En materia de un nivel básico-realista y posibilitador de negociación el Gobierno de Santos es deficitario

29/04/2012
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Si el actual gobierno, en un respetable y comprensible silencio táctico, ya está abriendo trocha  en el enmarañado camino de una posible negociación del conflicto armado interno, lo que sería altamente plausible, la hipótesis que inspira esta reflexión, le tendría que hacer ganar un punto de bronce, todavía no de oro ni de plata, al Presidente Santos, quien, en contraste con el anterior a-liberal gobierno, por lo menos en el discurso y en las intenciones, ha rescatado una mirada liberal de la sociedad y de la democracia.

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Para una más adecuada inteligencia de esta última idea, importa recordar cómo en el mundo intelectual actual, el progresismo liberal ha avanzado al examen de las realidades sociales y políticas inspirado en la categoría “Estado constitucional”. Como para decir que un Estado, que presuma de democrático liberal, solo se legitima por su función instrumental, vale decir, por su capacidad de hacer efectivos y reales los derechos ciudadanos siendo esto lo que se entiende por “Estado Constitucional”.

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Desde la óptica de la anterior tesis, los liberales colombianos, los del partido oficial y los de otros grupos bajo otra denominación, se encuentran quebrados en tres fracciones ideológicas. En primer lugar, los uribistas, que continúan reclamándose como liberales, pero que, al lado de su líder, en la práctica son a-liberales; sobresalen, por otra parte, los liberales por tradición y costumbre, que en la práctica son ambivalentes, ora liberales en algunas ideas y practicas ora ultraconservadores; finalmente están los liberales jacobinos, que liderados por Piedad Córdoba, buscan hacer de este Estado un “Estado constitucional” de avanzada.

Vaciadas estas tres fracciones ideológicas en sus actitudes y conductas de cara al conflicto armado interno, que es el tema que motiva esta reflexión, han tomado forma tres posiciones prácticas:

1.     El militarismo cerrado y cerril de los uribistas “puros”:han hecho suya la tesis integrista de uno de los evangelistas, “el que no está conmigo, está contra mí, y por eso demonizan a los que no aplauden su obsesión guerrista estigmatizándolos como “pro-guerrilleros”. Esto no obstante, en ocho años de intensa re-guerra no pudieron derrotar en lo miliar a las guerrillas aunque, por cierto, sí contuvieron su avance estratégico al mismo tiempo que apalancaron la Seguridad democrática  en un paramilitarismo, éste sí abierto practicante de todas las formas de lucha, que cooptó parte importante de la institucionalidad  y de las mentes de los colombianos. Todavía pesan mucho en la opinión pública y, ante todo, sobre el cerebro de Santos, aunque han venido perdiendo espacio simbólico, pues según la Gran Encuesta de Medios, en cinco meses, entre noviembre del 2011 y abril del 2012, han pasado del  48% al 36 % de los encuestados.(Revista Semana. 23 al 30 de abril el 2012. Pg.22). Claro que quieren y hasta desean el final de la guerra interna, pero sólo a punta dela más refinada tecnología militar y de inteligencia.

2.     La ambivalencia estratégica de los liberales por costumbre: en la coyuntura se muestran oscilantes entre una posibilidad de negociación inscrita en un nivel maximalista de condiciones para negociar y una opción-deseo de agotar todos los cartuchos  militares hasta colocar a las guerrillas en  condiciones de una casi necesaria capitulación. En este segundo sector, los que no sufren el síndrome del Caguán, soportan uno más pesado, como es “el síndrome de Uribe”.En la coyuntura, un importante cambio simbólico puede cooperar a desanudar la tensión entre esas dos estrategias-deseo jugando a favor de un nuevo modelo de negociación: entre los cinco meses señalados, las posiciones ciudadanas a favor del diálogo y la negociación han pasado del 48% en noviembre del 2011 al 53% en abril del 2012.

3.     La coherencia pacificadora de los liberales aferrados a la idea del Estado Constitucional: porque no están de acuerdo con el uso de la violencia como método  de hacer política; porque no practican ni han practicado el slogan que dice “que viva la lucha armada pero que también viva la pacífica”; porque asumen como erróneo y equivoco y antiético, “usar las ventajas del sistema combatiéndolo, al mismo tiempo, con las armas en la mano”; porque quieren y se esfuerzan por llevar a la vida real ciudadana un Estado constitucional abierto a una negociación política con los alzados armas; y porque a éstos los quieren ver en el régimen político contribuyendo a construir paz en democracia y como democracia, el jacobonismo liberal colombiano, liderado por Piedad Córdoba, ha saltado a la palestra nacional dispuesto a contribuir en la coyuntura al robustecimiento del  movimiento nacional por la paz.

