Bajo el “Telón de Acero”: Los Orígenes de la Guerra Fría
09/04/2012
- Opinión
“Los individuos que forman la clase dominante tienen también (…) la conciencia de ello y piensan a tono con ello; por eso, en cuanto dominan como clase y en cuanto determinan todo el ámbito de una época histórica, se comprende de suyo que lo hagan en toda su extensión”.
Carlos Marx y Federico Engels
(La Ideología Alemana, Cap. I, Edición Revolucionaria, La Habana, 1966, p. 49)
Los nuevos escenarios que caracterizan los contextos y las prácticas políticas en el mundo actual sugieren repasar, releer, analizar o estudiar de nuevo, procesos históricos que marcaron puntos de inflexión en la conformación de las principales tendencias que conjugadas, definen el desarrollo del actual sistema de relaciones internacionales. En este sentido, el presente trabajo se propone analizar el fenómeno o período histórico-político conocido universalmente como guerra fría, a la luz de las circunstancias en las que, transcurridas más de seis décadas, parecieran advertirse sus vestigios o, incluso, su legado. El objetivo es examinarlo sólo desde el prisma norteamericano y en etapa formativa o inicial, sus principales manifestaciones y presupuestos teóricos durante la Administración Truman, en un intento de retomar la vigente o renovada importancia de un proceso cuya presencia, para algunos especialistas, no es todavía un asunto del pasado[1]. Quizás sea oportuno reflexionar sobre esa vigencia, dado que apenas ha transcurrido un mes desde que el pasado 5 de marzo se cumplieran 66 años desde que Churchill acuñara la expresión “telón de acero” o “cortina de hierro”, y de que el aún bastante reciente 12 de marzo se conmemorasen los 65 años desde el discurso reconocido como “nacimiento” de la doctrina Truman. La manera en que los Estados Unidos encaran al mundo en 2012, bajo el gobierno de Obama, aconsejan no perder de vista la “vieja” guerra fría.
I
Como muchos años en la historia, 1945 quedó en ella ocupando una página a la cual es difícil darle vuelta; encierra el período de la Gran Depresión, la culminación de la Segunda Guerra Mundial y la partición de Europa. Un escenario tan complejo e inestructurado como el de aquel entonces, sirvió de caldo de cultivo para el afianzamiento de la política expansionista que los Estados Unidos desarrollaban hacia América Latina, desde las postrimerías de la Primera Guerra Mundial. La etapa de tensión en las relaciones internacionales -cuyo origen data desde hace más de sesenta años- encuentra sus antecedentes en la segunda mitad del siglo XX cuando en los años 1946 y1947, los Estados Unidos despliegan su política confrontacional entre el “Este” y el “Oeste” bajo un enfoque geopolítico y bipolar, cuya meta fundacional era “contener” la expansión del comunismo soviético.
Como concepto, en su acepción convencional fue acuñado por Bernard Baruch --consejero del presidente Roosevelt-- quién utilizó el término en un debate en 1947. Fue popularizado por el famoso columnista de la prensa norteamericana de entonces, Walter Lippmann, en su libro La Guerra Fría, escrito a finales de ese mismo año. La crítica que realizara Lippmann en relación con la proyección de la política exterior norteamericana, era el reflejo de la situación política y socioeconómica que arrojaba los dos primeros años de la segunda posguerra. Éstos dejan como herencia, condiciones objetivas y subjetivas que impulsan a los Estados Unidos a elaborar y afianzar progresivamente, una política exterior que inaugura la primera de las etapas[2] -consensuadas por los especialistas- en el desarrollo de las relaciones internacionales del período posbélico, prolongada por más de cuarenta años. Como práctica, el fenómeno guerra fría se anticipaba con bastante claridad incluso (para algunos autores) en el contexto de la Primera Guerra Mundial. Si se acusa la mirada en la política interna norteamericana, se advertiría el desarrollo que en espiral aconteció en el terreno ideológico y estratégico, lo que con posterioridad se convertiría en la doctrina que caracterizaría su período inicial.
