La educación en las fauces del neoliberalismo
27/05/2012
- Opinión
“El problema económico lo es, fundamentalmente, de cultura…”
Omar Dengo
El educador costarricense Omar Dengo, uno de los más destacados representantes de la nueva intelectualidad costarricense surgida en las primeras décadas del siglo XX, identificado e involucrado con los intereses obreros, populares y nacionalistas, decía en los años 1920 que “economizar en escuelas es economizar civilización, y ningún pueblo de la tierra tiene derecho a hacerlo” [1]. Casi un siglo después, contra toda lógica de humanidad, el feroz neoliberalismo que hoy campea en la Unión Europea, y desde la Alemania de la canciller Ángela Merkel impone sus condiciones al resto de los países miembros, cuyas economías están atadas a los bancos y acreedores alemanes, se lanza a dentelladas contra la educación pública y exige brutales recortes en sus presupuestos.
Europa, la vieja y civilizada Europa, cumple así con el sacrifico que exigen los tecnócratas en el altar del dios Mercado, como lo vivimos en América Latina desde hace más de 30 años, con el inicio de la contrarreforma económica y social neoliberal. Las masivas protestas ocurridas en España esta semana, en la huelga general convocada por el sector de educación pública, dan prueba de la inocultable guerra social y cultural que han desatado los devotos del dogmatismo fiscal y la austeridad, en medio de la crisis capitalista contemporánea: allí vemos a las fuerzas bárbaras del neoliberalismo, que intentan inclinar la balanza a su favor en las nuevas condiciones en que se resuelve, en nuestro tiempo, el conflicto entre civilización y barbarie.
El caso español ilustra bien las prioridades del mundo al revés del capitalismo y, en particular, del gobierno neoliberal del presidente Mariano Rajoy: mientras ordena un recorte del 21% del gasto público en educación para el próximo curso lectivo, se informa que destinará “casi el triple del presupuesto para educación a rescatar un solo banco español en riesgo de quiebra, Bankia (antes Caja Madrid), que recibirá al final del proceso de “salvamento” más de 15 mil millones de euros” (La Jornada, 23-05-2012).
Esta irracionalidad y desproporción de los planes de austeridad y ajuste financiero en España fue cuestionada por el Comité sobre los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, instancia que emitió una resolución en la que denuncia que las medidas aplicadas por el gobierno de Rajoy ponen en peligro “la protección y promoción de la capacidad creativa e investigativa del Estado”español, y perjudican “el disfrute de los derechos de personas y grupos desfavorecidos y marginados, especialmente los pobres, las mujeres, los niños, las personas con discapacidad, los adultos y los jóvenes desempleados, las personas mayores, los gitanos, los migrantes y los solicitantes de asilo” (La Jornada, 22-05-2012).
No hay futuro bajo la sombra del neoliberalismo. Por eso, una vez más lo decimos: los pueblos europeos y de todo el mundo, así como lo que quede de sus dirigencias políticas más lúcidas, deberían mirar, con gesto fraterno y apertura intelectual, las experiencias y trayectorias latinoamericanas de la última década. Y en el caso específico de la educación, junto a las políticas desplegadas por los gobiernos progresistas, conviene que analicen el ejemplo de los jóvenes y la sociedad chilena en su lucha por la gratuidad y la universalización del acceso a la educación pública de calidad.
Por supuesto, esta es también una invitación a romper con prejuicios fuertemente arraigados –como el eurocentrismo- y aprender, con humildad, de los otros, esos a los que por mucho tiempo se miró por debajo del hombro: no para copiar ni imitar lo que aquí, en nuestra América, a fuerza de resistencias muy prolongadas y factores político-culturales propios, ha sido creación original y heroica; sino para que redescubran, en sus propios contextos, que la historia no está escrita; que nadie ha puesto el punto final en el devenir de la humanidad; que los barrotes del pensamiento único neoliberal no pueden enjaular las justas aspiraciones sociales de bienestar y solidaridad; y que, en definitiva, como proponía la Segunda Declaración de La Habana (1962), la historia, siempre, la hacen los pueblos: los explotados, los pobres, los vilipendiados, “los mayoritarios en todos los aspectos, los que acumulan con su trabajo las riquezas, crean los valores, hacen andar las ruedas de la historia, y que ahora despiertan del largo sueño embrutecedor a que los sometieron”.
NOTA
[1]Gamboa, Emma (1971). Omar Dengo. San José, CR: Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes. P. 173
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
https://www.alainet.org/es/articulo/158256
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