La conmemoración del Primero de Mayo en el marco de la crisis capitalista mundial
- Opinión
Un siglo y medio atrás la jornada laboral normal oscilaba entre las 65 y las 70 horas semanales, con picos de hasta 18 horas diarias. En ese marco se gestaron las luchas que dieron lugar a los hechos trágicos del primero de mayo de 1886 en Chicago, en los Estados Unidos de América, en razón de los cuales en la actualidad se conmemora anualmente, en casi todo el mundo, el día de los trabajadores, en algunos casos desvirtuado como día del trabajo. No es, siquiera, el caso de los propios EUA donde en esa fecha se celebra el “Día de la Justicia”, algo por demás grotesco en un país en el cual los asalariados, minuto a minuto, van perdiendo todo derecho como se observa en numerosos estados y municipios de ese país.
El caso más patético, frente a esa conmemoración que tuvo lugar pocos días atrás, es el de la Unión Europea entre cuyos países miembros hay algunos que fueron pioneros en las llamadas “conquistas” de los trabajadores desde los reclamos de la Primera Internacional en 1884 que planteó que “la limitación legal de la jornada de trabajo es una condición preliminar sin la cual han de considerarse fallidos todos los intentos ulteriores por mejoras y por la emancipación de la clase obrera”. Reclamo que obtuvo las primeras respuestas positivas en la Alemania bismarckiana enmarcada en las ideas de Friedrich List sobre el desarrollo capitalista tardío basado en el proteccionismo. Circunstancias que se dieron aún en medio de la primera gran crisis mundial del capitalismo desatada a partir de 1873.
Pero transcurrida esa centuria y media, durante la cual hubo importantes avances en buena parte del planeta, aunque en el medio hubo dos guerras mundiales y una segunda crisis a partir de 1929, hoy se observan claros retrocesos como los brutales ajustes anunciados hace poco por el nuevo presidente del gobierno español, Mariano Rajoy. Ajustes que, seguramente, no serán lo peor ya que el camino elegido apunta a que se vaya por más. No hay que olvidar que apenas iniciada esta tercera gran crisis capitalista en 2007 se comenzaron a visualizar duras reacciones como la eliminación de las 35 horas semanales de labor que se habían fijado en Francia e Italia. Eliminación determinada por los gobiernos de Nicolas Sarkozy y Silvio Berlusconi, respectivamente, los que se desmoronaron como consecuencia de sus propias políticas alineadas con la concentración económica y la financiarización.
Por ello la UE fue aún más lejos cuando fijó en 2008 para el continente un tope máximo para la jornada de los trabajadores de 65 horas, es decir de 13 horas diarias para una semana de cinco días o de casi 11 para una de seis. Algo que generó un retorno a 1870 y en camino de lo cual ya existen numerosas señales como el referéndum convocado por la Fiat en Torino poco más de un año atrás por el cual los trabajadores debieron optar por renunciar a numerosos derechos a cambio de que la empresa se retirase de Serbia y concentrase su producción en Italia. Era eso o la pérdida de la fuente de trabajo porque, de lo contrario, la empresa iba a privilegiar sus filiales en el exterior en países sin tantas “conquistas”. Un ejemplo que muestra una tendencia a profundizarse en los países del antes denominado “Primer Mundo”.
España, donde las huelgas de los mineros vizcaínos de 1890 hicieron disminuir la jornada laboral de 12 a 10 horas diarias, hoy aparece en los medios como la campeona de la crisis con sus nuevas cifras sobre desocupación y desajustes financieros, ocupando el centro de la atención del que desplazó a sus otros socios menores del PIGS (cerdos), conformado también por Portugal, Irlanda y Grecia, además de la propia Spain. Sin embargo, si bien Rajoy ha logrado poner a los españoles en la primera plana de los diarios de todo el mundo, la situación de otras economías más importantes no es mejor. El Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte es la nación más endeudada del orbe con 4,97 veces su producto interno bruto, apenas un poco más que el Japón, con 4,94 veces. En el caso del RU se agrega que acaba de entrar nuevamente en recesión como resultado de una crisis que se profundiza más allá de las noticias optimistas que dan a conocer algunos gobernantes y una cantidad de “analistas”. Una crisis que ha llevado a extremos como que en la ciudad de Los Angeles, la más importante del estado de California, se cerraron la mitad de los cuarteles de bomberos por razones presupuestarias. California, el mayor pib de los EUA, considerada como un país hasta hace pocos años era la octava economía del planeta.
Los trabajadores primermundistas no tuvieron ahora mucho que festejar en el marco de la conmemoración de los hechos trágicos de 1886. El paradigma de la flexibilidad laboral que aterrizase por estas tierras dos décadas atrás se ha desatado sobre ellos y el “estado de bienestar” (un término lanzado en 1891 por el notable economista Jean Silvio Gesell, argentino por adopción) diseñado por el gran académico bengalí Henry William Beveridge ha pasado a ser cosa de otro mundo mientras se cumplen los pronósticos del comunista sardo Enrico Berlinguer cuando señalara en 1972, cuatro décadas atrás, que tales conquistas, para ser sostenibles, requerían de cambios en la estructura política y el desarrollo de una economía eficiente. Claro que no es la financiarización de nuestros días lo que hace a una economía eficiente.
Por esa misma fecha, desde su exilio en Madrid, el ex presidente Juan Domingo Perón también formuló sus advertencias y habló de una nueva etapa donde el rol de países como la Argentina iba a cobrar mayor importancia en el marco económico internacional; algo que se produjo. Una razón por la cual, a pesar de esta grave crisis mundial el día de los trabajadores mantiene otro significado en el marco del sostenimiento de los logros que desde el Siglo XIX impulsaron asalariados anarquistas, socialistas y luego comunistas y que tuvieron concreción firme a partir del proceso iniciado en 1943 que desembocó en el peronismo que en su etapa iniciada en 1973 llegó a la autogestión obrero-usuario en base a la experiencia en la ex Segba encabezada por el sindicalista Juan José Taccone. Y, en ese marco donde las resistencias de las corporaciones empresarias fueron muy duras, cabe recordar también a un gran pionero del industrialismo argentino, el ingeniero Horacio Anasagasti, quién en su fábrica de automóviles, hacia 1910, además de pagar buenos salarios para su época, estableció, per se, la jornada laboral de ocho horas diarias. Poco que ver con los actuales gobernantes planetarios, gerentes de corporaciones, que elección tras elección, en uno y otro lado, reciben el rechazo de sus gobernados.
- Fernando Del Corro es Historiador económico, docente en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires e integrante del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego.
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