Entendida generalmente como una“una situación ni de paz ni de guerra”, de un intenso aunque solapado enfrentamiento entre dos Estados dirigidos por efectivas superpotencias -Estados Unidos y la Unión Soviética-[3], la guerra fría inaugura el proceso mediante el cual el desarrollo de la hegemonía y el imperialismo norteamericano entra en una nueva etapa, al adquirir como país un nuevo estatus en el sistema político internacional. La condición hegemónica de los Estados Unidos --según coinciden muchos especialistas-- se expresaba de forma integral y absoluta. El ritmo creciente que evidenciaba en el plano ideológico, político, militar y económico, bajo el pretexto de defender su “seguridad nacional”, legitimaba la política de contención como parte de la estrategia de seguridad y como elemento integrante de la cultura política.
La situación internacional a fines de 1940 arrojaba para el gobierno de los Estados Unidos, un escenario de “peligro” ante la expansión comunista. Previendo enfrentamientos armados, el país debía desarrollar con auge la industria bélica y diseñar acciones dentro de su política exterior que le permitiesen estar a la altura de los acontecimientos. Era necesario pensar en un nuevo tipo de guerra. Así, la guerra fría fue el recurso utilizado por los Estados Unidos para aumentar las medidas de seguridad y sembrar el temor en el pueblo ante la inminencia del comunismo. Creó, desde la legitimación y el consenso, condiciones de posibilidad para imponerse en tanto potencia hegemónica a nivel mundial; carácter que no es sólo supremacía militar y económica, sino que incide en la conciencia política, social, nacional y cultural del ciudadano medio, al que el “american way of live and thinking” le sigue funcionando como un patrón de éxito.
Como afirmara un estudioso de la política interna de los Estados Unidos, “a lo largo de la historia que transcurre entre los siglos XVIII y XX, el desarrollo capitalista e imperialista de los Estados Unidos conlleva una retroalimentación constante del consenso nacional, que expresa una y otra vez, bajo circunstancias disímiles, la legitimación de una condición dominante y hegemónica. Así, resulta comprensible que los contenidos de la cultura política norteamericana en que se sostiene la doctrina y la práctica de la guerra fría, están prefigurados con anterioridad incluso a la década que sigue al fin de la Segunda Guerra Mundial, formando parte de un cuerpo ideológico y psicológico consustancial a la peculiar historia de los Estados Unidos”[4].
La condición de oposición total de ideologías y formas sociales, las implicaciones de los factores económicos, militares y psicológicos, como nunca se dieron en la historia, y el hecho de que este enfrentamiento declarado no pueda resolverse en guerra verdadera sino en una tensión permanente bajo el fantasma atómico -que se hacía cada vez más presente con el desarrollo del nuevo armamento tecnológico-, propiciaron que los Estados Unidos se abocaran ágilmente a encontrar un método que le permitiera contrarrestar la creciente influencia de la URSS en todo el planeta.
La tarea seria abordada por la administración Truman, quien se esforzó por crear, durante el período de guerra, un clima de crisis, propio de la guerra fría. Presentó a la URSS como un rival y por lo tanto como una amenaza inminente. Estableció una situación de miedo en relación con el comunismo y con ello sustentó el establecimiento y la puesta en práctica de una política exterior agresiva, que trataba de modo intolerante tanto dentro, como fuera del país, cualquier expresión de fuerzas comunistas. En ese sentido existen varios antecedentes que a nivel teórico expresan las percepciones de los Estados Unidos en relación con ese “nuevo enemigo” de la paz, de la hegemonía norteamericana y de la seguridad nacional: la expansión del comunismo[5].