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Pero, de nuevo ahora, como en la segunda parte de la década del 80 cuando se creó la “Unión Patriótica”, el señalamiento, la descalificación y la estigmatización han hecho presencia buscando crear sospechas y dudas y suspicacias en torno a esos 80.000 colombianos que, desde distintas regiones del país y en representación de  más de 1.700 organizaciones populares, marcharon hacia Bogotá la semana pasada llevando en sus mochilas la sana y saludable pero indómita  idea de una posible salida política al conflicto armado interno como parte importante de una apuesta política de transformación social de país por la vía de la democracia radical.

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 A lo mejor las guerrillas sí hicieron presencia simbólica en esa formidable marcha avizorando en ella una plataforma política en caso de una posible negociación. Si así sucedió y con esa actitud y dentro de ese espíritu,  se tendría allí una indicación empírica más de que ahora sí las Farc y el Eln han decidido avanzar en la construcción de un nivel básico de negociación (NBN). En la actualidad, si en lo electoral la acción  fuese legalmente posible,  muy poquitos serían los colombianos que se decidirían a votar por un guerrillero en la competencia electoral por  un cupo para un cuerpo colegiado; pero  quizá muchos serían los colombianos que votarían por él en condiciones de un ciudadano exguerrillero dotado de un programa para la construcción del socialismo por la vías de la democracia radical. Pero, para que ello sea así, no se puede reproducir la historia de la “Unión Patriótica”, cuando el país, casi indiferente, presenció el más macabro “partidicidio” a cuyas víctimas todavía les debemos “un obligatorio duelo”.

Como no queremos ser reiterativos ni posar de precursores, desde este Atisbos 145 nos limitamos a condensar dos excelentes artículos, que por estos días han aparecido levantando tesis interesantes sobre la materia: uno escrito por elexguerrillero, político y analista León Valencia, y otro, por un excelente académico e investigador, que en Colombia  ha producido mucho pensamiento estratégico desde un referente de izquierda democrática, Jorge Orlando Melo.

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En “Semana No 1564 del 26 al 30 de abril, León Valencia escribió la columna “La GRACIA ES QUE ESTÈN LAS FARC”, que condensamos así,

“ El General Sergio Mantilla, Comandante del Ejército, dice que detrás de la Marcha Patriótica están las Farc… Lo dice con la expresa intención de que se tranque  la generación de ese movimiento.Los organizadores de la marcha, temiendo la persecución y la muerte, niegan tajantemente cualquier vinculación con la guerrilla. Siento un frío en el alma cuando oigo y leo estas palabras. Me aterra la posibilidad de que se vuelvan a cometer los errores y crímenes de la década delos ochenta…Para empezar es necesario andar con la verdad. La información que ha salido nos dice que los promotores del movimiento  son personas que en los últimos años  han dedicado su vida a buscar una salida negociada para el conflicto armado y en esa acción  han tenido una comunicación directa con las Farc.. Nos dice, igualmente,  que una parte de las delegaciones que vendrán a Bogotá provienen de zonas  donde la  guerrilla ha hecho presencia durante muchos años.

No me parece inteligente negar que la marcha patriótica recoge el eco de los reclamos sociales y políticos  de los alzados en armas y quiere servir de lazo para jalar a las  fuerzas insurgentes a la vida civil. Veo además que a la guerrilla le complace  esta posibilidad porque reiteradamente  ha autorizado las gestiones humanitarias y de paz de líderes de la marcha… Pero es un abuso igualar a estos civiles que han tenido por escenario la vida legal y democrática del país con grupos armados de larga trayectoria en la guerra, metidos hasta el cuello en la barbarie de nuestro conflicto. Es la manera  de crear un clima  para la agresión violenta y la vinculación a procesos judiciales.

