A los miembros del Órgano Superior de Agricultura
Democracia agroalimentaria ya!
06/02/2012
- Opinión
Luminarias de las finanzas internacionales presagian, que de darse un eventual cierre del Estrecho de Ormuz por un ataque militar de los israelitas a los iraníes, ello impediría por dicho espacio que circulase más del 40% de la producción mundial del crudo. Pudiendo llegar a costar el barril de petróleo más de $ 150,oo. Cuidado si alcanza las astronómica cifra de los $ 200,oo. Un escenario de tal magnitud traería las posibles consecuencias-secuelas en la producción agroalimentaria mundial: carestía y aumento en los fletes de transporte de alimentos; de los fertilizantes agrícolas y demás agrotóxicos y nuevas aplicaciones de restricciones a la exportación de alimentos. Se generaría un desabastecimiento en los mercados mundiales, incrementándose especulativamente los precios de los alimentos por la carestía de los mismos, generándose más hambruna y desnutrición.
Al escenario anterior, obligatoriamente debemos incluirle los extraordinarios fenómenos climatológicos, no sólo por las recurrentes e inusuales sequías e inundaciones en los suelos tradicionales de los graneros del mundo. También el aumento en los niveles de los océanos; el estrés hídrico de las plantas y los retardos e incertidumbres en los procesos de floración y maduración de los frutos, acontecidos por las fluctuaciones en los cambios de temperaturas y los efectos de los gases invernaderos. Con ello se acentúa más la carestía de los productos básicos para la alimentación (trigo, maíz, arroz, sorgo y mijo). En los tres primeros mencionados se comprueba su disminución en los rendimientos como consecuencia de los cambios climáticos.
Este potencial desabastecimiento de alimentos toca otra amenaza: la depredadora tecnología de la producción de bio-combustibles, que provienen de las cuantiosas cantidades de maíz y caña de azúcar, destinados a alimentar vehículos, en vez de seres humanos. Legitimando, el desvío de inversiones especulativas a los mercados de materias primas que ahora llaman “commodities”. Se cambia el valor biológico-nutricional del alimento por el valor financiero. Recordemos que desde el 2007 se vienen dando progresivos aumentos en los precios de los alimentos sin detenerse y quien sabe hasta cuando duren dichas alzas.
Independientemente de que un país tenga divisas para adquirir o importar alimentos, la escasez de ellos, será uno de los principales problemas de la hambruna mundial. Se prevé puedan afectarse algunas zonas del planeta, como: las Antillas, México, América Central, Colombia, Venezuela, Egipto, India, China, Bangladesh y Sureste Asiático; con especial virulencia el África Subsahariana y pudiendo pasar la población atrapada en la inanición de los 1000 millones actuales a los 2000 millones estimados por los analistas (Gorraiz-Lopez,2012).
Las razones geo-políticas-estratégicas señaladas anteriormente, se le unen los continuos estragos, que sigue causando la agricultura tóxica, ahora inspirada en la nueva bio-revolución verde fundadas en tecnologías depredadoras tales como: biocombustibles; transgénica y nanotecnología, entre otras. Las cuales, no nos dejan de envenenar los suelos, los recursos de agua y eliminar la agro-biodiversidad, provocando mas erosión, desertificación y severos problemas de salud pública y los tantos refugiados climáticos.
Venezuela no puede escaparse de la complejidad de los escenarios valorados. Sin embargo, el gobierno revolucionario, tímidamente ha dado muestras de voluntad política para avanzar hacia una producción agroecológicamente sustentable, en especial para los pequeños y medianos productores. Un conglomerado de leyes y resoluciones tienen a su disposición; programas de formación en todos los niveles que deben aplicarse y con propuestas concretas; algunos créditos agroecológicos han tenidos sus logros y deben continuar; más de 100 laboratorios de producción de biológicos cubren unas 700.000 hectáreas. En fin, hay una base de despliegue para una producción de alimentos sustentables que puede ser potenciada por los 600.000 campesinos que se calcula todavía existen en el interior del país.
Productores que tienen una racionalidad productiva totalmente distinta al agro-empresarial y bastantes de ellos no desean seguir embarcándose en esa miope lógica productivista. A decir verdad, los que saben y entienden de agricultura son los propios campesinos, quienes también siempre han estado preocupados por el cuidado de la tierra. Cifras indican que producen más del 70% de todo lo que la humanidad produce. En su mayoría agricultura familiar.
Nuestros pequeños y medianos productores venezolanos, necesitan ordenarse, superar las distorsiones tecnológicas-productivistas y re-encontrarse con sus propios procesos productivos. Ello podría lograrse si se dan y encuentran las eficientes instancias de coordinación y articulación en todo el andamiaje que implica la producción sustentable de alimentos. Esta debiese ser una de las primeras prioridades que el nuevo Órgano Superior de Agricultura (OSA) ha de asumir. Hacer todo el esfuerzo posible por apoyar y cooperar en organizar a los pequeños y medianos productores del país.
Como dice el Rector de OSA , el Presidente Chávez, “debemos sacarle el mejor provecho posible a cada pedazo de tierra y espacio posible”. Pero, como deber revolucionario, debemos también decir que ese aprovechamiento de los suelos, necesariamente tiene que tomar en cuenta, los alcances, límites y la capacidad biológica de los agroecosistemas. Debemos saber economizar la agro-energía, incorporando energías alternas y reciclar toda la materia orgánica que también sea posible.
El OSA, además de expresar y demostrar su voluntad política, se apoya en solventes recursos financieros y en el andamiaje de leyes que en el proceso revolucionario han venido emergiendo para impulsar una producción agrícola sustentable en el país.
En especial el art. 305 de nuestra Constitución, el cual reta e invita a la sociedad venezolana avanzar hacia una democracia agroalimentaria donde los productores y consumidores tomemos conciencia de la situación real de nuestro planeta y los deberes que debemos asumir: alimentándonos de forma diferente: sana, moderada y sin desperdicios para ser seres más útiles y solidarios.
Referencias Consultadas
Gorraiz López G. (2012) ¿Hacia la Hambruna Mundial?
https://www.alainet.org/es/articulo/155675
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