II
Los fundamentos teóricos de esta nueva estrategia procedieron de los escritos de George Kennan, denominado por muchos como el “arquitecto de la guerra fría”. Durante su estadía oficial como diplomático en la URSS aseguraba haber identificado las características fundamentales de la política soviética. Entre ellas, el diplomático estadounidense resaltaba la flexibilidad, la cautela, la circunspección y el engaño. Según él, éstas consideraciones hacían del “régimen” un adversario mucho más peligroso que el propio Hitler o Napoleón. En el famoso Telegrama de las ocho mil palabras, Kennan elaboró las bases de lo que a la postre sería una de las doctrinas con mayor influencia en la historia de la política exterior estadounidense: La Doctrina de la Contención; estrategia implementada durante todo el transcurso de la guerra fría por ser esencialmente, su piedra angular. Desde su nuevo puesto en el gobierno norteamericano, Kennan redactó con más detenimiento el documento básico de dicha doctrina al que tituló: “Los orígenes de la conducta soviética”, y fue publicado en el año 1947 por la afamada revista Foreign Affairs.
Aunque algunos investigadores destacan la ambigüedad de determinados postulados, lo cierto es que la concepción de la contención planteaba algo interesante y es que, debido a las propias características del régimen soviético, Kennan aconsejaba al gobierno de los Estados Unidos no enfrentar directamente a su adversario. Por el contrario, establecía una serie de medidas fundamentales para garantizar la victoria norteamericana: “(…) no es posible oponérsele con eficacia con actos esporádicos que representan los caprichos momentáneos de la opinión democrática, sino sólo por medio de políticas inteligentes de largo alcance por parte de los adversarios de Rusia, políticas no menos estables en sus propósitos, y no menos variadas e ingeniosas en su aplicación, que las de la propia Unión Soviética. En estas circunstancias, es evidente que el elemento principal de cualquier política estadounidense hacia la Unión Soviética puede ser una contención a largo plazo, paciente pero firme y vigilante, de las tendencias expansionistas rusas” (Kennan, 1947)[6].
Estas premisas sentaron las bases para el florecimiento del fenómeno político-ideológico conocido como macarthismo, encaminado a potenciar el sentimiento conspirativo, de temor y rechazo al comunismo. De esta forma, el desarrollo de una política de contención avalada por Kennan, se complementaba con la política de represión y persecución a todas aquellas tendencias y organizaciones a lo interno del país alentadas por el macarthismo. Es a través de su influencia en la cultura política norteamericana que puede hablarse de un consenso en la política exterior en la posguerra. Se coloca así la protección de la llamada “seguridad nacional”, supuestamente amenazada por el comunismo, como cuestión medular. Como afirmaran Seymour Martin Lipset y Earl Raab, “para el macarthismo, el enemigo era una ideología: el comunismo (…) El comunismo estaba siendo utilizado como la gran referencia general por la cual identifican el origen de las malas intenciones y el mal carácter del mundo”.[7]
Fue también el 1945 y la primera década de la posguerra, el período que asistió al desarrollo unipolar de los Estados Unidos como la superpotencia que excedía con mucho a las otras en poderío económico y militar. El análisis sociopolítico del complejo contexto posbélico evidencia que, si bien la presencia de la URSS era percibida por el gobierno norteamericano como un cierto peligro indirecto y poco probable, la victoria en agosto de ese mismo año la convirtió en una amenaza importante para la elite del capitalismo occidental. Con ello, el antagonismo inevitable entre regímenes e ideologías, occidente por un lado -en plena proyección hegemónica-, en el otro extremo la Unión Soviética -bajo las acciones de Stalin con la política de expandir su zona de influencia-, junto a las amenazas sobre Turquía e Irán, el desarrollo de un movimiento revolucionario en Grecia, y la revolución China en su conjunto, constituyeron los factores que de manera dialéctica dieron origen al preludio del proceso histórico mundialmente conocido como guerra fría.
Aunque algunos analistas afirman que en la polémica historiográfica en torno al monto de responsabilidad que comparten ambas potencias por el inicio y posterior desarrollo de la guerra fría -teniendo en cuenta que la confrontación de intereses era ineludible-, también es cierto que la postura asumida por los Estados Unidos en el manejo de tan compleja situación política contribuyó a incrementar las ya tirantes contradicciones. El enfoque militarista que asumió como postura, el tono exacerbado que expresó durante la mayor parte del período que comprende este proceso histórico, junto a su fogosa retórica, las decisiones unilaterales y el uso de la ayuda exterior como arma diplomática, consolidó el estado de “tenso enfrentamiento” y la situación “ni de paz ni de guerra”.
