Cinco centrales sindicales que pueden ser seis, siete y ocho
12/10/2012
- Opinión
Movilizaron a Plaza de Mayo dos de las cinco centrales gremiales, enemistadas con el gobierno. Como al interior de esas cinco suelen convivir más tendencias, en realidad su número, mayor, podría ser el del programa de la TV pública.
La política tiene esos raros escenarios donde los enemigos de ayer se convierten en los cálidos amigos, sin que se sepa cómo será la relación mañana. Pablo Micheli, que en 2010 tomó la posta de Víctor De Gennaro en una de las dos corrientes que conformaban la CTA, no podía ni verlo a Hugo Moyano. La antipatía era recíproca. El estatal defenestraba a todo aquel que tuviera simpatía por los Kirchner, y el camionero era defensor a ultranza de Néstor y Cristina.
Pero esos hielos continentales que separaban a Micheli de Moyano se fueron derritiendo a medida que el segundo fue alejándose del gobierno. Él quería tomar esa distancia pero desde Balcarce 50 lo cascotearon para que pusiera la reversa y se fuera con su camión a otra parte.
La oficialización de un romance entre los dos gremialistas otrora distantes se oficializó en junio. Micheli declaró que concurriría a la Plaza convocada por la CGT por la universalización de las asignaciones familiares y el no pago del impuesto a las ganancias sobre los salarios. Al final no fue por problemas de cartel (después algunos sindicalistas se quejan de que los traten como si fueran vedettes). El vínculo estaba establecido: M y M harían movilizaciones conjuntas, enfiladas contra el gobierno nacional. Y eso es lo que ocurrió el miércoles 10/10, cuando esa parte de la CTA llamó a “reventar la plaza de Mayo”, con demandas que en general nadie podría calificarlas de incorrectas. A saber, aumentos salariales y previsionales, no pago del impuesto al salario, control de la inflación real que no es la del INDEC, rechazo al proyecto oficial de reforma al sistema de riesgos del trabajo y otros puntos.
El problema que tiene esa agenda, según otras lecturas –que este cronista comparte- es que se la utiliza como si fuera un arma disparada contra el gobierno nacional. Se lo considera a éste como el enemigo principal de los trabajadores y de los gremios. En cambio los caceroleros de teflón y el motín destituyente de prefectos y gendarmes no merecieron críticas de Micheli y Moyano. El referente político del primero, De Gennaro, ratificó sus posiciones favorables a la sindicalización de esas fuerzas de seguridad, de grueso calibre y poca puntería democrática. Fue un aval a los edificios Guardacostas y Centinela.
El camionero, por su parte, fue más explícito en avalar las protestas de la clase media y alta, el 13/9, y de los uniformados armados en la primera semana de octubre.
Dos que pueden ser cuatro
Esas dos centrales pueden ser cuatro, según cómo se mire. Es que tienen líneas internas que marcan diferencias político-gremiales que en algún momento pueden dar lugar a cismas.
ATE Capital Federal no quiso participar del paro y acto del miércoles. El argumento de los delegados y activistas de ese gremio –columna vertebral de la CTA- fue que la medida de fuerza no había sido consultada ni decidida por las asambleas de la entidad. Parece una observación válida, tratándose de un gremio que bajo la inspiración de Germán Abdala siempre hizo valer esos mecanismos.
Pero también había rechazo a compartir una jornada con Camioneros y Eduardo Buzzi, de la FAA. El 20/9, en un reportaje realizado por Marcelo Paredes, de ACTA (vocero de esa CTA), se le preguntaba: “¿Hay críticos a la "unidad de acción" en la CTA?”. Y Micheli contestaba: “Hay compañeros que tienen prejuicio por juntarse con Moyano, prejuicio a la foto”. Plantear la oposición sólo en términos fotográficos minimiza las diferencias que le aparecieron con esta jugada.
El dirigente estatal es políticamente dependiente del FAP, subsector Unidad Popular (De Gennaro y Claudio Lozano). Y en esa CTA también militan sindicalistas de la CCC y del MST (que tributan a Proyecto Sur). En el histórico paseo también estuvieron los sindicalistas de partidos trotskistas (PO, PTS e IS), que no comulgan en política con Micheli ni con Moyano, aunque también aquí se verifica el pensamiento borgeano: los une el espanto a Cristina.