(Pero) “ni las Farc ni el Eln pueden cometer el crimen de alentar a movimientos civiles  a que tomen en sus manos las banderas de la negociación si no están de veras decididos a poner fin a la guerra y a firmar un acuerdo de paz duradero… No pueden, simultáneamente, PROHIJAR LA ACCIÓN POLÍTICA Y ESCALAR EL CONFLICTO ARMADO. No pueden otra vez, CONVERSAR POR UN TIEMPO Y VOLVER A LA CONFRONTACIÓN.

Me apego a un signo para creer que esta vez la cosa será distinta. En el año 2000, en el Caguán, las Farc lanzaron el Movimiento Bolivariano, una fuerza propia, ilegal y clandestina; AHORA ALIENTAN UN MOVIMIENTO LEGAL Y DIVERSO; quizás ESTÈN PENSANDO DE VERDAD EN VENIR PRONTO A LA VIDA CIVIL”.

 Entonces, volviendo al título, “LA GRACIA ES QUE ESTÈN LAS FARC”.

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Por su parte, el 25 de abril Jorge Orlando Melo escribió en El Tiempo un artículo de aire más académico titulado “Los Dilemas de la Izquierda”, que no dudamos en calificar como de “pensamiento crítico estratégico sobre la paz” por estar ligado a los resultados de su práctica investigativa. Como historiador Melo no investigó teniendo como referente las necesidades de la izquierda democrática colombiana sino las lógicas de la producción de conocimientos, pero ya con resultados investigativos en la mano, no ha dudado en traducirlos, ahora sí con claro compromiso ciudadano, en pensamiento estratégico, que les dirá a los que están tratando de construir una opción de izquierda democrática qué obstáculos deben vencer y que condiciones generar para que su proyecto pueda salir avante.

Melo parte recogiendo la hipótesis de que en Colombia la izquierda es débil e impotente por muchas razones, pero, sobre todo y ante todo, porque ha existido guerrilla: “Aquì no se ha podido separar la izquierda de la guerrilla, porque las Farc, junto al partido comunista, han defendido siempre la combinación de la lucha armada y de la política legal. Usar las armas en una sociedad cuya libertad se usa es autodestructivo…La izquierda democrática, habiendo renunciado a la lucha armada, ha quedado siempre enredada en un embrollo: o buscan que se disuelvan y hagan la paz o se solidarizan con sus fines pero critican sus métodos y los ven como campesinos heroicos  que han cometido algunos errores tácticos… Ojalá que la Marcha Patriótica evite esos viejos errores…¿Cuál es su dilema? Si su razón de ser es impulsar un diálogo como el que pide la guerrilla, debe evitar caer en la sin salida: si condenan con firmeza la lucha armada, será difícil que acerquen a las Farc a una negociación y si para ganar la confianza de esta  parece promover  sus metas, no logrará el respaldo de los grupos populares que quiere representar”.

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En su mirada histórica y de pensamiento estratégico,  estamos de acuerdo con el análisis de Jorge Orlando Melo. Recordamos ahora cuando años atrás discutíamos con algunos estudiantes- críticos y rebeldes pero sin experiencia partidista-  del Programa de Estudios Políticos de la Universidad del Valle, un Atisbos Analíticos titulado ¿Qué es ser de Izquierda en Colombia en  el mundo actual? Me cuestionaban entonces por no haber incluido como una de las notas del “ser de izquierda” el apoyo o, por lo menos, la simpatía hacia las guerrillas; en su concepto, la historia de la izquierda en Colombia era ininteligible al margen de la historia de las guerrillas, de la de las Farc, sobre todo. En el imaginario de esos jóvenes, el estar “junto a las guerrillas”- en el nivel  que fuese- era una nota distintiva del izquierdista colombiano. Desde entonces, poco a poco fui escarbando la amplia cobertura social que poseía  esa representación.