Sin embargo, es importante mencionar -como afirmara un politólogo cubano- que “a la postura norteamericana contribuyeron, al menos en los primeros años de la posguerra, las élites dirigentes de Europa occidental, sobre todo de Inglaterra y Francia, preocupadas ante el nuevo poderío soviético y el influjo ascendente de las fuerzas comunistas en algunos países”[8]. En vano debe sorprender que a principios del año 1946, el entonces líder de la oposición en Gran Bretaña Winston Churchill, en una visita a los Estados Unidos pronunciara el 5 de marzo en presencia del presidente norteamericano, un afamado discurso que pasaría a la historia como parte de los nutrientes ideológicos que a nivel teórico expresa la génesis del enfoque de la guerra fría. Con un estilo retórico y de carácter histérico plantea en su intervención:“(…) una sombra se cierne sobre los escenarios que hasta hoy alumbraba la luz de la victoria de los aliados. Nadie sabe que pretende hacer la Rusia Soviética y su organización Comunista Internacional en el futuro inmediato, ni cuáles son los límites, si existe alguno, a su tendencia expansiva y proselitista”;y más adelante“(…) desde Stettin, en el Báltico, hasta Trieste en el Adriático, ha caído sobre el continente un telón de hierro”[9],esquema que junto a otros, brinda el sello del proceso histórico que se analiza.
Los antecedentes mencionados, junto al célebre discurso del presidente Truman, pronunciado el 12 de marzo de 1947, inauguraron un enfoque ideológico anticomunista que sustentaba doctrinalmente la política exterior con la convicción que legitimaba, al interior del país, la necesidad de tratar de modo intolerante cualquier expresión de fuerzas comunistas. De esta forma, el análisis de la política interna y externa del gobierno norteamericano arroja que la administración Truman inaugura una nueva etapa en las relaciones exteriores de los Estados Unidos al utilizar la “amenaza comunista” como el pretexto para asumir, de modo creciente, una postura hegemónica en el mundo. El telón de fondo de dicha estrategia era desplegar con auge renovado, el perfil militarista de la política exterior norteamericana. Bajo su mandato, el endurecimiento de posiciones en relación con la URSS se hizo cada vez más decidido.
La situación de Grecia y Turquía presentada a los Estados Unidos en febrero de 1947 por el entonces Ministro del Exterior británico Ernest Bevin, fue la coyuntura perfecta para que los mismos, con el pretexto de que en ambos países estaba involucrada la seguridad nacional norteamericana, decidieran asumir los compromisos británicos y al mismo tiempo anunciaran su disposición para la defensa global del capitalismo. Defender el “mundo libre” y hacerle frente a la expansión comunista desde el antagonismo de intereses y de sociedades, era la esencia de la doctrina Truman. Su puesta en práctica comienza por lo que con posterioridad sería considerado su aspecto más positivo. Tres meses después que el Presidente de los Estados Unidos anunciara públicamente su política de Contención del Comunismo y la ayuda a los pueblos libres, George Marshall, entonces Secretario de Estado, dio a conocer en público el 5 de junio de 1947 el Programa de Recuperación Económica, generalmente conocido como Plan Marshall.
Este “Plan” no se presentaba dirigido contra alguien; sus únicos enemigos -decía su autor- eran “el hambre y la miseria”. Pero su trascendencia política era evidente; lo mismo que sus atractivos para los países necesitados. Una mirada desde el ámbito geopolítico a su contenido y posteriores efectos, devela la contribución que realizó para consolidar el conflicto “Este-Oeste”, “Oriente” y “Occidente” -lo que un año antes afirmara Winston Churchill-. Desde el punto de vista económico, el Plan pretendía impedir la posibilidad de una recesión de la economía norteamericana como resultado de la segunda postguerra. Para ello, instaba a los europeos a unificar esfuerzos para restablecer su economía a través de su incorporación a un mercado mucho más amplio ya que, según su autor “la verdad de la cuestión es que las necesidades de Europa para los próximos tres o cuatro años en alimentos y otros productos esenciales procedentes del exterior, principalmente de América, son tan superiores a su presente capacidad de pago, que tienen que recibir una ayuda adicional sustancial o enfrentarse con un deterioro económico, social y político de un carácter muy grave”[10].