Micheli por ahora pudo contener a esas fracciones contrapuestas pero no se sabe por cuánto tiempo. Apenas terminó el acto voló a Nueva York, invitado a una reunión en la ONU donde rechazó la ocupación militar de Haití. Varios medios lo escracharon como que había ido a Miami, de compras. Al cronista le pareció una chicana. El sindicalista tiene otras limitaciones, aquí enunciadas, pero no es ninguna Susana Giménez; su avión hizo una escala en esa ciudad de La Florida. Lo que no podrá decir que fue un invento de la prensa oficialista su errónea apreciación de “reventar la plaza”. Los más exaltados dijeron que se habían reunido 80.000 almas. Quizás sea difícil contar las almas, pero las fuentes más críticas del gobierno, como Clarín, arriesgaron que había 30.000 o 40.000 personas. “La Nación” calculó entre 20.000 y 30.000. En cualquier caso muy lejos de lo que declaró Micheli a ACTA en el citado reportaje: “si el 11 de octubre somos 200 mil en la Plaza de Mayo es probable que no todos pensemos igual pero eso no nos tiene que asustar”. Asusta esta monumental pifia.
A su vez Moyano no las tiene todas consigo. A los aliados que emigraron, como Omar Viviani, se sumaron las diferencias con su asesor Héctor Recalde y los matices de su hijo Facundo. En sus embates más virulentos contra Cristina no lo acompañan Juan Carlos Schmidt ni el adjunto Guillermo Pereyra. Esa CGT también puede ser “un que se divide en dos”, además de la escisión ya producida con Antonio Caló. En la primera semana de octubre el camionero lanzó en La Falda su Programa de 21 puntos. En líneas generales contiene lineamientos aceptables, como la propuesta relativa a viviendas: “proponemos la nacionalización del Banco Hipotecario Nacional y que vuelva a ser gerenciado por el Estado”. Lástima que esas palabras sean llevadas por el viento de sus alianzas con sectores retrógrados y conservadores como el duhaldismo, el sciolismo y el delasotismo.
Los Gordos y el docente
El 9/10 la presidenta recibió a los “Gordos” de la CGT que los mal pensados –incluido el cronista- llaman “Balcarce” y sólo omiten la numeración (50). Concurrió el Consejo Directivo de 35 miembros encabezado por el metalúrgico Caló, el mismo que se había opuesto a la propuesta de sus aliados (y quizás de Cristina) de que hubiera un triunvirato en vez de un secretario general. “Una secretaría de tres cabezas es un monstruo”, descalificó el que ahora aspira a erigir esa central en la CGT única, como cantaban los asistentes al congreso en Obras Sanitarias, el 3/10. El Comité Central Confederal lo habían realizado en el Teatro Empire, propiedad de la Unión Ferroviaria, que tiene encarcelados y juzgados a José Pedraza y otros dirigentes, por el crimen de Mariano Ferreyra.
La UOM, con Augusto Vandor, Lorenzo Miguel, José I. Rucci, Victorio Calabró, Naldo Brunelli y otros líderes no se ha caracterizado precisamente por su defensa de un modelo combativo ni pluralista. Caló representa esa tradición de “Patria Metalúrgica” que vio privatizar a Somisa sin tirar ni un chasquibúm. Más bien fue socia de esa enajenación que favoreció al pulpo Techint.
El nominado como adjunto es Andrés Rodríguez, de UPCN, un fervoroso cristinista pero tremendo menemista de anteayer. El responsable de relaciones internacionales es Gerardo Martínez, de UOCRA, sindicado como buchón de la dictadura y el Batallón 601.
Que un gobierno decente como el de Cristina defina que su “pata sindical” son los “Gordos” es una mala noticia. Tan mala como que a nivel empresarial privilegie la alianza con la Unión Industrial, donde mandan los monopolios.
Caló dijo haber reunido en su CCC a 91 gremios. En su interior hay “Gordos”, Independientes y MASA. Pensar en divisiones allí no es un pronóstico aventurado. Hoy se cobijan bajo el calor oficial, pero ya lo aludió el tango: hoy un juramento, mañana una traición. Es un amor de estudiante, pero también de burócratas.
Se puede prescindir del análisis de la CGT Azul y Blanca, de Luis Barrionuevo. Es un sello marchito y decadente, igual que su mentor, Duhalde.
Sí se debe analizar la evolución de la quinta central, la CTA del docente Hugo Yasky, que viene afirmándose como una propuesta interesante.
Tiene una política de defender los logros del gobierno y en eso se diferencia de los demás, lo que dialécticamente puede provocarle debilidad cuando no sale a la calle todas las veces que debiera hacerlo, por reclamos justos.
Esta CTA recuperó a la FTV de Luis D´Elía y acaba de ganar la seccional Villa Constitución de la UOM. Fue recibida por la presidenta el 9/8 y al mismo tiempo está recorriendo el país. Anteayer el docente estuvo en Bell Ville, donde debatió con cien personas en el Hotel Italia y propuso un impuesto a los altos ingresos: 15.000 pesos para el trabajador soltero. Es difícil que la CFK y Hernán Lorenzino estén de acuerdo en subir tanto la vara, pero es bueno que un kirchnerista como Yasky lo haya propuesto.
https://www.alainet.org/es/articulo/161810?language=en
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