Afganistán, una guerra maldita que jamás debió darse

27/01/2012
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
Parece que los hechos nos van dando la razón. La guerra contra Afganistán se mostró a todas luces injusta e injustificable. Pero, enloquecidos una vez más,  se fueron a ella. Y quisieron  persuadirnos de que había razones  para ir a ella. Pero, inútilmente.
 
La gente sabe que el camino de la guerra es bárbaro e inhumano. Lo han estando gritando a diario  centenares y centenares  de soldados caídos en  Irak y en Afganistán hasta hoy. El desfile televisivo de los muertos agitaba la conciencia de la sociedad estadounidense y Bush, para tapar lágrimas y silenciar protestas, decidió prohibirlo.
 
Está claro que, en este momento, el imperialismo estadounidense sigue siendo -todavía- padrino del mundo. Pero, por muy padrino que sea, se le puede replicar que la política de las naciones no se mide por sus palabras (la retórica de sus promesas y supuestos ideales), sino por la realidad de sus hechos.  Y los hechos lucen en Estados Unidos  una cartelera ingente de invasiones, golpes de Estado, apadrinamiento de dictaduras, derrumbe de regímenes democráticos, asesinatos de líderes populaes, etc.
 
Nadie quizás  tan indicado para hablar de esto como Robert Browman, que antes de ser obispo había sido piloto de cazas militares y realizó 101 misiones de combate en la guerra de Vietnam. Escribió a Bill Clinton:
 
               - «Usted ha dicho que somos blanco de ataques porque defendemos la democracia, la libertad, los derechos humanos. ¡Eso es absurdo! Somos blanco de terroristas porque, en buena parte del mundo, nuestro gobierno defiende la dictadura, la esclavitud y la explotación humana. Somos blanco de terroristas porque nos odian. Y nos odian porque nuestro gobierno hace cosas odiosas. ¡En cuántos países agentes de nuestro gobierno han destituido a líderes escogidos por el pueblo cambiándolos por dictaduras militares fantoches que querían vender su pueblo a sociedades multinacionales norteamericanas! Hemos hecho eso en Irán, en Chile y en Vietnam, en Nicaragua, y en el resto de las «repúblicas bananeras» de América Latina. País tras país, nuestro gobierno se opuso a la democracia, sofocó la libertad y violó los derechos del ser humano. Esta es la causa por la cual nos odian en todo el mundo. Por esta razón somos blancos de los terroristas. En vez de enviar a nuestros hijos e hijas por el mundo a matar árabes y obtener así el petróleo que hay bajo su tierra, deberíamos enviarlos a reconstruir sus infraestructuras, beneficiarlos con agua potable, alimentar a los niños en peligro de morir de hambre. Esta es la verdad, señor Presidente. Esto es lo que el pueblo norteamericano debe comprender» (National Cattholic Reporter, 2 de octubre de 1998).
 
Con no menor fuerza escribe el mundialmente conocido teólogo Leonardo Boff: “Si miramos la historia de más de un siglo, nos damos cuenta de que el Occidente como un todo, y particularmente los Estados Unidos han humillado a los países musulmanes del Medio Oriente. Controlaron sus gobiernos, tomaron su petróleo y montaron inmensas bases militares. Dejaron tras de sí mucha amargura y rabia, caldo cultural para la venganza y el terrorismo.Lo terrible del terrorismo es que ocupa las mentes. En las guerras y las guerrillas se necesita ocupar el espacio físico para triunfar efectivamente. En el terror, no. Basta ocupar las mentes, distorsionar el imaginario e introyectar miedo. Los estadounidenses ocuparon físicamente el Afganistán de los talibanes e Irak, pero los talibanes ocuparon psicológicamente las mentes de los estadounidenses. Se realizó desgraciadamente la profecía que hizo Bin Laden el 8 de octubre de 2002: «Estados Unidos nunca más se sentirá seguro, nunca más tendrá paz». Hoy es un país rehén del miedo que se ha difundido”.
 