Desde el punto de vista político, el propósito consistía en oponerse a la expansión y progreso del comunismo, asociando el mismo al descontento y la miseria. En este sentido afirma Marshall: “(…) es lógico que los Estados Unidos hagan cuanto esté en su poder para ayudar a volver a una salud económica normal en el mundo, sin la cual no cabe estabilidad política ni paz segura. Nuestra política no va dirigida contra ningún país, ni ninguna doctrina, sino contra el hambre, la pobreza, la desesperación y el caos”[11]. Pero los soviéticos terminaron por rechazar el sistema propuesto por los occidentales. Rusia, al abogar por una mera ayuda bilateral sin condiciones, defendía el mantenimiento de su influencia en Europa oriental. Así, la política soviética obligó a sus países satélites a renunciar su participación en tan atractivo plan de forma tal que los países occidentales siguieron solos con el Plan Marshall. De esta forma en pocos años se produjo el desarrollo de los centros capitalistas, al salvarlos de las consecuencias del desastre bélico. Algunos autores plantean al respecto que la iniciativa americana y la consiguiente reacción soviética marcaban el comienzo de la “guerra fría”[12].
Mientras estas acciones acontecían desde el punto de vista externo, a principios de la década de 1950, el contexto interno de la sociedad norteamericana se caracterizó por el afianzamiento de los valores fundamentales que integran la ideología, la psicología, la cultura política, como punto esencial para consolidar el sentimiento de superioridad y la hegemonía norteamericana a través de los mecanismos de la clase dominante. Recordar, como se ha planteado, que la hegemonía constituye la piedra angular para estudiar la sociedad norteamericana y que ésta se expresa mediante la cultura política, “punto de referencia clave para comprender el sustrato subjetivo del sistema y los procesos políticos, para entender los contenidos doctrinales, los soportes ideológicos (…) los argumentos que alimentan la política exterior”[13].
Desde el punto de vista institucional, estos elementos tuvieron su expresión bajo la Ley de Seguridad Nacional (National Security Act) aprobada por Truman en 1947. Con ello, Estados Unidos lograba amparar el desarrollo de sus concepciones estratégicas sobre la base del consenso anticomunista. Para lograrlo, se desarrolló lo que con posterioridad se ha conocido como un Estado dual o paralelo, quienes respondían simultáneamente a cuestiones diferentes -actividades encubiertas necesarias para la defensa de la “seguridad nacional”-. Estudiosos del tema lo han calificado como “gobierno invisible” o “Estado de seguridad nacional”[14].
En la búsqueda de un balance en relación con los aspectos medulares en la expresión de la política de contención, algunos especialistas plantean que el hilo conductor de la misma fue la postura militarista global llevada a cabo a través de la remilitarizacion de Estados Unidos, la creación de todo un sistema de alianzas militares alrededor del mundo, y el desarrollo de bases aéreas y navales. Esta proyección en la política exterior norteamericana fue iniciada por el gobierno de Truman -creación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) en 1947; Organización del Tratado del atlántico Norte (OTAN), 1949- y seguida por la administración republicana del General Eisenhower.
La histeria anticomunista creada fue el terreno fértil para desarrollar la tarea militar propuesta que como reto, tenía que convencer a la opinión pública de volver a militarizar el país en base a la amenaza del peligro comunista. Como se mencionaba, la postura soviética se endurecía cada vez más e impedía a los países que integraban el Cominform, recibir cualquier ayuda proveniente del Plan Marshall. Cabe mencionar, que estas acciones no hicieron sino enaltecer la sensación de “amenaza” realzada por el anticomunismo y exponer con claridad la división del mundo en bloques -la división de Alemania en 1949, el triunfo de la revolución China, la existencia de un poder comunista en Corea del Norte-. Así, al consolidarse la política de guerra fría, se iniciaba una nueva etapa en las relaciones internacionales.