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Esto no obstante, por ahora, nos limitamos a destacar el siguiente contraste: mientras León Valencia destaca que los organizadores de la Marcha Patriótica eran personas de claratrayectoria democrática interesadas siempre en que las Farc pasaran de la guerra a la política y que las Farc, abiertas a una posible negociación y con mirada a futuro, miraban con simpatía esa movilización, lo que Jorge Orlando Melo  hace es prevenirles a los organizadores  de que no vayan a incurrir  en  los errores del pasado para no colocarse  en una sin salida, que podría tener funestas consecuencias. En Este Atisbos 145, por su parte, compartiendo muchas de las tesis de uno y otro, decimos que las Farc y el Eln, pensando también  a futuro,  sí pudieron estar simbólicamente presentes en la marchay que ese sería un nuevo indicador de una voluntad política pro-negociadora.Los organizadores del evento no son culpables de esa posible presencia simbólica de las guerrillas en La Marcha Patriótica, como tampoco son culpables amplias mayorías ciudadanas de que en su pueblos de origen, que cubren casi la tercera parte de los municipios del país, un sector de sus autoridades institucionales estén cogobernando- en distintos niveles de acción- con actores armados ilegales de extrema derecha, estos si “históricos expertos” en todas las formas de lucha.

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Es claro, así, que en esta coyuntura el asunto de la política y las formas de lucha ha adquirido una ubicación dominante en el debate nacional. En este caso, deberíamos  empezar a aprender de los indígenas. Con la intención de alimentar la reflexión, de la extensa Carta que el CRIC le acaba de enviar a Timoleón Jiménez, destacamos unas tesis muy pertinentes, que glosadas a nuestra manera académica, nos dicen que si no estamos de acuerdo con los “métodos” de las guerrillas, tampoco lo estamos con sus “fines”, asumidos desde sus lógicas de guerrilleros, pero que si mañana pasan a transitar una metodología democrática  de acción política, quizá podemos descubrir que tenemos muchas asuntos  en común. Entre otras cosas, así le hablaron los indígenas a Timochenko,

“No estamos en orillas distintas de un mismo rìo...en realidad estamos en dos ríos distintos; pueden que ambos desemboquen en el mismo mar, pero pensamos que el de ustedes difícilmente llevará a un país más justo. Hemos escogido la lucha civil, masiva, directa, comunitaria, en montonera, no por simple diferencia con la lucha armada, sino porque nos parece que nuestro modo de hacer las cosas  es más efectivo y eficaz para consolidar un poder popular alternativo y porque entendemos que una guerra como la colombiana más que un posible remedio se ha convertido en una ‘crónica enfermedad’ que produce mucho dolor y muerte…En resumen, no se trata de una diferencia en las formas de lucha, sino que estamos en desacuerdo con la necesidad y utilidad actuales de la guerra…entendemos las causas del conflicto y las razones para su resistencia, pero es claro que hacer la guerra no es un mero resultado de las condiciones socioeconómicas, sino que es el resultado de una decisión política…Ahora bien, sería una verdadera tragedia que ahora su estrategia sea considerar enemigos  a todos  los que optamos  por la lucha no armada para construir el nuevo país que necesitamos”.

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Algunos se estarán preguntando y ¿en qué quedó el título de este Atisbos, pues no se ha dicho nada al respecto? ¿Cómo es  eso de que en materia de construcción de su nivel básico de negociación-NBN- el gobierno de Santos es deficitario?

Claro que hasta  ahora, el nivel básico de negociación del gobierno es deficitario.

 Algo al respecto ya  se adelantó cuando dijimos  que si las guerrillas hicieron presencia simbólica en la MARCHA PATRIÓTICA, con esa acción quisieron enviar un nuevo mensaje de su voluntad política de avanzar en la construcción de las llaves de la navegación. Las llaves para abrir una negociación no son llaves físicas, éstas se quedan donde cada quien las ponga, sino que son simbólicas y dinámicas y las tienen que construir entre  los actores directos de una negociación, vale decir, entre un enemigo convertido en adversario con otro enemigo, que también está haciendo esa transición.

Por ejemplo, el referente de negociación, por ser un referente entre enemigos, no puede ser ponerle fin al capitalismo o abrirle una entrada al socialismo. Ese sería un caso de maximalismo extremo e irreal. Pero, las Farc, en su proceso de transición a la condición de adversario y de construcción de su nivel básico de negociación, ya dieron un importante paso cuando, en carta personalizada, Timochenko le mandó a decir a Santos que se sentaran a conversar teniendo como referente las actuales Políticas públicas del gobierno. No es que, de modo necesario, una agenda así sea la pertinente, pero se trata de una propuesta concreta, razonable y tranquilizante. Sobre la materia- sobre qué podrían conversar  y desde qué referente- el gobierno de Santos  no ha dicho ni “mu”. Siempre se ha limitado a destacar que lo hecho por las guerrillas “no es suficiente”. Ahora, si como se dijo al principio, el gobierno ya está dando pasos  secretos para crear puentes con las guerrillas, aplaudamos la iniciativa y sentémonos a esperar  resultados. Pero, si no está acaeciendo así, es porque el gobierno se encuentra encapsulado en exigencias maximalistas. Y lo acaba de reiterar en la revista Semana Vicenc Frisas, uno de los más destacados expertos internacionales en materia de negociación de conflictos armados internos,

