Reinterpretando a San Juan Bautista

24/06/2012
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La imposición persuasiva de San Juan Bautista

La Iglesia Católica, Apostólica y Romana, en su afán de someter a los africanos y sus descendientes llevados en condición de esclavizados a las haciendas de cacao y plantaciones de caña de azúcar, se valió de distintas formas para que éstos introyectaran, a sangre y látigo, la sumisión del terrible sistema esclavista.

Esta institución colonial tenía negocios abundantes con el comercio de seres humanos y por todas las vías justificaba la esclavitud.
El bautismo fue una de la vías. Los africanos eran secuestrados en la larga costa occidental de África, sobre todo en Angola, antes de embarcarlos hacia las islas de Santo Tomé y Cabo Verde, para luego trasladarlos a las Américas y el Caribe donde eran bautizados. Les cambiaban sus nombres originales, por ejemplo quien se llamaba Nzinga Loango, le colocaban María o Antonio, como símbolo del bautismo y además con la intención de que olvidaran su nombre, su pasado y la referencia al clan de donde procedían. Tres fueron los referentes simbólicos del catolicismo para apaciguar el espíritu libertario de los esclavizados africanos: El corpus Christie (asociado a los diablos danzantes), San Antonio (a los sones de negros o Tamunangue) y San Juan Bautista.

San Juan: ¿sincretismo o paralelismo?

En 1985 fui invitado a un encuentro en Brasil, “Sobre las supervivencias religiosas africanas en América Latina y el Caribe”, en el que participaron especialistas de África subashariana y afrodescendientes versados sobre el tema. Hice una ponencia titulada “San Juan Congo y San Juan Bautista: reinterpretación en las Américas y el Caribe”, en la que explicaba que a pesar de que la iglesia católica había impuesto a San Bautista como emblema del bautismo esclavista, esta imagen fue reinterpretada en los nuevos contextos sociohistóricos, donde las y los esclavizados lo acomodaron a su cosmogonía.

La iglesia exigía contemplación y los africanos impusieron participación. La iglesia imponía como música los cánticos sacros eurocéntricos y un órgano desafinado, pero los africanos impusieron tambores y cantos y melodías loangos y congos bien afinados y polifonicos. Es ahí donde se va a generar el paralelismo religioso y no sincretismo como impuso la antropología norteamericana de los años ‘40 del siglo pasado, pues el sincretismo tiende a diluir la espiritualidad africana en la occidental. Optamos por la conceptualización de paralelismo religioso para expresar que ambas simbologías marchan en un grado de igualdad, se complementan pero no se diluyen y que es por eso aun 500 años después se continúan con los tambores minas, cumacos y culepuyas, así como los cantos de malembe (Curiepe y la Costa de Vargas) y Juan Bimba y Samba yaya y Quelebunga en el San Juan de Guatire.

San Juan de Guatire

Existen una variedad de san juanes que hoy sacudirán las costas y serranías del interior en Venezuela: San Juan Nepomuceno en Tapipa, San Juan Congo (el único santo fálico que se celebrará el próximo sábado en Curiepe, una semana después del Bautista) y queremos destacar el San Juan de Guatire, que pese al desarrollo urbanístico y asfixiante de esta ciudad ha sabido resistir por la fe que sus habitantes le tienen a este versión san juanera africanizada.

El investigador mirandino Aymar José Lezama nos dice sobre el San Juan de Guatire, que después de hacer todo el ritual de velorio el día 23, se realiza la misa y que “luego de terminada, el 24 comienza la “Salida del Santo”, donde la mujer adquiere el papel protagónico pues ella es la encargada, mediante su voz, de “llamar” al Bautista, pañuelo en mano, agitándolo en pareja a las puertas de la iglesia entona la canción de salida al son del tambor ‘¿Ay cuándo salirá Yayo Juanicó?’, turnándose una y otra, mientras adentro, en el pasillo de la iglesia, otro par de mujeres también con pañuelos bailando un “corrío” en dirección al altar mayor, cargando niños o simplemente ‘buscando’ a Juan, quien se esconde traviesamente tras las columnas o banquitos. Es la mujer quien en ese momento está a cargo de todo, en la puerta muchas se disputan ‘la lengua’, pues todas quieren cantarle a San Juan al menos un verso en su salida”.
“Mientras afuera repican los tambores y las mujeres entonan el canto de salida, adentro la imagen de San Juan se prepara para salir, el párroco toma la imagen y se coloca de frente al pasillo mirando hacia fuera, delante de él está el parrandero encargado de sacar al santo, éste lo toma y hace una reverencia frente al párroco y el altar mayor, alzando el santo y moviéndolo haciendo la señal de la cruz, luego, se da vuelta y emprende la salida, tomando diferentes caminos, ocultándose graciosamente entre los asistentes, las columnas y bancos de la iglesia, todos lo buscan con la mirada, y este ágilmente sale por donde menos lo esperan, así va acercándose poco a poco a la puerta, sale por la última hilera de banquitos y levanta la imagen para que todos la vean, ahí aumenta la algarabía, los aplausos y el coro se escucha más fuerte, ‘¡es que ya San Juan saldrá!’. El pueblo impaciente baila delante de él, se ven venir niños de brazo en brazo desde todos lados, las mujeres los bailan delante de Juan, todo es algarabía, pañuelos, palmadas, gritos y una que otra lágrima se ven en ese momento mágico, justo cuando el cargador del santo se encuentra en la puerta de la iglesia estalla la euforia y se entona el ‘Mariandé ay Juan Bimbé”, refiere Aymar Lezama. 
https://www.alainet.org/es/articulo/158994
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