La política de contención recibió entonces una nueva versión. El documento que le dio origen en 1950, el “National Security Council Paper No. 68 (NSC-68)”, aprobado por el presidente Truman como política oficial, perfiló la noción de la contención militar. Introduce por vez primera en las doctrinas de la guerra fría el concepto de “roll-back” o “hacer retroceder” al comunismo. En el plano propiamente militar, el documento esclarecía que al ser ambas potencias poseedoras del arma nuclear -el nuevo armamento de destrucción masiva- los Estados Unidos debían estar preparados para contener o derrotar posibles agresiones soviéticas. Así, desarrollar su poderío militar era tarea impostergable.
Sin embargo, la proyección de la política exterior norteamericana, militarista, agresiva, histérica; el fundamento de los referentes teóricos que le dieron origen (expuestos sintéticamente en el NSC-68) encontraron no pocos detractores o al menos posiciones resistentes en el seno del sector intelectual (George Kennan, Walter Lippmann, Robert Connway) y el sector político (Henry Wallace, Robert A. Taft). Las críticas que recibió la Administración Truman evidencian que, aunque en el plano externo se ilustrase un cuadro de consenso en torno al desarrollo de la contención, en realidad dentro del establishment norteamericano no existía claridad ni acuerdo en relación con la política exterior al menos durante los años 1947-1950.[15] El proceso de rearme preestablecido por el NSC-68 y beneficiado por la guerra de Corea, culminó con el desarrollo de la bomba de hidrógeno en noviembre de 1953, la inclusión de Turquía y Grecia a la OTAN y la firma de un tratado de paz con Japón.
El estallido de la primera bomba atómica soviética, los nuevos y alarmantes acontecimientos en Asia -el macarthismo como parte de las reacciones ante el nacimiento de la República Popular China- y algunas actividades guerrilleras, plantearon cuestiones delicadas a los estrategas norteamericanos. En abril de 1950 el Consejo Nacional de Seguridad decidió crear cuerpos de combatientes capaces de enfrentarse con amenazas bélicas de todo tipo, con la eventualidad de una guerra general y directa con la URSS. En esas condiciones, la administración demócrata de Truman dio paso en el año 1952 a la victoria del candidato republicano: el General Eisenhower.
III
Con la integración de todos estos elementos, queda completado --en una abreviada síntesis-- el escenario sociopolítico que dio origen al proceso de articulación a nivel doctrinal y práctico, del enfoque norteamericano que condujo a la guerra fría. El desarrollo de la política exterior bajo la Administración Truman y con posterioridad Eisenhower, se incorporan de modo ejemplar en ese primer esquema. Aunque revitalizada durante la presidencia republicana de Ronald Reagan durante su doble periodo en la década de 1980, la política de la contención pareció desvanecerse conjuntamente con la desintegración de la URSS. Sin un enemigo que contener pudiera parecer, que las bases de esta doctrina resultasen obsoletas.
Sin embargo en la actualidad, una serie de acontecimientos internacionales parecen indicar que el gobierno de los Estados Unidos ha decidido recurrir nuevamente a muchas de sus premisas fundamentales no solamente desde la retórica. Resulta oportuno entonces retomar en nuestro análisis que “la historia de la guerra fría en el plano doctrinal será (…) de permanente tensión y contradicción entre el ideologismo de cruzada y la prudente consideración realista de la política internacional y su complejidades”[16]. En este sentido, el gobierno de los Estados Unidos ha desarrollado progresivamente, una serie de medidas militares, económicas y diplomáticas, que en su configuración final, coinciden con las premisas fundamentales de la concepción de la Contención. Las mismas se expresan y reiteran luego de que entre 1989 y 1991 se “desploma” el sistema socialista en Europa del Este y desaparece la URSS, produciéndose, al decir de muchos estudiosos, el “fin de la guerra fría”. Desde el punto de vista de la ideología dominante, sin embargo, no pocas de las construcciones teóricas que aquella etapa, supuestamente superada o dejada atrás por la historia de las relaciones internacionales, mantienen una presencia más o menos explícita en las Administraciones estadounidenses, a partir de la fecha citada, desde Bush padre hasta Obama.
