Decir la verdad es un oficio altamente controversial (II)

16/10/2012
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Dedico estos artículos al amigo y compañero de luchas Dr. Arnoldo Mora Rodríguez, intelectual eminente e inspirador de los aspectos básicos de estas reflexiones, sobre los que ha insistido, a veces con singular vehemencia. Los aciertos son suyos; las torpezas mías.

Dicen las malas lenguas que el anterior director del FMI, Dominique Strauss Kan, fue víctima de una jugarreta montada, en virtud de posiciones críticas sobre las fuerzas que controlan al mundo corporativo. Fue por eso que terminó en la cárcel, perdió su puesto en el Fondo y se vio obligado a renunciar a la candidatura presidencial de la República francesa. Es necesario recordar que el FMI es en lo fundamental, un organismo al servicio de la política económica y financiera de los Estados Unidos, con ligeras variantes que involucran los intereses de las otras grandes potencias capitalistas de nuestro tiempo. Eso no evita que algunos de sus máximos representantes manifiesten grados de independencia y se atrevan a decir lo que piensan.

Se supone, tal como expresábamos en nuestro artículo anterior, que el rigor científico debe imponerse a los intereses coyunturales y que, aún velando por los intereses cardinales del mundo capitalista desarrollado, si las máximas autoridades del FMI mienten o enmascaran la situación real de la economía contemporánea, si ocultan la verdad de los hechos, si no previenen a las grandes potencias, si no se atreven a poner el dedo en la llaga, sólo acrecentarían los riesgos y los peligros de una crisis que parece tornarse incontrolable.

La actual Directora del FMI, la francesa Christine Lagarde advirtió que la deuda interna de los países capitalistas más desarrollados, ha alcanzado, dice,

"el nivel más alto desde la Segunda Guerra Mundial" y agregó que, "quizás el más grande obstáculo" al crecimiento "será la pesada deuda pública en las economías avanzadas estimada en cerca del 110%” del PIB.

De manera sintética, podemos decir que el PIB es la suma de todos los bienes y servicios creados por una economía en el transcurso de un año. En pocas palabras, los países ricos en su conjunto, tienen una deuda que supera más que toda su capacidad productiva durante un año entero. Una deuda pública del 110% es una deuda prácticamente impagable, pues además de la espantosa crisis económica y social en la que ya están metidos, para hacerle frente, tal como ha ocurrido en Grecia y en España, habría que aplicarles una receta idéntica, lo que representaría la completa liquidación del llamado “estado de bienestar” y del exorbitante consumismo en que están sumergidos los habitantes del mundo rico.

La misma señora Lagarde se encarga de insistir sobre las consecuencias, directamente vinculadas al crecimiento económico y a la confianza, por lo que advierte:

"No debemos ilusionarnos, dijo, sin crecimiento el futuro de toda la economía está en peligro"…..y agregó: “una lección es clara: desde la historia: reducir la deuda es increíblemente difícil sin crecer; una alta deuda, al contrario, es obstáculo al desarrollo"…

Se trata pues, de un auténtico círculo vicioso: reducir la deuda es imposible sin crecimiento pero la deuda es, en este caso, el mayor obstáculo al crecimiento.

Finalmente, la señora Lagarde concluye de manera aún más dramática:

"El camino que tenemos en frente -aseguró- es estrecho y largo: la clave es ahora la de poner en marcha las políticas que nosotros sabemos son necesarias y empujar todos juntos en todos los frentes".

¡Escuchen bien, gobernantes, ciudadanos, economistas y políticos del continente! ¡Presten atención a esa frase categórica y conminatoria de la Directora del FMI! Es una sentencia que no está dirigida a todos los pueblos del mundo sino a los países capitalistas ricos, a los que acaba de advertir y criticar de manera particularmente severa:

“Poner en marcha las políticas que nosotros sabemos son necesarias y empujar todos juntos en todos los frentes”.

Es a todas luces un grito al borde del abismo, pero en países como el nuestro, a los gobernantes y directores de la política económica no parece inmutables que la encargada de gerenciar uno de los órganos fundamentales de la economía mundial, les diga en su propia cara, que el mundo rico tiene que desentenderse, totalmente, de cualquier gesto que no sea la ejecución implacable de una política monetaria, comercial, energética, crediticia, financiera o de inversiones, que sólo los favorezca a ellos y que la única salida que tienen es descargar esa crisis sobre nuestras espaldas.

Se trata del capitalismo desarrollado que, una vez más desde Breton Woods, toma la decisión de mirar hacia sí mismo, toma la decisión de fortalecer sus monedas, acrecentar el intercambio desigual, la explotación inmisericorde de nuestros recursos naturales, las riquezas de nuestros mares y de esa riqueza insustituible que es la capacidad productiva de los jóvenes profesionales formados en nuestros centros de educación superior, vía el mecanismo de las zonas francas o por el bien probado método del robo de cerebros.

Pronto aparecerán de nuevo los sirvientes incondicionales del mundo corporativo y las fuerzas locales que les sirven de apoyo, a proponerles a nuestros jóvenes instruidos en las ciencias sociales que se hagan de la vista gorda, que miren hacia otro lado, que metan en un saco todo su instrumental crítico, que se porten como buenos técnicos y obedezcan las indicaciones de sus superiores jerárquicos sin provocar conflictos intelectuales.

Pero ha llegado el momento en que se impone, como pocas veces en nuestra corta historia, la unidad de los hombres y las mujeres dispuestas a hacerle frente al enemigo principal poniendo en juego nuestras ideas y convicciones, de recuperar el control del aparato estatal, de participar electoralmente en un frente único de fuerzas democráticas y patrióticas y ponerlo al servicio de los costarricenses.

Curridabat 15 octubre 2012

- Álvaro Montero Mejía es Doctor en Economía, Abogado y ha sido docente en la UCR, Productor de Televisión, escritor y editor. Fue el fundador del Partido Socialista Costarricense.

https://www.alainet.org/es/articulo/161903

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