“el principio básico de una buena negociaciones es  no ser maximalista…Los que quieren lo imposible, al final no obtienen nada porque las negociaciones terminan rompiéndose”

 En la coyuntura del conflicto armado colombiano, los maximalismos no se explican por razones militares, pues en la actualidad del 2012 mientras Santos y  los Generales saben que no perderán la guerra aunque para ganarla les falte mucho recorrido, en las Cúpulas de las guerrillas- Secretariado y COCE- saben que no la ganarán aunque todavía poseen abundantes recursos sicológicos y financieros para mantenerse, resistir y hasta hacer ofensivas haciendo mucho daño. Entonces, el encapsulamiento maximalista sólo se explica por razones políticas ligadas, sobre todo, al enorme peso que todavía tiene el militarismo uribista. Esto no obstante, en este momento, Santos que, tras medio siglo de nunca acabar,  podría pasar a la historia como el presidente que “por fin le encontró final al conflicto armado colombiano”, posee muchas ventajas a favor para apostarle a una negociación bajo un modelo distinto del del Caguán: como se dijo, ya sabe que no perderá la guerra; se encuentra prevenido, pues mantiene la presión militar sobre las guerrillas; la ciudadanía se está moviendo cada vez más a favor de una salida política para la guerra interna; y América latina, sobre todo UNASUR, con seguridad que lo respaldaría.

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Por razones distintas, tanto los gobiernos como las guerrillas le han quedado mal al país, a los sectores de los subalternos y subordinados, sobre todo. Entonces, los actores directos de la guerra interna para construirse confianza entre ellos, primero tienen que ganarse la confianza del pueblo. Entonces, la voluntad política de negociación tiene que ser real de parte y parte, y la mejor indicación empírica de ese realismo se encuentra dado por los avances que uno y otro haga en la construcción de un nivel básico, es decir, realista y posibilitador, de condiciones para la negociación. En nuestro concepto-es una hipótesis y no una simple afirmación- en los dos últimos años se ha creado un evidente  desequilibrio en la construcción de ese nivel básico-realista-posibilitador de negociación.

Es cierto que la puntada inicial la dio Santos cuando, 1.en contraste con el anterior gobierno, le dio razón a la academia y a  la vida cotidiana colombiana que decían que en Colombia había una guerra interna; 2. le bajó volumen al discurso guerrerista sobre cómo construir paz; y. 3. le dijo al país que mantenía la Seguridad democrática como Política antisubversiva del Estado, pero que no tiraría al mar “las llaves de la paz”.Puso entonces, las condiciones para una posible negociación: que las guerrillas se abstuviesen de todo delito de lesa humanidad; que, sobre todo, abandonaran el secuestro; y que se desmovilizasen unilateralmente. Y desde que Santos fijó hace ya  casi dos años ese nivel básico- realista para él- de negociación, hasta ahora ha permanecido incólume, inamovible, y reiterativo. Quizá el avance discursivo más importante que ha tenido, pero sin consecuencias disruptivas, fue cuando, tras la liberación por parte de las Farc de los últimos 10 militares retenidos, dijo que “estaban apuntando en una dirección correcta”, pero, de inmediato, agregó que eso “no era suficiente”.

Se evidencia entonces, que las guerrillas le han tomado ventaja al gobierno en materia de avances en la construcción de un nivel básico-realista-posibilitador de una negociación.

ATISBOS ANALÍTICOS No 145, Cali, mayo 2012, Humberto Vélez R, profesor del Programa de Estudios Políticos y Resolución de Conflictos, IEP- Universidad del Valle; presidente de ECOPAIS, Fundación “Estado-Comunidad-Nación”, “Por un nuevo Estado para un nuevo País”, humbertovelezr@gmail.com .

 

https://www.alainet.org/es/articulo/157559
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