Resulta entonces pertinente volver a pensar, como se sugería al comienzo de este breve trabajo, en los orígenes de la guerra fría, sus referentes teóricos, su período inicial ya que sin duda, la política norteamericana actual pareciera confirmar la permanencia o continuidad de una línea de pensamiento y acción que recrea el clima de la guerra fría clásica[17]. Sin embargo, como se ha señalado, atender esto último iría mucho más allá del limitado objetivo de este análisis, que ha pretendido sólo moverse en el análisis del fenómeno o período en sus momentos iniciales.
Referencias bibliográficas
Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (2003): “La Guerra Fría” en www.historiasiglo20.org. Consultado el día 10 de noviembre de 2010.
Churchill, W (1946): “El Telón de Acero”, en http://historia1imagen.blogspot.com/. Consultado el día 18 de marzo de 2012.
Cutrona, S (2008): “La inmutabilidad de la geopolítica clásica. Una aproximación a las relaciones entre Rusia y los Estados Unidos”, Revista de Ciencias Sociales (Cr), Vol. 3, Núm. 121, 2008, pp. 149-165, Universidad de Costa Rica, en http://redalyc.uaemex.mx. Consultado el día 4 de febrero de 2012.
González, R (2003): “Estados Unidos: doctrinas de la guerra fría, 1947-1991”, Centro de Estudios Martianos.
Hernández, J (2008): “Estados Unidos y la guerra fría: doctrina y política”, en Revista Semestral “Política Internacional”, No. 10 Enero-Junio, en http://redalyc.uaemex.mx, consultado el día 10 de febrero de 2012.
----------------- (2010): “Estados Unidos: hegemonía, seguridad nacional y cultura política”, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana.
Marshall, G (1947): Discurso en la Universidad de Harvard, en http://historia1imagen.blogspot.com/. Consultado el día 18 de marzo de 2012.
Salom, J (1975): “La guerra fría”, en Biblioteca Cultural, Editorial Planeta.
- Milena Hernández (La Habana, 1986. Psicóloga. Investiga en el Centro de Estudios Che Guevara).
[1] Las tensiones y prolongados conflictos, incluso bélicos, que tienen lugar luego del desplome del sistema socialista en Europa del Este y de la desintegración de la URSS que llevó a la mayoría de los autores a afirmar el “fin” de la guerra fría (al desaparecer uno de los dos polos de la relación confrontacional que dio origen al concepto), han replanteado para algunos la vigencia de un clima de guerra fría. Aún sin aceptar este criterio, lo cierto es que las tendencias y características de aquél fenómeno o período ayuda a comprender la situación que sigue a la década de 1990, pero sobre todo a la de hoy, la primera del siglo XX, entre las que se ubican guerras como la del Golfo Arábigo-Pérsico, primero, la de Kosovo y después las que todavía están en curso, como las de Afganistán e Irak, y donde el conflicto con Irán es creciente, junto a las agresiones sistemáticas de Israel al pueblo palestino. Para algunos autores, lo que ha ocurrido es que los Estados Unidos sustituyeron la “amenaza” comunista por la del terrorismo internacional, pero recurriendo a similares enfoques y hasta a maneras un tanto parecidas a la hora de instrumentar sus acciones agresivas de política exterior y militar, en el mejor estilo de la antigua guerra fría. De ahí que se justifique la vigencia de atender a la luz del presente aquella etapa.
