Profundidad y valentía, no silencio ante el dolor
10/10/2012
- Opinión
Al decir que alguien “comete” suicidio, los medios de comunicación anglosajones dan a entender que se trata de un crimen. “Pero no cometió un crimen. Se quitó la vida”. Así lo afirmaba el periodista Cristopher Lukas en el taller “Cubriendo el suicidio” del Dart Center for Journalism and Trauma. Este centro de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Columbia pretende servir como recurso para periodistas que cubran temas relacionados con la violencia y el trauma.
Durante dos días, psicólogos, expertos de la salud y profesionales de la comunicación debatieron sobre el suicidio en los medios de comunicación. Cada año se quitan la vida cerca de un millón de personas en el mundo; una cada 40 segundos. Ni siquiera mueren tantas personas en todos los conflictos armados juntos. Los casos han aumentado de forma alarmante en Estados Unidos desde 1999, y es ahora la décima causa de muerte aunque, a diferencia de las que le preceden, ésta va en aumento.
El suicidio en los medios de comunicación divide opiniones. Unos se apoyan en el efecto réplica que, según varios estudios, se produce por publicar información sobre casos de suicidio. Por eso, muchos medios de comunicación mantienen una política de silencio.
Pero cada vez más profesionales de los medios piden que se hable del tema, aunque sin frivolizar ni perder de vista que “se trata de un asunto complejo”, en palabras de Bob Gebbia, director de la American Foundation for Suicide Prevention. En el taller, algunos profesionales apelaban al sentido de responsabilidad de los periodistas y resaltaban la necesidad de formar a los profesionales para cubrir información que implica cuestiones éticas, psicológicas, jurídicas y políticas con las que no cualquiera puede lidiar.
Esa formación se dirige, sobre todo, al enfoque que deben dar los periodistas y a la forma en que cubren una noticia. En repetidas ocasiones, los periodistas han llenado sus informaciones de detalles sobre la muerte que el lector no necesita saber. En otras, han simplificado las causas o se han limitado a hablar del shock y del dolor sin abordar otras cuestiones.
Pero tampoco resulta fácil llegar a las causas y luego informar de ellas, que muchos de estos expertos consideran fundamental para detectar casos en el futuro y prevenirlos. En muchas ocasiones hay situaciones llenas de dolor y desesperación, se han destapado secretos que salpican a otros miembros de la familia; casos de homosexualidad reprimida o mal asumida; se interponen sentimientos de vergüenza, de culpa, de impotencia y de odio. Un periodista sin bagaje, sin preparación y sin capacidad de afrontar estas circunstancias puede padecer consecuencias psicológicas, como advertían algunos periodistas en el taller. Sin embargo, estas dificultades no desaniman a quienes coinciden en la necesidad de cubrir más y mejor los casos de personas que se quitan la vida. Sólo así podrán curarse muchas de las heridas abiertas en las familias y en la sociedad. El silencio y el olvido, en muchos casos, han provocado más dolor y peores estigmas en las familias.
Al destapar el creciente número de suicidios en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, algunos periodistas han reconocido la dimensión política a una tragedia que afecta a las familias: veteranos de guerra con pagas insuficientes, falta de atención psicológica a soldados mutilados en la guerra o que sufren el llamado “Desorden de Estrés Post-Traumático” reformulado por algunos como “Daño de Estrés Post-Traumático”.
Estas labores periodísticas han enemistado a algunos medios con ciertos estamentos del ejército, aunque muchos veteranos de guerra, que conocen las consecuencias de pasar tiempo en un campo de batalla, las aprueban. La sensibilidad y la valentía con que algunos periodistas escriben sobre temas tan delicados suele despertar admiración.
“Si estoy escribiendo sobre alguien que ha muerto, pongo una foto de esa persona en la pantalla para que pueda pensar en esa persona”, confesaba Michael de Yoanna, periodista estadounidense galardonado con premios por su periodismo de investigación sobre suicidios de miembros de las Fuerzas Armadas.
Los responsables de los medios de comunicación no pueden ignorar la labor de un centro de la que puede ser la más prestigiosa facultad de periodismo en el mundo. Hay que abordar las causas de la violencia para afrontarla, pues aún forma parte de nuestra vida diaria.
Carlos Miguélez Monroy
Periodista, coordinador del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)
Twitter: @CCS_Solidarios
https://www.alainet.org/es/articulo/161740
Del mismo autor
- Chamanes con corbata 24/02/2017
- Humillar al débil, un agravante 17/02/2017
- Cultura hooligan 03/02/2017
- Desconectar, más que un derecho 27/01/2017
- Felicidad de usar y tirar 20/01/2017
- Armas que no necesitábamos 16/12/2016
- Fantasmas del pasado reciente 11/11/2016
- Medioambiente, una cuestión de derechos humanos 23/09/2016
- Corrupción: como es arriba, es abajo 16/09/2016
- Desapariciones forzadas en aumento 02/09/2016