Heroínas de la Coronilla

Mujeres

25/07/2012
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Traer un poco de memoria, como un brebaje sanador; algo de aquel coraje que se escribió en femenino en la gestas libertarias y se extendió como el viento por la meseta altoperuana. Cochabamba, el escenario singular, donde cientos de ellas ofrendaron su sangre y desencadenaron tempestades.
En los libros de historia, en los relatos de la independencia de nuestra América el rol de las mujeres se limita al de meras organizadoras de los elementos y víveres necesarios para la tropa, al de zurcidoras de uniformes o banderas, cocineras, transportadoras de pertrechos o al de carne presta para la sed de compañía de los soldados.
Pero hace 200 años las mujeres del Alto Perú (hoy Bolivia) sellaron su pase a la historia. Ríos de su sangre se formaron en los valles cochabambinos en una batalla que sólo se podía perder. Resistieron, heroícas, mostrando la estampa de la que estaban hechas. Herederas dilectas de las gran insurrección indígena de 1780-1781, que hizo temblar hasta los picos nevados de los andes. Inspiradas en el martirio de Bartolina Sisa y Micaela Bastidas, que desataron huracanes revolucionarios en el altiplano andino. O en la acción guerrillera de la capitana Juana Azurduy, la flor del Alto Perú.
En la colina de San Sebastián, en Cochabamba, que es el corazón de Bolivia, que es, a su vez, corazón de Sudamérica, las mujeres fueron las que dieron la talla. Cientos de cochabambinas, el 27 de mayo de 1812, tallaron a fuego uno de los hitos más elevados de las gestas independentistas. Siempre tan lejos del recuerdo, merecen la memoria y el detalle. También, los nombres.
En 1812 José Manuel de Goyeneche -luego de vencer en la Batalla de Pocona- decide que es la hora del escarnio contra la insurgente perpetua en la que se había convertido Cochabamba. Pueblo bravo que siempre vuelve a resurgir de la ceniza, el aniquilamiento y la pólvora. El realista quería seguir su paso hacia las provincias del Río de La Plata y Cochabamba era la piedra en ese camino. En mayo, marcha hacia la ciudad dispuesto a arrasarla, derrotando a su paso a los ejércitos rebeldes. Ante tal situación las tropas a cargo de Mariano Antezana comienzan a desertar. El 26 de mayo convoca el líder civil de la segunda rebelión cochabambina contra el Imperio español a un Cabildo Abierto donde increpa a sus soldados para saber si “¿Cumpliréis lo que habéis dicho de defender la Patria y la excelentísima Junta de Buenos Aires?” Pocos respondieron, la mayoría titubeó, pero las mujeres alzaron la voz: si no hay hombres, nosotras defenderemos. Pero Antezana no tuvo ese coraje ni ese arrojo, se rindió y mandó a guardar los cincuenta fusiles, veintiún cañones de estaño y el obús en el cuartel. Una porción de las mujeres, armadas de cuchillos, palos, barretas y piedras lo fueron a buscar para matarlo por traidor, pero Antezana ya había huido, otra legión de mujeres se dirigió al cuartel y recuperó todo el armamento, que luego colocó en la colina de San Sebastián, extramuro de la ciudad, conocida como la Coronilla, para repeler el ataque realista.
Un enviado de Goyeneche ofreció la rendición. La respuesta de las mujeres fue categórica:No, la gloria será morir matando. Y así murieron todas ellas. Dicen que fueron más de cien. No hay coincidencia en las cifras. Lo cierto es que todas legaron su sangre y su ejemplo.
Fue un 27 de mayo de 1812. Día de la gran batalla de la colina de San Sebastián. Nacieron allí las Heroínas de la Coronilla. Para que lo gallitos, los que celebran el orgullo macho, aprendan. La batalla duró tres horas. Murieron para vivir por la patria. Se enfrentaron a uno de los ejércitos más poderosos y organizados del reino de España. Las mujeres usaron cañones de estaño, granadas de vidrio, ahuzos, cuchillos, piedras y palos. De la mayoría no se sabe ni sus nombres completos ni sus lugares de nacimiento.
Gloria a las mujeres que batallaron hasta morir en las colinas de San Sebastián. Honor a las heroínas Manuela Gandarillas, Manuela Rodríguez, Rosa Soto, Lucía Ascui, Lucía Alcócer León, María Isabel Pardo, María del Rosario Saravia, Teresa Bustos, Luisa Saavedra, Mercedes Tapia, y a las que ni su nombre se ha guardado en la memoria o los libros.
Francisco Turpín, un soldado patriota que estuvo en esa batalla y logró escapar, se presentó en Jujuy, con el jefe del Ejército Auxiliar Argentino, Manuel Belgrano, a quien le transmitió los hechos. Escribió un oficio.
Y así Belgrano lo transmitió al Gobierno de Buenos Aires: “Gloria a las cochabambinas que se han demostrado con un entusiasmo tan digno de que pase a la memoria de las generaciones venideras. Ellas han dado un ejemplo que debe excitar, señor excelentísimo, los sentimientos más apagados de la patria y estoy seguro de que no será el último con que confundan a las de su sexo, que alucinadas, trabajan en contra de la causa sagrada, y aún a los hombres que prefieren la esclavitud para no exponer sus vidas para asegurar nuestros derechos”.
Además estableció como costumbre, cada noche, a la hora de la lista, que un oficial de cada cuerpo militar inquiriera en voz alta: ¿Están presentes las mujeres de Cochabamba? A lo que otro oficial respondía: Gloria a Dios, han muerto todas por la patria en el campo de honor.
Dice el historiador boliviano Enrique Finot: “La revolución de Cochabamba tuvo una importancia capital para el porvenir de la emancipación sudamericana, porque estalló en el preciso momento en que el Alto Perú, liberado a la represión dirigida por Goyeneche, presidente de la audiencia de Cuzco y autor de las ejecuciones de La Paz, gemía bajo el dominio de las tropas realistas que imperaban desde el Perú hasta la frontera argentina, al mismo tiempo que el ejército de Buenos Aires no contaba con apoyo alguno que secundase su acción en las provincias altas”.
Indómita Cochabamba. 10 meses después de la segunda revolución y el holocausto en la Corinilla, se iniciaba la tercera revolución.
Historia de sacrificios.
De mujeres.
 
Posdata:
El 27 de mayo de 1926 durante la presidencia de Hernando Siles se inaugura en la colina de San Sebastián el Monumento de las Heroínas de la Coronilla. Un año después, el 8 de noviembre se declara el 27 de mayo como el Día de la Madre boliviana.
 
https://www.alainet.org/es/articulo/159839
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