por parte de este régimen hegemónico paritario, aún muy dominante en algunas regiones del país, en connivencia con el narcotráfico y el paramilitarismo.
 
En Colombia son varios los estudios  que históricamente involucran el  concepto de terceras fuerzas, de manera equivocada, a las disidencias políticas que se desprenden del tronco duopólico bipartidista en busca de consolidar sus propios intereses y también se han denominado terceras fuerzas a los acuerdos o pactos  históricos  que sirvieron en momentos precisos para que las clases dominantes superen momentáneamente la crisis de su sistema político nacional. Tal es el caso del Movimiento de Reconstrucción Nacional del presidente  Enrique Olaya Herrera, (1930-1934) que acabó con la hegemonía  de los cincuenta años de las “Repúblicas  Conservadoras”. Posteriormente la Unión Nacional del presidente Mariano Ospina Pérez (1946-1950) que propuso un Gobierno con participación de liberales en los cargos ministeriales, y más recientemente durante el inicio del período del Frente Nacional, el Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) de Alfonso López Michelsen.
 
A las anteriores formaciones políticas, algunos las han denominado de manera equivocada terceras fuerzas y no lo son; en tanto no han sido o no han surgido como realidades autónomas del movimiento popular y democrático, ni como producto de procesos de negociación y paz con la insurgencia. Todo lo contrario, son producto de coaliciones o alianzas que se acercan más a lo que en ciencia política se ha llamado pactos consociacionaleso acuerdos de elites para superar sus crisis, cuyo caso más notable en la política colombiana fue el llamado Frente Nacional.
 
De tal manera que esas coaliciones, alianzas y pactos de elites que se han desarrollado en Colombia a través de la historia, sólo han servido para afianzar el modelo hegemónico, paritario y excluyente, así se disfracen de Unidad Nacional y multipartidismo. Pues todas las siglas políticas de la hoy llamada Unidad Nacional son hijas del mismo tronco paritario Liberal-Conservador.
 
En las conversaciones de Paz que se desarrollan en Cuba, a parte de discutir problemas puntuales de las necesidades apremiantes de las comunidades, que son muchas, y/o discutir sobre las necesidades de adecuación política para mejorar la eficiencia de la inversión del gran capital y la tranquilidad de las multinacionales, como pretende el Gobierno; lo que se requiere es acordar también un nuevo modelo político mediante un nuevo pacto que permita que Colombia se abra a un régimen político, democrático, incluyente, participativo y profundamente respetuoso de las terceras fuerzas políticas autónomas nacidas del movimiento popular y democrático.
 
Es esencial trabajar por construir un nuevo régimen político cuyo propósito central sea el respeto por los Derechos Humanos fundamentales y por hacer realidad el cumplimiento a cabalidad de los derechos económicos, sociales y culturales y del medio ambiente de los colombianos. Definidas en La Habana las nuevas reglas del juego de la política y la gobernabilidad colombiana en el marco de un gran acuerdo nacional incluyente y participativo, el resto se hará en el camino.
 
Héctor Alonso Moreno
Colaborador Semanario Virtual Caja de Herramientas
 
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 331
Semana de noviembre 30 al 6 de diciembre de 2012
Corporación Viva la Ciudadanía
 
https://www.alainet.org/es/articulo/163047

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