América Latina y las relaciones de fuerza internacionales

09/12/2011
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En medio de la crisis económica más extensa y profunda de la historia capitalista, América Latina se recorta en el panorama mundial como factor singular, signado por tres datos principales: mantiene una dinámica de convergencia regional mientras todas las restantes áreas del planeta sufren violentas fuerzas centrífugas; hasta el momento sufre menos por la recesión en los centros imperiales; en el heterogéneo conjunto convergente existe un núcleo vital que, frente al colapso del capitalismo central, enarbola como perspectiva el socialismo del siglo XXI.
 
Por eso la constitución de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) plantea una oportunidad sin precedentes para colocar a la región como punto de partida de una nueva fase en la historia de la humanidad.
 
No hay exageración ni grandilocuencia en esta afirmación. Cuando América XXIesté en sus manos, en Caracas 33 mandatarios estarán abocados a la tarea de conformar una instancia política común al Sur del Río Bravo.
 
De entre ellos, los 12 componentes de la Unión de Naciones del Sur (Unasur) cuentan para trasladar al nuevo organismo con significativas conquistas alcanzadas hasta ahora. Están resumidas en los diferentes Consejos destinados a resolver con criterio y fuerza común los grandes problemas de la región, entre los que descuella el recientemente creado Consejo de Defensa.
 
Más aún, como engranaje de fuerza en un mecanismo mayor, la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (Alba), puede mostrar resultados. La misión Yo sí puedo, contra el analfabetismo; la misión Milagro, para devolver la vista a millones de latinoamericanos, entre otras, han avanzado de manera sorprendente en la resolución de calamidades sociales que durante el siglo XX, con el crecimiento capitalista, en lugar de desaparecer ganaron terreno. El Alba puede esgrimir también instrumentos de operatividad y racionalidad económica como el Banco del Sur; o el Sucre, moneda común del bloque.
 
De cada uno de esos temas hay testimonio en esta edición. También del que abrasa y condiciona a todos ellos: la respuesta de los estrategas y jefes políticos del capital frente a la imparable marcha de la crisis.
 
Contexto insoslayable
 
Es inevitable que la agenda en la fundación de la Celac esté determinada por la quemante realidad mundial. La recesión en los centros imperiales es un hecho. El deslizamiento hacia la depresión, un temor fundado. El impacto sobre cada economía nacional, una perspectiva inexorable. La ilusión de que el equilibrio mundial capitalista se mantendrá desplazando su eje hacia los Brics probablemente demore en disolverse por completo, pero al momento del cónclave en Caracas ya habrá datos suficientes como para que los cuadros serios asuman la realidad. También gravitará sobre los mandatarios la desembozada decisión bélica de Estados Unidos y la Unión Europea. No hay, no puede haber, una respuesta única en la Celac ante tamaño desafío. Es posible en cambio un mínimo común denominador.
 
Una Celac consolidada supondría la muerte de la Organización de Estados Americanos (OEA). Es obvio entonces que los esfuerzos desplegados por el Departamento de Estado y el Pentágono para quitarle empuje al nuevo organismo no tendrán límites. Para Washington es vital recuperar la  iniciativa política a escala mundial. Sólo en América Latina, por las razones señaladas, está en disputa esa primacía. Si en la coyuntura inmediata los aprestos guerreristas están apuntados en primer lugar hacia Siria e Irán, el enemigo estratégico está en esta región y contra él se apuntan los cañones de la diplomacia y la prensa venal, mientras se despliega la IVª Flota y la CIA trabaja más que nunca.
 
La pérdida de control sobre el conjunto geopolítico plasmado en la Celac impide pasos esenciales para procurar la recuperación del ciclo económico capitalista. Pero también, y acaso ante todo, abre el camino a una respuesta revolucionaria para la crisis general.
 
Esta afirmación puede parecer una extrapolación desmesurada. De hecho, que tres miembros de envergadura de la Celac (México, Brasil y Argentina) sean a su vez integrantes del G-20 obra como argumento para desistir. En el mismo sentido pesa la presencia de otros presidentes alineados con la Casa Blanca. Todo cambia sin embargo cuando se pone en la balanza la descontrolada voracidad del imperialismo en caída, la amenaza bélica y, en primer lugar, la demanda creciente de cientos de millones de latinoamericanos, que a sus penurias de hoy sumarán las que descargará sobre ellos el colapso capitalista.
 
La Celac es una clave para resolver positivamente la relación de fuerzas frente al imperialismo. Una palanca más para bregar por la unión de los pueblos latinoamericanos.
 
Fecha de publicación: 01/12/11
América XXI Año IX, Número 80-81 – Diciembre 2011- Enero 2012
 
https://www.alainet.org/es/articulo/154579?language=en

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