[2] Destacados especialistas en el estudio de la presente temática, analistas de la política exterior de los Estados Unidos hacia América Latina y el Caribe, investigadores que examinan el sistema político norteamericano desde la historiografía, sociología y/o ciencias políticas coinciden en la presencia de tres etapas en el desarrollo de la Guerra Fría. La primera guerra fría o guerra fría clásica, que termina con la crisis de octubre, la guerra de Vietnam y con la administración Johnson en la segunda mitad de los años de 1960; una etapa distensiva o intermedia donde prevalece la negociación durante el gobierno de Nixon; y una nueva o “segunda” guerra fría, identificada con la agresividad de la política exterior de la administración Reagan inicios de los años 1980.
[3] Gonzalez, R (2003): “Estados Unidos: doctrinas de la guerra fría, 1947-1991”, Centro de Estudios Martianos, p. 17.
[4] Hernández, J (2010): “Estados Unidos: hegemonía, seguridad nacional y cultura política”, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, p. 33-34. El subrayado es nuestro.
[5] Los antecedentes más prominentes al respecto están ubicados entre los años 1946-1947 a partir del telegrama de las ocho mil palabras enviado por George Kennan el 22 de febrero de 1946; la intervención de Winston Churchil en Missouri, el 5 de marzo del mismo año; el discurso del presidente Truman el 12 de marzo de 1947 y la exposición del entonces secretario de Estado George Marshall en la Universidad de Harvard el 5 de junio del mismo año.
[6] Kennan, G (1947) citado en Cutrona, S (2008): “La inmutabilidad de la geopolítica clásica. Una aproximación a las relaciones entre Rusia y los Estados Unidos”, Revista de Ciencias Sociales (Cr), Vol. 3, Núm. 121, 2008, pp. 149-165, Universidad de Costa Rica, en http://redalyc.uaemex.mx, consultado el día 4de febrero de 2012.
[7] Lipset, S; Raab, E (1983): “La política de la sinrazón”, p. 245-253, citado en Hernández, J (2008): “Estados Unidos y la guerra fría: doctrina y política”, en Revista Semestral “Política Internacional”, No. 10 Enero-Junio, p. 64. en http://redalyc.uaemex.mx, consultado el día 10 de febrero de 2012.
[8] Gonzalez, R (2003): “Estados Unidos: doctrinas de la guerra fría, 1947-1991”, Centro de Estudios Martianos, p. 23.
[9] Churchill, W (1946): “El Telón de Acero”, en http://historia1imagen.blogspot.com/, consultado el día 18 de marzo de 2012.
[10] Marshall, G (1947): Discurso en la Universidad de Harvard, en http://historia1imagen.blogspot.com/, consultado el día 18 de marzo de 2012.
[11] Ibídem.
[12] Salom, J (1975): “La guerra fría”, en Biblioteca Cultural, Editorial Planeta, p. 50.
[13] Hernández, J (2010): “Estados Unidos: hegemonía, seguridad nacional y cultura política”, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, p.36-37.
[14] Ver Hernández, J (2008): “Estados Unidos y la guerra fría: doctrina y política”, en Revista Semestral “Política Internacional”, No. 10 Enero-Junio, p. 65.
[15] En este sentido es importante consultar el análisis realizado por Roberto González Gómez en su libro “Estados Unidos: doctrinas de la guerra fría, 1947-1991” en las páginas 35-37.
[16] González, R (2003): “Estados Unidos: doctrinas de la guerra fría, 1947-1991”, Centro de Estudios Martianos, p. 62.
[17] Hernández, J (2008): “Estados Unidos y la guerra fría: doctrina y política”, en Revista Semestral “Política Internacional”, No. 10 Enero-Junio, p. 73.
https://www.alainet.org/es/articulo/157076?language=es
Del mismo autor
Clasificado en
Clasificado en:
Guerra y Paz
- Prabir Purkayastha 08/04/2022
- Prabir Purkayastha 08/04/2022
- Adolfo Pérez Esquivel 06/04/2022
- Adolfo Pérez Esquivel 05/04/2022
- Vijay Prashad 04/04/2022