Estados Unidos se sale por todos los lados del Orden Internacional de la ONU. No respeta la soberana igualdad de las naciones. Su camino para seguir manteniendo su hegemonía es otro: las armas, sus ejércitos, sus flotas, sus más de 800 bases militares en todo el mundo, su refinada tecnología militar con un presupuesto mayor al resto del mundo, su poder mediático que controla el 80 % de las agencias mundiales y las espantosas guerras últimas de Irak y n Afganistán. (No ignoro todo lo que ha supuesto de novedad y esperanza la llegada de Obama a la presidencia de Estados Unidos, pero como es fácil entender Obama tiene el cargo y no el poder. Ese poder es más que él y le circunda con todo su peso, estructuras e intereses en contra) .
 
Si nos permitieran conocer los horrores perpetrados en os últimos 12 años en Irak y Afganistán, podríamos contemplar a qué extremos de vileza y barbarie hemos llegado: uso de bombas nuevas espeluznantes, hambrunas masivas, desplazamientos agónicos desesperados, bloqueo de la ayuda internacional, más de 30 bombardeos diarios indiscriminados. ¡Verdadero genocidio!
 
Y todo esto, para que el mundo entienda que no hay otra ruta: “Cuando en nuestras posesiones se cuestiona la quinta libertad (la libertad de saquear y explotar) los Estados Unidos suelen recurrir a la subversión, al terror o a la agresión directa para restaurarla” (Noam Chomsky).
 
Esta realpolítik suele ir acompañada del hecho de que otros Gobiernos occidentales con experiencia larga en esa asignatura, aparecen cómplices y serviles. Reverencian al emperador . Y aunque Obama vaya por otro camino, se notan clavados en los huesos de Europa los dictados imperialistas.
 
Todos recordamos cómo el 15 de febrero de 2003 resonó en España y en el mundo entero, un NO  atronador contra la guerra; era la voz del pueblo (proveedor de las víctimas). Momentos como ese del 15 de febrero levantaron muchas esperanzas, parecía apuntar allí un nuevo horizonte que cerraba para siempre la fosa del odio: partidarios de la vida, nunca jamás de la muerte.
 
¿No habremos de volver a la calle, a las plazas públicas, al universo entero, ahora que parecen sonar de nuevo los tambores de guerra contra Irán, y unir  corazones, gargantas, manos y pies para impedir que una élite ensorbebecida promueva el estallido de una nueva locura? ¿No es hora de ir preparando otro 15 de febrero?
 
La humanidad es una. O nos salimos de la dialéctica perversa del eje del Bien y del Mal ( buenos y malos) o el odio y la guerra son imparables. El punto de mira es la humanidad global, no Occidente ni Oriente, no los unos contra otros, sino todos unidos para construir entre todos una vida y convivencia dignas, justas, libres y pacíficas.
 
Es un sueño, pero tenemos recursos para hacerlo efectivo. ¿Qué no se podría haber hecho en el Tercer Mundo con el presupuesto de EE. UU. de setecientos mil millones de dólares al año,  que supera al resto del mundo?
 
O atendemos a los problemas reales de la humanidad o seguiremos sembrando de miseria, esclavitud y guerras desquiciantes el planeta tierra. El aliento más primigenio de nuestro ser confirma que el mundo no es excluyente nidisociador sino integrador y solidario; o convivimos como hermanos o seguiremos exterminándonos como lobos al calor de las fogatas de la guerra.
 
 El tiempo del endiosamiento particularista (nación, raza, religión, clase, género ) pasó. No sirve para el futuro. La vocación de la familia humana es la UNIDAD.
 
“Todo cuanto establezca ligazones de sentimiento entre los hombre no podrá menos que ejercer un efecto contrario a la guerra. El psicoanálisis no tiene motivo para avergonzarse por hablar aquí de amor, pues la religión dice lo propio: Ama a tu prójimo como a ti mismo. La guerra contradice de la manera más flagrante las actitudes psíquicas que nos impone el proceso cultural, y por eso nos vemos precisados a sublevarnos contra ella, lisa y llanamente no la soportamos más. La nuestra no es una repulsa intelectual y afectiva: es en nosotros, los pacifistas, una intolerancia inconstitucional, una idiosincrasia extrema, por así decir” (S. Freud).
 
- Benjamín Forcano es sacerdote y teólogo.
https://www.alainet.org/es/articulo/155501
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS